VALÈNCIA. "Músico, guitarrista, artista e improvisador", así se define en su biografía a Raúl Cantizano. Un artista adscrito y proscrito del flamenco que aspira a darle al género algo más: nuevas interpretaciones, otros estilos y posibilidades con las que alcanzar un universo transversal. Lo suyo no es el flamenco por 'la patria', lo suyo es la trangresión. Y sino que se lo digan a su compañero de escenario, Niño de Elche, a quien le lleva la guitarra. Los artistas empezaron a compartir sus inquietudes tras coincidir en bulos.net, una factoría experimental entre el flamenco y otras prácticas.
Ésta y muchas otras vivencias le han llevado a crear Guitar surprise: mito y geología del Canti (2017, Telegrama Cultural) un disco donde el músico se explora a si mismo para trabajar sus múltiples máscaras: del flamenco al ambient, de la experimentación al africanismo o del rock a la banda sonora. Algo de todo ello mostrará este mismo viernes, a las 21:00 horas, en un concierto en Bombas Gens, donde el artista se apoyará además en las instantáneas que el fotógrafo neoyorkino Joel Meyerowitz tomó de los Escalona, una familia de gitanos residente en Málaga. Su arte se mezcla una vez más en busca de nuevas prismas.
-¿Por qué fusionar tu trabajo con las fotografías de Joel Meyerowitz?
-Desde Bombas Gens querían unir el flamenco con una visión más contemporánea a través de las fotografías que Joel hizo de los Escalona en la España de los 60. Sus obras nos enseñan cómo la gente vivía oprimida por el franquismo. Una condición que desde la intimidad no se nota, pero que en la fotografía de calle queda totalmente plasmada. Joel estuvo viviendo seis meses con esta familia y descubrió el duende del flamenco. El lenguaje más oscuro y conmovedor, frente a la parte lúdica y alegre del género. Y mi objetivo también es éste… dar un paso más allá y trabajar desde el ruido, la improvisación libre y acercarme a la tradición inglesa de Fred Frith o la filosofía de John Cage.
-¿Hace falta conocer el flamenco más ortodoxo para comprender la música actual?
-No necesariamente, pero más que el ortodoxo diría que es el clásico. Ese flamenco que viene de la rebeldía, de una necesidad primaria de contar cosas y de posicionarse en contra de las estructuras establecidas. Esa oposición estaba muy presente en los sonidos de entonces, o igual es una idea romántica que a mí se me antoja. Pero al género de ahora le falta desde luego provocación, se ha quedado en los clichés y en una propuesta estándar.
-¿Encajas mejor en el flamenco de antes?
-Por mi forma de ser, sí puedo decir que no encajo con los patrones que sigue ahora la profesión. Se ha convertido en un flamenco ‘ombliguista’ . Mi cuerpo me pide atender todas las influencias que me llegan para buscar nuevas formas. Los músicos tenemos que incorporar todo lo que pasa por nuestro lado.
-¿Es además más amplio y versátil de lo que se piensa?
Sí, y ejemplo de ello son Rocío Molina, Juan Carlos Lérida o Niño de Eche. El flamenco no es un patrimonio inamovible, es un arte en constante búsqueda e evolución porque está en el presente.
-Ya bien por acompañar en la guitarra al Niño de Elche o por tu propia inquietud, en lo que propones también se respiran otras interpretaciones del género
-Mi búsqueda va hacía esa idea de sorpresa común, de lo interesante que es, tanto para quien interpreta como para quien escucha, toparse con algo inesperado. En el flamenco no funciona el estudiarse al cien por cien una partitura y ensayarla infinidad de veces. Hace falta dejar margen para el riesgo y la tensión para que se produzca flamenco. No solo es música, es una forma de relacionarse. De hecho lo que más me engancha es la capacidad que tiene de crear en colectivo, a la vez que sorprender. De ahí su idea del pellizco o del duende. Mi último disco Guitar surprise parte de todo esto.
-¿Hacía qué otros estilos crees que mira mejor el flamenco?
-El flamenco se entiende con cualquiera, pero en muchos campos es todavía virgen. Al igual que con otros estilos como el jazz, hay más diversidad en la guitarra que en el cante, donde no se ha notado tanto la evolución. Habría que incorporar poesía fonética, música oriental o experimental e improvisación libre.
-¿Explorar nuevos temas para descubrirte o para que no se te encasille?
-No estoy encasillado porque nunca he llegado a entrar en el flamenco. Digamos que he estado en la zona fronteriza. Llegué con unos veinte años y desde entonces no he sentido que formase parte del todo. Entonces ahora tampoco es mi intención salirme de él. Lo que me interesa es encontrarme a mi mismo, pero no desde el romanticismo, es algo más empírico. Quiero descubrir el artista que soy desde la práctica.
-A pesar de lo arriesgado que puede ser
-No es fácil salirse de un ‘cajón’. Cuando no perteneces a ninguna etiqueta es más difícil que, por ejemplo, te llamen para un festival de heavy, indie, punk o rock. Ni siquiera tú mismo sabes dónde colocarte. Pero quiero seguir proponiendo música desde un imaginario artístico que construya en mí.