VALÈNCIA. Ximo Albinyana (Museros, 1959) le pide a Edu, el fotógrafo, si los retratos pueden hacérselos en la puerta románica de la Catedral de València en lugar de la de los Apóstoles. Y allí, mientras un hombre con cara de antiguo toca un violín desafinado bajo el pasadizo que une el Palacio Arzobispal con la seo, nos cuenta que el Génesis está explicado sobre sus cabezas. En una talla están representados Adán y Eva junto al árbol del que nace el pecado. En otra está representada la creación de la luz, que es la sabiduría, la inteligencia, dice, y aprovecha, mirando ahora hacia el Palacio Arzobispal, que don Antonio Cañizares, a pesar de su fama de retrógrado, es una persona profundamente inteligente.
El Arzobispo de València le hizo el prólogo de sus poemarios religiosos. Porque Ximo es una persona con tantas caras que es capaz de dedicarle 150 poemas a los salmos pero también de escribir novela erótica. Es un hombre capaz de negar la existencia de Dios durante casi medio siglo y después proclamar que vivió una experiencia mística que le convirtió en creyente y beato. Y Ximo también es el político que un día tuvo que sustituir a Ciprià Císcar en un mitin, salió y le gritó al público que él era gay y que ya estaba bien de ser maltratados. "Y yo no soy maricón, pero es que ya estaba bien y quise ser el primer político en salir y decir que era maricón. Porque creía que era lo que se merecían, que alguien les representara".
Antes de todo esto, Edu le ha contado que viene de cubrir la llegada de Consuelo Císcar a la Ciutat de la Justicia y Ximo aprovecha el gancho de este matrimonio tenebroso para razonar sobre la corrupción que parece salpicar la política por todos sus flancos. "Antes no me lo creía, pero al final he tenido que reconocer que muchas de las cosas que hacemos nosotros, los políticos, están mal hechas. Hubo una época en que los políticos pensábamos que no era posible que hubiera corrupción. Y pensábamos que era una vocación, y una vocación temporal. Yo tendría que haber denunciado a algún compañero, pero no lo hice porque era amigo y porque quería pensar que no era cierto. Pero a mayor grado de responsabilidad, más facilidad hay de corromperse".
Y sin mediar pregunta pasa a exponer una coartada como si tuviera la necesidad de mostrarse como un hombre limpio. Su renuncia a un sueldo más cuantioso y la permanencia en su trabajo anterior a la política, en su caso en Bancaja. Y recuerda su legislatura como alcalde de Museros, su pueblo, entre 1999 y 2003, cuando cobraba 14.000 pesetas, una miseria, y contrataba a empresas por millones de pesetas, y que cuando se mueve tanto dinero, siempre surge la tentación de estirar la mano y coger un puñado, aunque solo sea un puñado. "En cierta ocasión, alguien del partido me pidió que eligiera a una de las personas que se presentaban a concurso para un proyecto. Yo me planté y le dije que no, que elegiría al que me pareciera mejor, pero, casualmente, salió elegido ese. Un mes después el compañero me dijo de irnos a comer. Subimos al coche, cogió un paquete, que yo no sé lo que era, aunque pesaba, y me lo dio. Entonces le dije: 'Para el coche. A quien te haya dado eso, se lo devuelves, y yo ya me vuelvo andando a casa'".
Su familia paterna proviene de l'Olleria, donde su padre tenía una fábrica de hacer sillas y donde sus antepasados habían estudiado, algo que les otorgó un estatus en el pueblo. Una posición que fueron perdiendo con el paso de los años. Mientras que la familia materna estaba formada por 'llauradors'. "Para resumirlo, que éramos 'pobrets'". Ximo nació en Museros y se crió en l'Olleria. "Y eso me sirvió para algo muy importante: la primera vez que me presente para alcalde, me criticaban que era de fuera. Y entonces entendí lo que significa ser extranjero, ser rechazado, ser 'foraster'... Y a pesar de que habían encerrado a mi abuelo por negarse a hablar en castellano y de haber nacido en el Carrer de Sant Vicent, el segundo más antiguo de Museros, era forastero y me rechazaban por ser forastero. Entonces sientes lo que puede llegar a sentir alguien de fuera y te imaginas cómo tiene que ser si, además, eres negro o chino".
Pero el candidato Albinyana acabó saliendo elegido en 1999 y entonces se propuso abordar un proyecto rompedor. "Mi logro más importante, además de hacer una escuela para discapacitados, fue acabar con la división del pueblo, que está partido por las vías del tren. Abajo vivían los 'xurros' y arriba, los 'pata negra'. Y muchos consideraban una desgracia que alguien de los valencianos se casara con otro de la parte contraria. Yo me propuse acabar con eso convirtiendo la zona de abajo en la parte comercial y moderna. ¿Qué pasó? Que la gente comenzó a ir para allá. El Gobierno anterior, además, hizo una urbanización rodeada de fábricas y yo acabé con eso también. Me acusaron de especular porque tenía un terreno allí. Y era verdad, mi abuelo tenía un campo allí, pero yo lo hice porque era necesario abrir la urbanización. Y repartí los actos de las fiestas por todo el pueblo en vez de hacerlo todo en la plaza. Y de esa forma acabé con la división".
Estamos en una de esas terrazas de la plaza de la Virgen donde han reaparecido los turistas. De fondo, repican las campanas como si fuera un día de fiesta. Ximo se ha pedido un café y una botella de agua que acaba cambiando por un zumo de naranja, aunque da la sensación de que lo hace porque queda más auténtico en las fotografías. Él habla siempre en valenciano y sufre porque el fotógrafo lleva mucho rato escuchando las preguntas y las respuestas. Ya no es alcalde de Museros y tampoco trabaja ya en Bankia, o como se llame ahora el banco, porque se jubiló. Pero no se ha movido de Museros, donde perdió a su madre en agosto. "Nací en Museros y, si Dios quiere, moriré allí".
De joven se puso a trabajar en la fábrica de su padre y a los 25 años, después de hacer la prueba de acceso a la universidad, se matriculó en Derecho. Después estudió Económicas y Teología. Y para tratar de dotar de coherencia a sus elecciones, para explicar que son materias elementales en la vida, viaja de manera imaginaria a Göbekli, en Turquía, y relata que en el Neolítico se levantó allí el primer templo de la Humanidad. Y que para construirlo, por motivos religiosos (Teología), tuvieron que pasar mucho tiempo en el mismo sitio y eso les obligó a ser sedentarios por primera vez. Y que al asentarse, se tuvieron que alimentar y que entonces es muy probable que descubrieran semillas que les podían proporcionar alimento y que así nació la agricultura (economía). Y si ya tienes agricultura y comercio, ya necesitas unas normas, ya necesitas el Derecho. Con lo que ya tienes las tres materias elevadas a fundamentales en la historia del hombre.
Menos precisa es su conversión de hombre agnóstico en hombre de fe. Primero duda y se queda unos segundos pensativo. Se nota que no le gusta la reacción que causa su historia, algo que ha experimentado ya demasiadas veces. Pero no tiene escapatoria y se arranca. "El cambio se produjo porque Dios quiso. Estaban pasando una serie de cosas que yo no tuve más remedio que aceptar que Dios existía. Yo ya era alcalde y tenía más de cuarenta y tantos años. Siempre había oído que la fe es creer en algo que no se ve, pero no, yo en este caso estaba claro porque lo veía. Era algo evidente, algo físico. La sensación es como un fuego que abrasa. Es algo que no se puede imaginar hasta que no se experimenta".
Ximo elige no escrutar la reacción a su historia. Ya la conoce. La ha visto multitud de veces. "Estoy acostumbrado a la incredulidad. Y lo entiendo porque, si me lo hubiesen contado a mí, yo tampoco me lo hubiese creído. Yo he sido un agnóstico militante y bastante beligerante, y necesité dos años para admitir la verdad". Mucho más efusiva fue la respuesta de sus amigos de la iglesia. "Lo curioso es que el cura de Museros tampoco me creía. Hasta que llegó un día y a él le pasó lo mismo que a mí. Este hombre, que se llamaba Vicente Segura, que ya murió y seguro que es santo, venía mucho a casa. Aunque mi padre intelectual es Alberto Biosca, otro sacerdote y un gran intelectual. También venía a casa y, como Vicente, no perdía la esperanza de que me convirtiera".
La fe no le alejó del socialismo, aunque algunos empezaron a contemplarle (y tratarle) como un bicho raro. Pero Ximo Albinyana llevaba mucho más tiempo que ellos en el partido. Desde que, siendo aún un adolescente, en los últimos estertores del franquismo, se afilió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en Xàtiva. Formé parte de las juventudes socialistas. Luego pasé al Partit Nacionalista del País Valencià -se fundó en 1978-, donde pasé mucho tiempo y donde formamos la Unitat del Poble Valencià. Luego volví al PSOE, y hasta ahora. He estado presente en muchas de las cosas que han pasado en este país y he visto cómo la política ha ido cambiando y hemos perdido algo de romanticismo".
Albinyana asegura que durante muchos años, hasta después incluso del golpe de Estado, ser de izquierdas era peligroso. "Y si eras nacionalista, como yo, más todavía. Yo he ido evolucionando. Al principio era nacionalista independentista. Hasta que te das cuenta de que en este pueblo no están por eso. Cuando más lees y más estudias, menos radical eres y más ves que las cosas no son blancas ni negras. Pero la gente, cuanta más categoría intelectual tiene, menos le interesa la política. Por ejemplo, Santiago Calatrava, que por mucho que digan es el mejor arquitecto que tenemos en València, no se le ocurriría jamás colocarse en la conselleria de Obres Públiques a dirigirla. ¿Y quién va allí? Quien no ha sacado nota para ir a ningún otro sitio. Lamentablemente. Y eso en un empobrecimiento enorme de la sociedad".
Nunca le importó nadar a contracorriente ni decir lo que piensa. Qué puede importarle a alguien que que se atreve con la poesía religiosa y, casi en paralelo, con la novela erótica. Un socialista que defiende y admira a Antonio Cañizares. Un verso suelto, sin duda.
-¿Y cómo encaja en el ámbito socialista un político de su cuerda que es beato y poeta?
-No encaja (y se ríe). La respuesta es que no encaja. A mí me saludan cuando me ven, me tienen cariño, se creen que soy una cosa exótica, pero yo sigo siendo de izquierdas, sigo pensando que la sociedad necesita mejorar, que hay que ayudar a los que menos tienen y es por eso que soy de izquierdas. Pero, en cambio, dudo a veces de que ellos sí sigan siendo de izquierdas.