VALÈNCIA. La corporación Mirai, liderada por el empresario vasco José Antonio Jainaga, se lanza a la caza de empresas industriales valencianas solventes, principalmente sin relevo generacional, para gestionarlas y mantenerlas a pleno rendimiento a largo plazo. Así, su objetivo es invertir cerca de 80 millones en estas adquisiciones en la Comunitat Valenciana en los próximos tres años y generar un conglomerado industrial de ámbito nacional que en 2026 facture 500 millones de euros y roce los 2.000 trabajadores.
Este proyecto surgió en 2017 cuando ocho directivos de la siderúrgica vasca Sidenor, liderados por Jainaga y con Marco Pineda como director general, decidieron crear este brazo inversor con fondos propios para diversificar su negocio, pero de forma independiente a la compañía. A partir de ese momento, comenzaron a tantear el mercado de su región centrados en la búsqueda de compañías dedicadas a la transformación del metal y la electrónica. En este momento, Mirai cuenta ya con una cartera de 10 empresas, una facturación de más de 150 millones de euros y más de 500 puestos de trabajo.
"Empezamos tímidamente en el País Vasco porque conocíamos ese mercado por nuestra experiencia en Sidenor. En una primera fase, estuvimos muy ligados a la industria siderúrgica porque es lo que conocemos y nos gusta. Sin embargo, en 2022 el ritmo empezó a ser más sostenido y quisimos ampliar horizontes en otros sectores industriales. Por tanto, huimos de lo tecnológico porque tiene más riesgo y no lo dominamos", explica a este diario el empresario.
Ahora, Mirai mira más allá del norte de España y quiere ampliar su radio de acción a otras regiones como Madrid, Cataluña y la Comunitat Valenciana. "En El País vasco se iban agotando las oportunidades y ahora queremos expandirnos a otras zonas industriales. La región de Valencia es uno de nuestros principales núcleos por su carácter industrial", apunta.
Hasta ahora, el grupo ha invertido 75 millones de euros en la compra de empresas, pero la reinversión de los beneficios generados, sumada a los fondos propios y la ayuda financiera de entidades bancaria le permite tener el capital suficiente para ir incorporando nuevas firmas a su conglomerado.
Así, su búsqueda se centra en empresas con un Ebitda anual de entre 2 y 10 millones de euros y que, principalmente no tengan un relevo generacional para continuar con el negocio. Su modelo se basa en la adquisición del 100% del capital de las firmas o, en su caso, en la posesión de la mayoría accionarial para tener el control de las mismas.
"No entramos en las empresas como una inversión financiera para especular, sino para gestionar. Hay muchas empresas en este país que, por problemas de sucesión, sus fundadores no quieren seguir y no tienen relevo y buscan a un comprador que garantice el futuro de la empresa. Esos somos nosotros", remarca Jainaga. Por tanto, su intención es fortalecer e impulsar el crecimiento de sus participadas. De hecho, asegura que las compañías que han entrado a formar parte del grupo han crecido de media entre un 5% y un 20%.
"No somos private equity que busca únicamente asegurar una rentabilidad y vender en el corto plazo. Mirai no está en esa óptica, sino que entramos con vocación a largo plazo para continuar con el proyecto y hacerlo crecer", puntualiza Marco Pineda, director general de la corporación. Tanto es así, que la venta no se cierra por una cantidad fija, sino que se pacta una parte variable de la operación con el vendedor durante 3-5 años para que pueda comprobar el porvenir de la que fue su organización. Eso sí, Mirai reorganiza los mandos superiores de la compañía para escoger a los directivos, pero mantiene la mano de obra.
El foco de Mira estos años ha estado sobre el sector de la transformación del metal y la electrónica, pero ahora engrosa su campo a otros sectores industriales como la producción agroalimentaria, la economía circular o la cosmética, entre otros. "Queremos sumar sinergías entre las empresas del grupo porque hasta ahora las adquisiciones estaban muy desconectadas unas de otras", señala Pineda.
Su prospección por el mercado valenciano ya ha comenzado, aunque, por el momento, no hay ninguna operación abierta ni ninguna compañía valenciana integrada. Los empresarios aseguran que no han detectado fuertes reticencias, ya que destacan que su plan es sólido, de continuidad y a largo plazo, lo que genera confianza. Además, tras ellos existe una larga dilatada experiencia y conocimientos industriales, lo que, a su juicio, proyecta "seguridad".
"Por ahora estamos testando el ecosistema valenciano. Este año no creemos que podamos cerrar ninguna transacción porque cada compraventa precisa de entre 6 y ocho meses, pero la intención es acabar 2024 con dos operaciones en cartera en la región valenciana", admite Jainaga. "Estamos muy confiados en que, por el perfil industrial valenciano, vamos a encontrar muchas oportunidades porque peticiones nos han llegado, pero no queremos morir de éxito y que la deuda se desmadre, por lo que invertimos poco a poco", concluye. Y ello para cumplir su hoja de ruta que pasa generar un conglomerado de 400 millones en 2026 con 2.000 empleados y que el peso valenciano represente cerca del 20% del total.