VALÈNCIA. A principios de año la Federación de Premios de Editores de España (FGEE) presentaba el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017. En él se apuntaba por un lado, un abandono de lectura entre los adultos de 25 y 34 años; y por otro, que el 85,5 por ciento de los niños entre los seis y los nueve años lee libros no de texto. Aún así, las cifras en la sociedad valenciana siguen siendo frías, ya que los índices de lectura se encuentran por detrás de hasta otras siete comunidades. La concepción del libro infantil, los nuevos modelos de familia y el impacto de la digitalización han demandado durante los últimos años un cambio en las bibliotecas, en su oferta y en la dinamización de sus contenidos, especialmente entre los niños y jóvenes que han crecido rodeados de smartphones o tablets. Según explica Néstor Mir Planells, trabajador de la Biblioteca Pública de València desde 2009, dicha sección ha sufrido "una revolución" entre sus gustos y demandas.
Es por este motivo que en el mes de marzo el escritor presentó un estudio al Col·legi Oficial de Bibliotecaris i Documentalistes de la Comunitat Valenciana (COBDCV) por tal de "encontrar nuevas herramientas para fomentar la lectura o conocer otros usos del espacio bibliotecario". Una solicitud que ha sido recientemente aprobada por el Col·legi y que favorecerá que Mir observe durante una semana una biblioteca infantil-juvenil del extrarradio de Montréal (Canada), en la Biblioteca Robertt-Lussier de Ville de Repentigny, donde tienen un espacio de co-creación superactivo. Así mismo, durante la semana siguiente recorrerá la red de Bibliotecas de la ciudad de Montréal de la mano de la presidenta del Colegio de Bibliotecarios de Quebec, Pascale Félizat-Chartier.
"Hoy en día el público familiar, padres/madres que van con hijos a realizar actividades conjuntas, exige una oferta cultural mucho más elaborada, mucho más orientada pedagócicamente. Ya no quieren dejar a un niño en un cuentacuentos solo para pasar el rato, quieren que sus hijos, y ellos mismos que están presentes, aprendan. Esta nueva visión del usuario también tiene que ver con la nueva concepción del espacio. La biblioteca pública se enfrenta a una gran revolución; tiene que dar el paso traumático de dejar de ser un contenedor de libros a pasar a ser un contenedor de ofertas de entretenimiento cultural y de aprendizaje. Esto es lo que los nuevos usuarios esperan de nosotros, porque si pensamos solo en términos de libros... las bibliotecas públicas y los bibliotecarios tienen los días contados", señala Mir.
"Además del cuentacuento tradicional, en estos años hemos creado una bebeteca, hemos implantado los cuentacuentos en inglés o las actividades especiales de Navidad y verano con talleres especiales. O también hemos potenciado las visitas escolares desde un punto de vista pedagócico. Sin embargo, una vez llegado a este punto, sentí la necesidad de que tenía que ampliar el marco de acción y para ello lo mejor era ver qué hacían en otros países", manifiesta Mir. Su objetivo pasa, de este modo, por hallar "nuevas herramientas e ideas para dinamizar la lectura, observar la distribición y utilización del espacio bibliotecario y sus nuevos usos, saber cómo se materializan y se ponen en marcha los grupos de trabajo, al igual que cómo se intercambian entre bibliotecas el trabajo y llevan a cabo tareas y proyectos conjuntos".
Así mismo, otra 'asignatura pendiente' son los usuarios juveniles: "En los últimos años hemos recuperado el público familiar pero sin embargo no logramos captar al público juvenil. Quiero ver que hacen en Montréal para captarlo o, si no es así, averiguar si tienen el mismo problema que nosotros. Un nuevo contexto en el que el público juvenil está siendo educado por los centros comerciales e internet".
El barometro de la FGEE también apunta como el porcentaje de lectores desciende en todos los medios a partir de los 45 años. Una cifra que se intensifica todavía más si hablamos del uso de las bibliotecas, donde solo el 18% de los encuestados -de más de 65 años- afirma ir alguna vez a algún centro de lectura. Desde esta preocupación parte otro de los proyectos que el COBDCV ha aprobado recientemente a la bibliotecaria Ana Valdés Menor.
Su trabajo despertó el interés de Lorena Chavez, una profesora de Costa Rica que se desplazó hasta Villena para conocer de primera mano el proyecto de Valdés. Y fue en ese intercambio de ideas cuando ambas se dieron cuenta de que las bibliotecas españolas abandonaban, de alguna manera, al lector de la tercera edad. "No hay nada en nuestro centro que se dirija directamente a los ancianos. En cambio, en Costa Rica trabajan mucho los contenidos para la tercera edad, dado que las personas mayores están muy disciplinadas", señala la alicantina.
Desde el convencimiento de adecuar los centros también a los mayores, Villena completará su trabajo asistiendo durante un mes a la Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad de Costa Rica. "Las bibliotecas son un agente social más, por eso es importante trabajar en dos fases completamente distintas, como son el antes de nacer y la última etapa de la vida", indica Villena.
Néstor Mil y Ana Vallés responden a una generación de bibliotecarios que quiere "mirar hacía fuera para ir en busca de nuevos proyectos". "Muchas veces el funcionariado olvida que la razón de su trabajo es ofrecer el mejor servicio a la ciudadanía. Queremos demostrar a la gente que estamos a su servicio y que vamos a ofrecerles proyectos muy interesantes, porque deben ver que somos un actor imprescindible para que mejorar la sociedad. No podemos seguir parapetados tras la seguridad del funcionariado, tenemos que salir a batallar por lo que es nuestro, el sector público", manifiesta Mil.