La Valencia que no somos
Ahora que uno vuelve a pisar la arena fría de las mañanas frente al mar, a eso de las siete y pico, parece que revive la sensación de pertenencia
Ahora que uno vuelve a pisar la arena fría de las mañanas frente al mar, a eso de las siete y pico, parece que revive la sensación de pertenencia
Todos los días desayuno una tostada con tomate, un zumo de naranja y un café con leche.
¿Saldremos alguna vez de aquella València casposa y coenta o tenemos que asumir de una vez que en realidad la llevamos dentro? Esta misma semana Eduardo Zaplana ha vuelto al ojo del huracán en el marco de la Operación Lezo y yo no puedo evitar pensar en los fantasmas de una València de la que, me temo, no será tan fácil escaparse
Así tituló Manuel María Puga y Parga “Picadillo” un sesudo libro de recetas, que escribió con el fin de que sirviese –a él y a nosotros- como breviario gastronómico pasa la travesía de la sinuosa, compleja, sacrificada, dura y martirizada, pero siempre edificante, época de la Cuaresma.
Hace años, gracias a la rumbosa Raffaella Carrà, se puso de moda el juego de Si fuera o si fuese. Recuerdo que una noche lo practicábamos temerariamente junto a la chimenea, cuando uno de los participantes, refiriéndose a su novia, dijo: si fuera o si fuese una comida, sería unas lentejas con chorizo.
Vázquez Montalbán quiso que esparcieran sus cenizas en el mar para que sirvieran de cebo a las langostas del Cap de Creus. Allí en la cala Montjoi, frente a El Bulli.
Vivimos tiempos de surimi, de gulas, de sucedáneo de caviar. Vivimos tiempos de posverdad, y tan secuestrados estamos por ella que hasta transigimos en denominarla así, y no burda patraña, y no menuda trola que me estás contando, como hemos venido haciendo toda la vida
¿Qué cena pedirías si supieras que es la última? ¿Qué alimentos escogerías para que permanecieran contigo en esos postreros momentos, para que emprendieran junto a ti el desconocido viaje hacia la descomposición?
A veces creo que he leído libros que no he leído. He oído tanto sobre ellos, los he imaginado con tal detalle, los he reconstruido con tal veracidad en mi cabeza que, de alguna manera, creo haberlos leído.
Visitamos al principal proveedor de setas ecológicas de la ciudad para averiguar cómo se cultivan estas especies exóticas
Hay que comer para vivir, y no vivir para comer. Pero también es verdad que somos lo que comemos, y que una manzana al día, al médico alejaría, aunque claro, comer sin vino es comer mezquino y a falta de pan, buenas son tortas
El crítico gastronómico ya no goza del prestigio de antaño. El crítico gastronómico es una especie amenazada, en peligro de extinción. Salvemos al crítico gastronómico. Apadrina un crítico
Estamos en vísperas de la Navidad, dicho sea sin la debida precisión lingüística, sino considerando los numerosos días que la tradición ha decidido que transcurran antes de la Nochebuena bajo el signo de la fiesta y la celebración
¿Recuerdas, tronco, cuando le pedías a alguien de salir, o proponías ir a dar un voltio por los garitos con la vasca? (¿que viene Aranzazu? te preguntarían hoy, extrañados)
Zas, era inevitable que saliera la pregunta en algún momento: ¿es la gastronomía un arte?
Cuáles son las variedades autóctonas valencianas, dónde brotan y quiénes le sacan más partido en la cocina
Mi prima se comió una mosca una vez. Estaba hablando y masticando al mismo tiempo cuando la mosca entró en su boca, se mezcló con el bocado y desapareció en las profundidades de mi prima ante la estupefacción familiar, que no encontró nada que puntualizarle a la inconsciente insectívora.
Llega el otoño y las comidas de las que nos alimentamos sufren una importante mutación: allá quedaron las livianas ensaladas, las jugosas frutas, los suaves pescados y las blancas carnes, para dejar paso a los sólidos asados, las sabrosas salsas que acompañan a la caza o las confituras de frutos negros, rojos y amarillos que les procurarán un dulce contraste.