MARIDAJES (IM)POSIBLES

El mejor acompañamiento para un arroz al horno es un vino blanco

¿Cómo se cura la melancolía?

| 17/11/2023 | 4 min, 0 seg

Después de un verano largo, parece el que el frío no termina de llegar y siento una sensación de extrañeza climática, desubicación térmica o, también, melancolía metereológica. No sé si me explico. En resumen: echo de menos el invierno, lo extraño. El suéter, el abrigo, que el aire frío de la mañana me terse la cara. El ansia por un plato de lentejas, por un caldo rico y reconfortante; acurrucarse en una manta. Pero no llega y lo extraño, como extraño el arroz al horno, con el puchero del día previo. Quiero ser como madame Cliquot y decir aquello de "yo solo como arròs al forn en dos ocasiones, cuando estoy enamorada y cuando no". Pero hace tiempo que no pruebo uno, y eso que estoy enamorado. Perdidamente. 

No sé cuándo ni dónde comeré el próximo, pero sí que recuerdo la última vez que comí uno. Estaba yo con ganas de molestar a un querido chef (supongamos que se llama Luis) que, por algún extraño, motivo es muy bueno conmigo. Él es un gran arrocero, y yo le tiré una provocación y le dije que la paella valenciana estaba sobrevalorada (en estos momentos me encuentro exiliado en Bruselas por las posibles consecuencias de semejante exabrupto). Él, que ha sabido serenarse y escuchar, me preguntó mis motivos. Como no quería decirle que mi motivo era ver a dónde me mandaba, que solo me quería divertir un rato, le expuse que, para mí, el arroz al horno tenía un grado de complejidad y de disfrute mucho mayor que el de la paella. Así que le pregunté cuándo iba a lucirse haciendo uno. Su respuesta fue que cuando yo pusiera el vino, así que recogí el mensaje y me planté con cinco botellas para un arroz.

El experimento fue interesante y me llevó a la siguiente conclusión, que también podría llevarme al exilio: el mejor acompañamiento para un arroz al horno es un vino blanco.

Yo entiendo que luego la gente me retire la palabra o me insulten por lo bajini, algún mérito hago, pero el tinto es un vino sobrevalorado, y no por su calidad, si no por su menor versatilidad. Por lo menos desde una perspectiva mediterráneo-centrista. Aunque esto pueda parecer (o ser) una barbaridad, es más interesante el arte de la discusión que el monótono ejercicio de asentir. Veamos los motivos.

El arroz al horno es de lo más complejo en el mundo de los arroces: un buen caldo de puchero es difícilmente superable. La patata y los garbanzos nos aportan distintas texturas y sabores, la morcilla saca la sonrisa de los más gourmands, la panceta nos da un pequeño subidón de endorfinas en tanto que el tomate nos refresca.

Hay en el arroz al horno, seguramente por las verduras del caldo y las especias de la morcilla y el sabor que deja en el caldo la pelota de cocido, un dulzor, una textura amplia, que se beneficia más de la compañía mórbida de un blanco seco con crianza en barrica que de la fruta roja o el tanino de un vino tinto. De los cinco vinos, de distintos estilos (espumoso, tinto joven, tinto con barrica, blanco joven y blanco con barrica) el indiscutible ganador fue el blanco, un blanco serio, voluminoso, con cuerpo y un carácter envolvente. De ahí fuimos profundizando: alguno de los blancos riojanos de Miguel Ángel de Gregorio o Abel Mendoza, o algún Priorat dominado por la garnacha y el macabeo funcionan de maravilla, como los que hace Mas d’en Gil o alguno de los blancos de Mas Alta. Pienso también en un vino extraordinario para este plato: Majuelo El Espejo de Manuel Cantalapiedra. Claro, no son blancos al uso, afrutados y ligeritos. Son vinos de un equilibrio fantástico y de una vocación claramente gastronómica. Si quisiéramos optar por algo un poco extravagante, un blend de marsanne – roussanne del Ródano o un sémillon sudafricano también entraría en este juego. 

La gran decepción, y esto ocurre pocas veces, fue el champagne, que en esta ocasión no estuvo a la altura del plato. No siempre se puede ganar.

Pero volviendo a lo que me preocupa, parece que hoy tampoco hace frío. Y entonces, ¿cómo curamos la melancolía? Intentado convencer otra vez a dicho chef, que nos prepare otra vez un arroz al horno.

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