Empieza el año y aunque prácticamente pasó desapercibido, el primero de los valencianos, el President de la Generalitat realizó el discurso de Año Nuevo desde el Palau de la Generalitat y, cómo no, mencionando a Vicent Andrés Estellés. Analizamos su intervención.
VALÈNCIA. En una intervención de poco más de nueve minutos y en una incómoda, por lo hierática, posición, Ximo Puig realizó un discurso institucional, correcto, mesurado y con una clara voluntad de concordia y cierto positivismo. Nada nuevo bajo el sol valenciano al que nos tiene acostumbrado el Molt Honorable. Alcanzó su meta personal y profesional y desempeña su papel de manera similar a la de alguno de sus predecesores, con una agenda cómoda de inauguraciones y visitas –dijo textualmente “he podido visitar decenas de empresas”–, donde siempre hay algo que celebrar o algún dato positivo que destacar.
El President habló de Cataluña y como siempre dijo verdades a medias, porque si bien es cierto que hay “crisis territorial (…) y existe una insoportable desigualdad entre personas según el territorio donde vivamos”, tal y como reconoció. Acto seguido consideró que existía un “proceso de recentralización” para atacarlo mezclando el recurso contra el decreto de sanidad universal que simple y llanamente no es competencia autonómica. Si acababa de defender que deberían tratarnos igual a todos, digo yo que será necesario que se centralice la gestión de ciertas áreas, porque si cada autonomía gestiona su parcela en sanidad, educación o seguridad, se busca la vida para extraer más del Estado central y ahí surgen las susodichas desigualdades.
Pero no fue la única confusión (intencionada) de su intervención, algo muy propio de los discursos políticos, generalmente prolijos y contradictorios a sabiendas que la audiencia poco va a discernir y sólo se quedará con algún eslogan o dato concreto, amén de la imagen que luego comentaremos. Otro enunciado que suena muy bien y no se compadece con la realidad fue el de “acuerdos entre el sector público y privado”. No lo dirá por la reversión en el ámbito sanitario que tiene en pie de guerra el sector y que no responde a criterios técnicos o de eficiencia, sino más bien políticos y de conveniencia, aún sabemos para quién exactamente.
El empleo, los salarios, los jóvenes, la atracción de talento, los agricultores y su falta de agua, fue el capítulo dedicado al trabajo. Como tantas otras veces, una simple enumeración de realidades objetivas, un recuerdo tan importante como ineficaz, porque no se anunció nada trascendental para estos sectores. Los planes e iniciativas se llevan realizando hace años y claro que algo sirven, alguna ayuda llega a su destino pero hay que reconocer que sigue habiendo paro y sigue afectando a las clases con menos formación académica y cultural.
En este aspecto, que mezcla la educación y el empleo, quizá faltaría incidir en algo tan básico como que el estudio, el esfuerzo y la disciplina dan sus frutos, especialmente en el ámbito profesional. También recordó la lacra de la violencia de género con excesivo rictus protocolario. Se supone que el asesinato debería mover a cierta indignación y contundencia, aunque se le criticara por exceso de naturalidad o vehemencia. Ahí la mención a la vicepresidenta fue también calculadamente protocolaria al no mencionar su nombre y sólo su cargo.
Ximo Puig utilizó algunos eslóganes que no siendo malos en su idea, no acaban de llegar al espectador por la forma de decirlos, no se transmitían con fuerza, con frescura, con ilusión, se notaba en exceso que los imponía el guión. Los más destacados fueron “la Comunitat Valenciana ha cumplido pero no se está cumpliendo con nuestra Comunitat”, refiriéndose especialmente a la reforma de la financiación autonómica. Y otro que parecía un yo me acuso en una confesión, y del que llegó a abusar a lo largo del discurso fue el de “soy consciente de…”. Lo utilizó para mostrar sensibilidad y hacerse partícipe de los problemas que tenemos, faltaría que un dirigente político no fuera consciente de lo que ocurre en su territorio.
La falta de pasión y convencimiento dejaba estos latiguillos que en políticos como Iglesias o Rivera se convierten en eslóganes casi publicitarios, en un texto bien pensado y redactado pero sin el impacto buscado. El entorno del Salón de Corts, muy solemne y de gran belleza estética no fue bien aprovechado por el President para transmitir mayor cercanía y la postura era excesivamente rígida y de quietud. El movimiento de las manos excesivamente corto y repetitivo, sin duda alguna todos estos detalles influyen en la percepción del receptor y la imagen que transmite. Estos gestos y matices se pueden aprender, pero no siempre es tan sencillo como algunos creen. Les deseo un venturoso 2018.
La magistrada apunta a irregularidades administrativas y al desequilibrio en la distribución del dinero, pero no aprecia ilícito penal