Los recuerdos no pueden esperar

Haciendo radio con Jorge Albi

Entre 1984 y 1985 compartí programa radiofónico con Jorge Albi. Presentamos los discos que nos gustaban, entrevistamos a artistas que nos interesaban y lo pasamos en grande. Pero sobre todo, aquello marcó el despegue de uno de los locutores más personales y divertidos de la radio musical española

29/11/2015 - 

VALENCIA. Durante el servicio militar en Pontevedra empecé a colaborar en el programa radiofónico de un amigo civil de allí. Le recuerdo claramente presentando Seven views of Jerusalem de Teardrop Explodes, y también la fascinación instantánea que sentí por aquel grupo que para entonces ya no existía. A pesar de eso no me planteaba la radio como un medio en el que pudiera expresarme, pero cuando en agosto de 1984 llegué a Valencia, libre al fin, comencé a trabajar en una emisora local. Intervalencia Radio había pasado a manos de un grupo de empresarios entre los que figuraba mi padre, y la dirección corría a cargo de Esteban Leivas, al que siempre me refiero aquí y en todas partes como mi hermano mayor. Básicamente, mi función en la emisora era encargarme de la discoteca, responsabilidad que hasta entonces había corrido a cargo de Cristina Tárrega. Rehacer manualmente el fichero de los discos fue uno de mis cometidos, ya que los álbumes de Rolling Stones había que buscarlos en la letra S de Stones, y los de Aute por la E de Eduardo. Los de Serrat no recuerdo ya si estaban en la J, en la M o en archivados como country

La voz que vino de Dénia

Esteban me ofreció hacer un programa, pero dada mi falta de soltura –lo de Pontevedra no había durado lo suficiente para paliar eso- pensó que era conveniente compartir programa con un locutor experimentado. Esteban, que sí es un hombre de radio, estaba interesado en fichar a un locutor alicantino que le habían recomendado los chicos de Comité Cisne. Vivía en Dénia –pero nació en Alcoi-, donde realizaba un programa orientado hacia el pop, haciendo gala de una labia espectacular. A principios de septiembre conocí a Jorge Albi, que se vestía como si fuese a cantar en alguno de sus grupos favoritos. Además de voz, tenía mucha retranca y le echaba morro. Conectamos enseguida y enseguida quedó claro también que éramos muy distintos pero que, si los egos y los temperamentos lo permitían, podíamos complementarnos sin demasiados problemas.

Los bailes de Marte fue el programa de actualidad musical que hicimos Jorge y yo en compañía de otro locutor de la casa, Quique Serrano, que ejercía como dj en la discoteca Espiral de l’Eliana. Y por las noches, Jorge hacía por su cuenta La conjura de las danzas, el programa que acabaría dándole prestigio. Con él forjó su inconfundible manera de hacer radio todo el tiempo que pudo, que no fue poco. Pero su despegue fue en Intervalencia, de la mano de Esteban, y mientras esta etapa de la emisora duró –aquel equipo no llegaría a cumplir un año, cosas del empresariado local- , fue uno de los programas estrella.


Los bailes de Marte

Una de las cosas más llamativas de Jorge, además de que se peinaba igual que Julian Cope, era la capacidad que tenía para ligar. Más que para ligar, para conseguir estar siempre rodeado de mujeres que lo adoraban y mimaban. Tenía un club de fans femenino impresionante –me consta que lo sigue teniendo- y eso se traducía en amigas que le llevaban la merienda a la emisora o que le recogían para llevarlo a cenar, y cosas por el estilo. Los bailes de Marte dieron mucho de sí. Estábamos los dos bastante locos y hacíamos lo que nos daba la gana –poner el primer single de The Jesus & Mary Chain en una emisora comercial es lo que yo entiendo por hacer lo que te da la gana-; Jorge tenía un discurso lúcido y delirante a partes iguales y presentaba los discos que le gustaban con algo que solo puede definirse como pasión. Hubo varios hitos privados que dudo mucho que nadie recuerde salvo nosotros. Como cuando presentábamos la canción Young lions de Gabi Delgado, que en el estribillo susurraba en castellano “jóvenes como leones”, frase que inmediatamente pasó a formar parte del discurso de Albi y se convirtió en el grito de guerra de varias juergas y bastante noches. Jorge disfruta recordando mis coreografías –que a veces incluían amago de striptease- cuando sonaba Dead or Alive, sobre todo por la cara de pasmo del ingeniero de sonido, que no conseguía comprender lo que hacíamos por más que se esforzara.

Dulce radio de juventud

Trabajar con Jorge podía ser muy divertido pero yo soy un maniático del orden y él es hijo del caos. Era noctámbulo y solía llegar a la emisora minutos antes del empezar Los bailes de Marte, y eso era causa de fricciones. En aquella época Jorge compartía piso con Carlos Goñi y José Luis Macías, que empezaban a vivir el apogeo de Comité Cisne, así que no quiero ni imaginarme lo que debí a ser esa casa cerca del Mercado de Abastos. Así y todo, hubo momentos inolvidables. Gracias a mi experiencia en Madrid contábamos con saludos de gente como Pedro Almodóvar, Jesús Ordovás y Paloma Chamorro; tuvimos en el estudio, entre otros a Miguel Bosé cuando presentaba Bandido –a mí me gustaba, a Jorge no-, Alaska, Bernardo Bonezzi y Morfi Grei, con el que vivimos una jornada de esas que no se pueden contar así como así. Por no hablar de la noche que fuimos a ver a Lords of The New Church y acabamos en Arena Auditorium haciendo el indio con Stiv Bators. Por su parte, Quique movió los hilos para traer a Mari Wilson al estudio cuando vino para actuar en Espiral. Lo intentó con Siouxsie, que actuó en Espiral en otoño de 1984, pero, evidentemente, fue poco menos que imposible. También hubo alguna fiesta apoteósica, organizada en Barraca en colaboración con Carlos Simó, en primavera de 1985, que anticipó los festejos faraónicos que puso en marcha años más tarde para celebrar su programa en la misma Barraca.

Y como dijo Gabi Delgado…

Los bailes de Marte, Las conjura de las Danzas, Esteban, Albi, yo y casi toda la plantilla de la radio acabamos con Intervalencia en verano de 1985, aunque más bien fue al contrario. No mucho después, Jorge inició su etapa al frente de Barracabar, que se convertiría en uno de los bares fundamentales de la noche valenciana para lo que quedaba de década y los albores de la que vendría a continuación. También comenzó una nueva etapa en Radio Color de la mano de Vicente Esteve y, a principios de los noventa, daría el salto a Madrid para hacer radio en Onda Cero. Allí se trabajó también la noche, creando una especie de shangri-la nocturno donde combina su faceta de showman y su impecable gusto musical. Y allí sigue. Con toda su labia, su retranca y su look. Fue él quien me animó a volver a hacer radio –que, para qué vamos a engañarnos, sigue sin ser lo mío- y así comencé a hacer Nada especial. En cuanto a Jorge, mientras redacto estas líneas está en Cuba, siempre en inmejorable compañía y me comenta por Facebook que no olvide decir que seguimos siendo jóvenes. Como leones.