VALÈNCIA. "¿Podrás tenerlo para el martes a primera hora? Estaría bien que usases solo los colores corporativos. ¿Puedes hacerlo menos enfadado y más hipster?" Jorge Lawerta (València, 1983) lleva años dedicando su trabajo como ilustrador a agencias locales e internacionales, desde CuldeSac a GlobalWorks. El artista valenciano empezó su carrera como Diseñador Gráfico y Director de Arte, una decisión que le ha llevado a crear principalmente para encargos. No obstante, cada cierto tiempo trata de salir de la rutina para volver a generar su propio contenido. Una vuelta a su 'Zona de confort' que esta vez le ha llevado a inaugurar una nueva muestra en la galería Pepita Lumier. La exposición -abierta hasta el 7 de abril- se basa en los retratos, en las gamas de colores y en trabajos que Lawerta hizo siguiendo la inspiración del momento.
-Se suele decir que hay que salir de la zona de confort para crecer. En cambio, tú la entiendes como ese lugar al que un artista debe volver. ¿Por qué?
-En la ilustración siempre se trabaja por encargos, hay un cliente final y en el caso de la ilustración publicitaria, una agencia detrás. Así, el resultado de lo que hagas va a estar influenciado, para bien o para mal, por un grupo de personas: el propio consumidor, el director de arte y de cuentas... Esto hace que para mi la zona de confort sea un sitio de refugio donde puedo trabajar sin ningún tipo de exigencias ni presión. Sí que es cierto que comúnmente se considera como algo negativo, en el sentido de que un artista sea aburguesado, que se haya estancado en una práctica donde se siente cómodo y no evolucione. Pero, desde una vertiente más positiva, es un lugar en el que no te exiges nada más que disfrutar del proceso y del resultado.
-¿Debe un ilustrador volver a dibujar y pintar para él mismo cada un cierto tiempo?
-No es una obligación, pero sí una necesidad. Los diseñadores gráficos, ilustradores, fotógrafos o animadores, trabajamos por encargo y al servicio de un cliente porque nos gusta y estamos de acuerdo con lo que se nos pide. Sin embargo, hay que poder generar un discurso propio. Es algo que además sirve para explorar y poder crear un portfolio que quizá sirva para un futuro comprador.
-¿Acaban pareciéndose los encargos a tus creaciones? ¿Cómo puede mantener un artista su esencia?
-Cada ilustrador tiene una personalidad y una forma de gestionar el arte. Por ello, cuando un cliente te llama suele ser para que reproduzcas ese mismo estilo que han visto en ti, en algo nuevo. Yo empecé por amor al arte, que se suele decir, y eso me servía para vender una obra muy 'Lawerta'. El problema es que el consumidor, como resulta lógico, te va a pedir que hagas lo mismo que han visto, sin cambios. Algo que conduce de manera inevitable a la repetición o al copia y pega, porque si al final vende no hay otra. Por eso es importante ser consecuente con tu discurso y no intentar adaptarse a las modas. Lo importante es hacer una obra que sea honesta, porque esto es una carrera de fondo sin meta. Cada día es nuevo y hay que mantener la esencia.
-Tus obras destacan especialmente por los retratos y primeros planos. ¿Por qué te decantas por está opción?
-Al principio trabajaba mucho la tipografía y el lettering, pero lo que siempre me ha fascinado son las caras. Cuando voy caminando por cualquier sitio me suelo fijar en la cara de la gente y hay personas que me parecen muy llamativas para dibujar. Pero, a partir de ahí genero un personaje que no representa a nadie y que tiene una personalidad propia que yo le otorgo. Te diría que no hay nada más allá.
-¿Cómo se gestó la muestra 'Confort Zone'?
-Realmente el proceso arranca después de la primera exposición que hice en Pepita Lumier. Aquella vez trabajé el cromatismo y el colorido desde el mundo del futbol, fue bien pero después de hacerla sentí que me había acotado demasiado. Me había exigido hacer un número de piezas determinado, con las medidas muy claras, unos equipos sí y otros no... Todo bajo una misma unidad estética. Al final, me di cuenta de que los proyectos que más me gustan son los que me habían salido a través de la pura inspiración del momento. Decidí romper mano y empecé a pintar sin más para ver que salía. El resultado, ilustraciones inconexas que no había manera de unir, pero todas me parecieron interesantes.
-La exposición resalta por piezas muy coloridas, pero también las hay en blanco y negro. ¿Es fruto de esa improvisación de la que hablas?
-Totalmente. Me fascina la capacidad que tienen algunos artistas de con solamente un color y con una sencillez brutal generar obra que transmite mucho. Pero también, hay veces en las que veo que puedo jugar con el color y generar matices. Me ha ido por rachas y en el resultado se puede ver. No hay ningún otro motivo.
-¿Cuál es el papel de la ilustración en España? Y ¿cómo está la disciplina en comparación con otros países?
-No se cómo es la situación de la ilustración en otros países, yo lo veo de manera global. Tiene que ver más con la economía de cada lugar y cómo se mueve el negocio. En los últimos diez o quince años las redes sociales han influido en la popularidad de artistas y disciplinas. Ahora parece que un ilustrador poco a poco está asumiendo el estatus de un fotógrafo, porque han salido de un ostracismo en el que la gente solo conocía las ilustraciones de un libro y de alguna campaña, pero la autoría no. En España hay casos como el de Paula Bonet o Ricardo Calovo que han tenido una repercusión mediática exagerada para la profesión, pero que al mismo tiempo ha ayudado a que la industria se interese por este trabajo. Aún así me parece que es un boom, algo temporal que en unos años pasará y será otra la corriente.