Venezia e Padova. Crónicas cocteleras

La nostra piccola vita in un grande cuore

Hoy es viernes de volver a viajar con los recuerdos que no queremos que vuelen. De trago en barra por Venecia y Padua, en dos sesiones y empezando por la coctelera, que ya se está agitando

| 03/02/2023 | 4 min, 26 seg

Nos vamos de copeo entre canales que iremos saltando con patitas andarinas y revoltosas. Descubriendo lo inesperado de un sitio que, por algún motivo raro, no había sido el más soñado. Y que sorprende siendo gloria tan callejeable como amable. Diversión detrás de cada rincón que es para perderse y no volver. Pero nos encontramos una y otra vez con ganas recrecidas de seguir viviendo a tope de ful en lo bonito. Y todo se vuelve presiozo cuando empezamos el recorrido con un bellini en Harry’s Bar. Parada necesaria por mítica, pase o no la crítica. Que, aunque el brebaje se encuentre listo de antemano y tan sólo seamos turistas poco avezados, nos encantan estas cosis. Fudismo enmarcado en fotografía en blanco y negro con su historia que se cuela por los poros de la piel. Conversación en esa barrita con todo el que decide pasar y no hay pesar, porque la aventura acaba de comenzar. 

Vamos directos a la otra punta de la ciudad mientras cae la noche. Con zigzagueo sin nada de mareo, porque nos encandila como candil que hace de guía. Alegría de la suerte que tenemos cuando alcanzamos la meta, que es The Bar, en el hotel Aman, y su dry martini. Perfección por ejecución y ese entorno que no tiene rival. Elegancia y clase a base de un servicio de los que son ballet. Con cada detalle que sí cuenta para que nos demos cuenta de que es nuestro puesto. 

Volvemos al nebloso impecable e implacable y habrá que buscar refugio. Nos dejamos caer rueda que rueda hasta las proximidades del que nos dará reposito. Pero antes nos muestra una puerta tentadora que esconde un restaurancito acogedor. Entonces, Vino vino nos recibe con cariño para tomar esa Grappa Mezzanella di recioto masi que será antesala del sueño. Y aunque se muestra compleja, no nos complicamos, que queremos disfrutar de su carácter con fuerza y sin más historias.

Ilusiones intrépidas

Nace nueva jornada llenita de ilusiones que en nuestra cabeza se convierten en canciones gondoleras. Mucho tute para un cuerpo que lo pide hasta que, como todo llega, toque parar y pensar. En el Metropole y con un old fashioned. Clasicismo y distinción en ambiente claro oscuro de comodidad que nos absorbe. Previa que alargaríamos horas, porque es lugar de observar y, simplemente, amar. Como lo hacemos. 

Surge desafío, que hay cachondeíto con nuestra falta de ser intrépidos. Nos revolvemos como gato panza arriba y de un largo zarpazo nos plantamos en el primero de nuestros retos, tomamos Il Palazzo Experimental y pedimos un negroni. Lo que siempre está rico y que resulta sorprendentemente fácil después de todo. Respiro que combina con acierto el trío imprescindible para darle a la vida ese puntito chisposo que no debe faltar. 

Un nuevo crepúsculo nos ilumina y se hace indispensable otro con solera de los que hay que conocer. Así que volvemos a lo de extraviarnos, pero poco, que estamos dispuestos a poner toda la carne en el asador para salir de este embrollo. Y lo hacemos al pasar por el umbral del Longui y pedir un manhattan. Calienta corazones cuando se sienten tan helados que parecen abandonados. Recogiéndonos los trocitos con discreción, cuidados que se agradecen hasta la próxima. 

Que es cumpliendo el otro reto de intrepidismo pendiente. De nuevo entre birujis de gélida humedad y antes de la última cena veneciana. Nuestro objetivo es Il Mercante y lo que caiga, que termina siendo un gimlet. Porque sí lo conseguimos y lo percibimos con la intensidad de atmósfera juvenil. Desenfado y mezcolanzas con el máximo cuidado. Chachareo delicioso de compartir con iguales para que todo sea distinto. 

Como lo es cada amanecer y más cuando es de otra expedición, que nos vamos a la bella Padua para recreo que no cesa. Barquito y trucutrú para ver si allí estás tú. Y no lo sabemos bien, pero de lo que no hay duda es de que es la hora o’clock de tomar unos negronis spritz en la Piazza della Frutta. Refrescante aperitivo que nunca sobra y menos en ambiente de divertido mercadeo. Con vistas a puestos de quesos y embutidos imposibles de tan ricos. Y van cayendo los tragos haciendo los justos estragos para que el remate sea perfecto.

En un Le Calandre que contaremos pronto y con post en calles atestadas de universitarios desatados, casi tanto como nosotros. Y con el repostaje de finalizar en Corte Sconta con la grappa Poli Bassano 24 Carati Oro. Fortaleza de adolescencia pasada que no quiere irse a la cuna. Fiestuqui bailona y ligoteos con risas y sin prisas, que queda mucho por sentir. Emociones que emocionan emocionantes y ayudan a seguir palante. Aquí y en dos semanas con vuelta a lo de los vinos en paisajes similares. 

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