VALÈNCIA. ¿Cómo afrontas la muerte de un novio que nadie sabe que tienes? Esta pregunta retumba entre las páginas de Entre dos tierras, un cómic que ahonda en las particularidades de lo que significa ser homosexual en un entorno rural. La historia toma vida prudentemente en el espacio y tiempo adecuado. En el momento en el que Jorge Pérez, su protagonista real, se junta con el dibujante Carlos Valles (del equipo Loopy Teller Studio) para generar este relato. Pérez pasó su adolescencia en Sinarcas, pueblo en el que mantuvo una relación con Marcos [nombre ficticio], un joven de València un poco mayor que él por aquel entonces. De los 13 a los 15 años de la adolescencia de Pérez estuvieron juntos, pero desafortunadamente un accidente de moto se cobró la vida de "Marcos" cuando este apenas era un adolescente. A partir de este momento Pérez se vio obligado a vivir un duelo él solo, ya que nadie sabia que era homosexual por aquel entonces, ni que tenía pareja.
La idea de este proyecto surge en parte gracias al marco de Residencias Artísticas de Joventut de València. Cuando a Valles se le plantea este proyecto confiesa que comenzó a pensar en cosas a gran escala, pero que luego se dio cuenta de que no era necesario ir demasiado lejos para encontrar una buena historia. De esta manera se puso a repensar en su vida, y así llegó a su amigo desde hace 10 años, Jorge Pérez, el protagonista del cómic. Para Entre dos tierras el foco del relato se pone en la idea de la “adolescencia tardía” que tienen los adolescentes en los pueblos: “Es un tema en el que me resultaba interesante poner el foco. Una realidad que por lástima sigue sucediendo al día de hoy”, aclara Valles. La confección del todo surge a través de una conversación entre dos antiguos colegas, tal y como lo define Pérez: “Nos pusimos a hablar de mi adolescencia en el pueblo y surgió esta historia, ciertamente tuvimos que hablar de muchas cosas hasta que este episodio que en su momento fue traumático saliera a la luz”.
Todo este desarrollo se ha podido contemplar a 10 años vista, cuando su protagonista asegura que “el momento del duelo ya pasó”. El relato se conforma con la intención de que nunca más un joven en el entorno rural pueda sentirse solo en este tipo de situaciones. Para Pérez fue una situación completamente desoladora, que a día de hoy recuerda como un amor secreto y a escondidas “como las películas pero sin música de fondo”... Una historia que si se relataba suponía colocarse una diana en la espalda: “No se puede hablar de un duelo como ese. Es ponerte a ti mismo en el punto de mira de todo el pueblo”. Otro de los objetivos, aunque no tan intencionado, es sanar al niño interior de Pérez: “Este cómic para mí ha sido como poder abrazar a mi yo de 15 años, en un momento en el que estaba completamente triste y perdido”. Esto se ha logrado a través de recursos narrativos, como el de representar a "Marcos" como un fantasma, logrando así a través de las viñetas generar diálogos que Pérez y él desearían haber tenido en su momento.
Para acentuar este relato Valles, junto a Rubén Rico (del mismo equipo), junta magistralmente blanco y negro con todos rosados, generando un relato mucho más allá del texto: “Queríamos que la idea se entendiera más allá del guión. El rosa tiene una función clave en las escenas de amor que se van relatando a lo largo del cómic”. Con este tinte el duelo busca salir de las páginas para generar un impacto en los jóvenes, con el motivo de que se sientan comprendidos. De momento el proyecto se ha presentado con unas 40 páginas, pero que se plantea ampliar de cara al futuro, tal y como lo asegura Valles: “Podríamos llegar a hacer un contenido de hasta 70 páginas, es una historia que da mucho de qué hablar. De cara al futuro planeamos seguir trabajando en este cómic y poder ahondar más y contar con nuevas perspectivas”.
En la realización del cómic es inevitable generar un diálogo propio entre aquellos que lo crean. En la primera entrevista entre Carlos Valles y Jorge Pérez salieron a flote algunos temas que llevaban muchos años en la retaguardia. Con el tiempo cómo mediador se pone en claro que hay personajes de la historia que han cometido errores sin saberlo. Sucede algo parecido con las nuevas definiciones del feminismo, que lejos de la crítica hacen que nos planteemos una revisión propia sobre actitudes pasadas. Lo mismo sucede en esta historia, en la que en una entrevista entre ambos compositores del relato se torna en realidad en una conversación necesaria sobre lo que pasó antaño, y se pone sobre la mesa el perdón, sobre todo a uno mismo.