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PROYECTOS QUE DINAMIZAN BARRIOS

Benicalap: laboratorio de ideas

21/02/2021 - 

VALÈNCIA. Si se pone la vista a las espaldas del mastodóntico esqueleto de hormigón que es el nuevo Mestalla, en el barrio de Benicalap, si uno se fija bien -algo inusual-, pasan cosas. O como diría aquel, los vecinos de Benicalap hacen cosas. No son enormes estadios en el aire, pero son concretas ilusiones arraigadas que poco a poco acaban cambiando comunidades. Aquí el aterrizaje de la cacareada innovación abraza la recuperación del patrimonio cultural e histórico, demostrando que la cohabitación entre ambas no sólo es posible sino deseable. Y más si cabe: promoviendo la germanor entre mayores y jóvenes, scouts y eclesiásticos, madres, padres y colectivos feministas, entre otros. En definitiva, el distrito 16 de València se ha convertido en un laboratorio de ideas al que mirar.

A nadie se le escapan los diversos problemas que arrastra Benicalap, apoltronado entre grandes avenidas, lugares de paso abanderados de la indiferencia. No han sido pocas las veces que vecinos han denunciado el estado de degradación de algunos enclaves, la falta de dotaciones, el alunizaje del tejido social por parte de las casas de apuestas, la epidemia de solares baldíos, de no-lugares donde sólo crece la miscelánea... "Hasta aquí no han llegado los aires de renovación ni el siglo XXI, y los problemas por el turismo masivo suenan a broma de mal gusto", escribía el periodista Carlos Aimeur en este mismo diario hace tres años y medio. Esta sensación no ha desaparecido del todo, aunque el viento parece que quiere cambiar. En otra dirección, todavía sin concretar, pero quiere hacerlo. Algo se mueve.

Se nota, por ejemplo, en uno de los puntos periféricos, donde ya sólo se ve huerta más allá de la Ronda Norte. La calle Salvador Cerveró asiste en primera persona al nacimiento de una rara avis en la urbe de València: ayudas europeas, solar municipal, una veintena de asociaciones y un proyecto común: Espai Verd, inaugurado el año pasado. Una de las asociaciones del barrio que ha impulsado la idea es Ultramarins 154. "En el barrio había diferentes asociaciones pero cada una iba por su parte, estaban un poco deslavazadas", explica uno de los miembros de Ultramarins, Juan Manuel Rodilla, quien ve en Espai Verd un motivo de sinergias y colaboración. Optimista con el barrio, Juan Manuel cree que la multiculturalidad de Benicalap es una oportunidad para convertirlo en una suerte de laboratorio donde llevar a cabo iniciativas rompedoras en la ciudad: "Si haces cosas, en seguida las asociaciones y la gente se suman".

Se ubica en un terreno de unos 1.900 metros cuadrados abandonados, de propiedad municipal. Aquí, como en otros solares vacíos, debería ir un colegio público. Debería, porque por el momento no hay ademán de poner un ladrillo en la Generalitat. Y no se prevé que haya en los próximos años. Por eso en el barrio decidieron hacer de la flaqueza, virtud, y presentaron la idea en el concurso de iniciativas vecinales innovadoras enmarcado en el proyecto europeo Grow Green y convocado por la Fundación Las Naves para el barrio. Fue la idea ganadora, y a ella se sumó otro proyecto premiado, el del centro cívico diseñado por la Asociación Arrelaires. Ambas se desarrollan en este enclave.

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Cercado con vallas de madera, Espai Verd resulta un oasis justo al lado del tráfico de la circunvalación. Pero al entrar parece que la carretera ni exista. Tapizado de hierba por doquier, lo que antes era una explanada degradada, hoy presenta una zona de huertos urbanos. 16 huertos urbanos para 16 asociaciones. En la zona central se ubica una suerte de bosquecillo, y en el otro extremo, se está instalando el centro cívico, que funcionará con paneles solares. "El listado de organizaciones involucradas en el proyecto es muy divertido, hay de todo", dice Begoña Almoguera, de Ultramarins. Colectivos como Mariposas Caóticas, los scouts del barrio, la parroquia, el AMPA del CEIP Ciutat Artista Faller, asociaciones de migrantes africanos, plataformas vecinales históricas o incluso la cooperativa Som Alimentació. Todos ellos son, entre otros, los encargados de gestionar el espacio. Algo "muy bonito", para Begoña, es precisamente esto: "Estás consiguiendo todo un entramado vecinal que se ponga de acuerdo para gestionarlo".

"Es una práctica que se hace en Madrid y Barcelona, y por supuesto en muchas capitales europeas", explica a este diario Begoña Almoguera, de Ultramarins: "El Ayuntamiento cede un solar para que lo gestionen los vecinos". Es todo un revulsivo para el tejido asociativo. "Por un lado, para participar obligas en cierto modo a la gente a asociarse, y además haces que las distintas asociaciones que ya existían, empiecen a trabajar juntas", dice. De hecho, el trabajo es todo voluntario, nadie cobra por ello. La ayuda europea va fundamentalmente al material. Incluso hay quien ha ido a ayudar motu proprio: "Hemos hecho llamamientos por Facebook y de repente se ha plantado gente a trabajar; gente que no quería huerto pero a quien la iniciativa le parecía bonita", relata Begoña. De hecho, el propio concejal de Innovación y presidente de Las Naves, Carlos Galiana, apuntaba que el proyecto tiene tres finalidades: generar vinculación con la huerta, impulsar el respeto por el medio ambiente, y reforzar el tejido asociativo.

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Por ahora, todo marcha como se esperaba. Todas las asociaciones tienen su llave y pueden emplear el espacio cuando deseen, aunque ahora con la covid no se está aprovechando lo suficiente. Por el momento, se ha ocupado un 25% del enorme solar con estas tres zonas, y se va a iniciar la plantación de más árboles. Y hasta se quiere instalar un rocódromo. "Hemos pedido en los presupuestos participativos del Ayuntamiento este rocódromo, estamos en la última fase de votación y a ver sí sale", cruza los dedos Begoña. Sería todo un éxito para la iniciativa. Raul Piqueras, miembro del AMPA, piensa de forma parecida a Juan Manuel: cree que esta zona "tiene mucho por aportar y mucho para crecer". Con todo echa en falta en el barrio presencia policial porque, al final, es "un recoveco" de la ciudad donde parece que los agentes nunca llegan y por eso, dice, Espai Verd le gusta: "Es una forma de conocernos los vecinos y hacer piña".

GrowGreen, cambiando Benicalap

Espai Verd salió del concurso ciudadano organizado por Las Naves, igual que otros planteamientos que se están llevando a cabo en el barrio con motivo del programa europeo Grow Green. Uno de los equipos que ha participado en la organización es el despacho Paisaje Transversal. El trabajo de participación vecinal fue su principal granito de arena: "Nos llamaron de València porque necesitaban realizar un proceso de participación", recuerda uno de sus miembros, Iñaki Romero. Su trabajo fue el de congregar al tejido asociativo para saber qué problemas había en el barrio, de qué espacios se disponía, y cómo aterrizar las ideas.

Pero Grow Green, que no sólo se está desarrollando en València sino en otras urbes como Manchester (Gran Bretaña) o Wroclaw (Polonia), es mucho más. Por ejemplo, en el colegio Ciutat Artista Faller se ha construido un jardín vertical que se retroalimenta con sistema hídrico del colegio y en el centro municipal de personas mayores se ha instalado una cubierta verde. Pero si algo se va a notar en las calles de Benicalap son el corredor verde, en la calle del Foc, cuya construcción ya se ha iniciado, y el bosquete sostenible que se ubicará en un descampado degradado tras el parque de Benicalap, entre la Alquería del Moro y la de la Torre.

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De la innovación a la recuperación del patrimonio

Por ahora, entre las dos alquerías, solo hay tierra y un cartel que anuncia la ubicación del futuro bosque. El entorno rejuvenecerá sin duda, especialmente porque a esta infraestructura verde se suma un hito de los últimos tiempos en el barrio: la Alquería del Moro ya está rehabilitada desde hace más de un año y tras varias décadas en el ostracismo. De hecho, la edil de Urbanismo, Sandra Gómez, aseveró recientemente que el bosquete "dará coherencia paisajística y natural" a las infraestructuras que, como esta alquería, se pretenden recuperar para "la memoria histórica" de la ciudad. Lo cierto es que ya empiezan a verse los resultados en este sentido.

Las obras en la alquería, que arrancaron en 2018 desde la concejalía de Gestión de Recursos que dirige Luisa Notario, costaron cerca de 1,5 millones de euros al objeto de recuperar lo que es un vestigio señorial del siglo XIII y que a finales de los años setenta había quedado deshabitado. Valencia Plaza accede al interior de la edificación, que se convertirá en sede del Consell de l'Horta, el organismo impulsado por la Conselleria de Agricultura para gestionar la huerta de València. En sus entrañas se revelan amplias estancias, salones donde habita el eco y grandes arcos, vinculaciones directas con sus orígenes señoriales. También hay rastros de época posteriores, cuando se adaptó para usos agrarios e incluso una de las habitaciones fue habilitada como cámara para criar gusanos de seda. Las camas de caña que se usaban para ello también han sido restauradas.

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Apenas hay que andar 60 metros al norte de este edificio para toparse con la alquería hermana, la de la Torre, deslucida por las pintadas, todavía en deplorable estado de conservación. Una fotografía a la que se le quiere poner solución también. El proceso es lento, pero va avanzando. El verano pasado, el consistorio contrató el diseño del proyecto de recuperación. En este caso, la idea del Ayuntamiento pasa por dedicarla a albergar un taller de gastronomía y un restaurante, según explicó en su día Gómez. Asimismo, se quiere ubicar allí una escuela de agricultura, así como habitaciones para los asistentes a los cursos, y una sala polivalente abierta a actividades de vecinos del barrio. Una forma más de dinamizar el vecindario.

Es una situación similar a la que vive en estos momentos el complejo que recibe el nombre del Casino del Americano. Un palacete con un inmenso jardín, ahora comido por la maleza, las roturas, los hurtos y las pintadas. Construido en 1869 bajo el nombre de "Casino de Megía" por orden de un militar granadino, el edificio es una reproducción de la arquitectura cubana indiana de la época. En los 80, se convirtió en escuela privada, y más tarde se hizo discoteca. Saudi Park se llamaba. Hoy, simplemente, es una mancha en el barrio que los vecinos piden limpiar. El proyecto de rehabilitación está en fase de diseño y la idea es colocar aquí una escuela de agricultura urbana.

El paseo por el patrimonio en Benicalap no puede acabar en otro sitio que no sea La Ceramo, centro simbólico del distrito. Pese a ser el único representante de los pocos restos industriales de mayólicas que se conserva en la actualidad, todavía no se le ha aplicado el correspondiente lavado de cara. Pero está proyectado, como en el resto de casos. Por el momento se ha sacado el concurso para elaborar el proyecto y más tarde deberán contratarse las obras. Con todo, antes de cualquier actuación, se buscarán posibles restos de la antigua Alquería de Cucala, situada presumiblemente en la zona actual de leñera; y, por otro, documentar estructuras relacionadas con la fábrica: un pozo de suministro de agua, antiguas cisternas o un posible refugio antiaéreo de la Guerra Civil, entre otros elementos.

Benicalap empieza a ver algunas luces. Por un lado, ideas innovadoras que, además de luchar contra el cambio climático y utilizar suelo baldío municipal, crean y refuerzan los lazos asociativos del barrio. Planteamientos, en todo caso, que aterrizarán en el barrio tras años de quejas por falta de inversiones y que, a su vez, se conjugan con los procesos de recuperación patrimonial. En algunos casos ya finalizada, como en el de la Alquería del Moro, y en otros, en vías -ya avanzadas en algún caso- de consumación. Si se pone la vista a las espaldas del mastodóntico esqueleto de hormigón que es el nuevo Mestalla, en el barrio de Benicalap, si uno se fija bien, pasan cosas.

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