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el callejero

Laura, la valenciana que vio la luz de María José Llergo

Foto: KIKE TABERNER
27/02/2022 - 

VALÈNCIA. En el jardín que hay entre el Muvim y la biblioteca de la calle Hospital, el tiempo va a otra velocidad. El segundero se ralentiza mientras los chavales, rodeados de árboles, hacen piruetas sobre una tabla de skate o se lanzan un disco de plástico como si estuvieran en una playa de California. Y luego está la gente que pasea al perro, dejándoles hacer mientras meten las manos en los bolsillos sin mucho más entretenimiento que observar los otros chuchos o pegar la hebra con otro paseante. Y allí, en un lateral, las ya célebres personas con cabeza de animal de Vinz, el artista urbano, observan desde lo alto de un mural cómo Laura Llamas trata de disimular con torpeza la vergüenza que está pasando mientras cuenta su vida, una vida que se interrumpió un segundo el sábado 12 de febrero por la noche mientras María José Llergo la zarandeaba con su voz de niña gitana desde el escenario del Palau de les Arts con un Goya en la mano. 

La artista cordobesa, en un acto de generosidad nada más haber ganado el Goya a mejor canción original, dedicó gran parte de su discurso, además de saludar a Penélope Cruz -"Hola, Penélope"-, a agradecerle a su representante todo lo que había hecho por ella. Y unas filas más al fondo, hundida en su butaca, al lado de Eduard Fernández, Laura Llamas, conmovida, lloraba y lloraba sin parar. Y aún hoy, pasadas ya dos semanas, le cuesta recordarlo sin removerse y sin romper a llorar.

A sus 43 años, Laura siente que, al fin, después de mil desvíos, ha encontrado su sitio, su oficio, acompañando la carrera artística de gente como María José Llergo, Big Menu, Odd Liquor y, desde hace poco, Alba Reche, la ilicitana que conquistó al público con su voz rasgada desde la casa de OT. Y hoy se le ilumina la cara hablando de lo que hace, de lo privilegiada que es por haber podido recorrer gran parte del camino con Llergo o de poder iniciar otro con Alba Reche. De los procesos, de los conciertos donde el público se emociona, de los viajes... Y del Goya. 

Foto: KIKE TABERNER

Laura es de esas valencianas que estudió Periodismo cuando solo existía el CEU San Pablo. "De las antiguas, de las de siete asignaturas por curso y muy poca práctica". Una vocación que brotó en la adolescencia. "Recuerdo que un día, con doce o catorce años, le dije a mi madre: 'Ya sé lo que quiero hacer, Periodismo'. Y no cambié de idea. Supongo que en aquel entonces me veía como reportera de guerra yendo a países lejanos... Pero luego me vinculé mucho con la televisión". 

Laura Llamas es de Campanar, donde creció bajo el ala un padre médico y una madre enfermera hasta que él se murió demasiado pronto, cuando la hija tenía 14 años, y un maldito cáncer de pulmón las dejó a ellas solas, unidas y haciéndose fuertes. "Somos una familia pequeña. Mi padre era de Madrid y no tenemos mucho contacto con esa rama, y mi madre tiene una hermana con solo una hija. Así que en mi familia hay bastante matriarcado; mujeres fuertes, independientes y empoderadas. Mi madre es una persona que físicamente parece muy frágil porque es muy delgada y siempre tiene una sonrisa en la boca, pero es mucho más fuerte de lo que ella misma se imagina. La vida le ha dado palos gordos y al final siempre consigue salir. Y yo me parezco bastante".

El machismo en el deporte

Después vivió quince años en Barcelona y hace dos regresó a València. Se instaló en el barrio de Arrancapins, a tiro de piedra de la estación del AVE y de la salida hacia el aeropuerto. Porque un tercio del año lo pasa fuera de casa. Pero también muy cerca de ese parque con ruinas extrañas donde siempre hay perros y jóvenes. Y del Perellonet, donde guarda la tabla de paddle surf con la que sale al mar por la gola antes de remar en busca de los paisajes salvajes de la Devesa de El Saler. 

Sus inicios fueron los típicos de cualquier periodista incipiente, un picoteo por diversos medios locales. En su caso, Europa Press, Valencia TeVe y Diario de Valencia, donde le hicieron un hueco en la sección de Deportes, que no era el destino soñado por una mujer joven y guapa a finales de los 90. "La verdad es que me encontré un mundo bastante machista. Aunque en ese momento no fui tan consciente, pero lo era. Muchas veces era la única mujer que había en la Ciudad Deportiva de Paterna. Y eso se notaba. Pero eran machistas desde los futbolistas hasta tus propios compañeros, que es más grave. Aunque también tuve compañeros extraordinarios". 

Esta periodista inexperta se encontró mucho más cómoda en Cultura y en la televisión. "Ahí pasé seis o siete años y hacías de todo: la producción, presentabas, editabas... Al final las teles locales son una gran escuela". Cuando iban a cerrar Valencia TeVe, se puso a mandar su currículo por todas partes. Uno de ellos llegó al Terrat y ahí contestaron porque querían incluirla en una especie de red de satélites que tenían por toda España para que, cada quince días, les mandaran informes sobre diseñadores, humoristas, actores... Con 27 años volvió a escribir para contarles a los directivos que ella estaba dispuesta a mudarse a Barcelona. Y la llamaron.

Laura llegó con un contrato de tres meses para trabajar en un programa sobre sexo que se llamaba Todos a 100. Sin duda, lo más turbio de su pasado. "Eso fue bastante 'heavy'. No lo volvería a hacer. Ver el mundo del porno desde dentro es algo que ahora me negaría a hacer. Eran reportaje a actrices y actores porno, un día ibas a un rodaje de Nacho Vidal... Duro. Duro porque es una industria sórdida y con un maltrato absoluto a la mujer". Por suerte solo duró tres meses y su siguiente cometido ya fue trabajar con Andreu Buenafuente

Foto: KIKE TABERNER

Un perrete simpático se acerca a sus pies y Laura interrumpe la entrevista para saludarlo y hacerle unas carantoñas. Cae la tarde y cada vez hay más perros vaciándose bajo los árboles. Hace calor y Laura ha dejado el abrigo doblado y con el forro hacia fuera. Sí, es de esas. Viste con un estilo indefinido, entre moderna y elegante, intencionadamente ecléctico. Unos zapatos de medio tacón, unos tejanos con los bajos deshilachados, un jersey azul y una chaqueta 'oversize'. Va bien pintada y muy bien peinada. Y lleva unos complementos gruesos y dorados casi casi de rapera.

El Chikilicuatre, un fenómeno social

Pero estábamos en Barcelona. Son principios de 2008 y en el programa de Buenafuente en La Sexta está a punto de nacer el Chikilicuatre. "Esto fue un fenómeno social. David Fernández venía cada cierto tiempo al programa e improvisaba un personaje. Ese día, llegó al almacén, cogió la peluca y la guitarra, y puso esa voz. No había nada estudiado. Otro día volvió y, como el personaje daba buena audiencia, crearon la canción. Me acuerdo que ese año podías subir las canciones a internet para optar a participar a Eurovisión y la subimos, pero para hacer una broma". 

La broma hizo gracia y la canción resultó elegida para representar a España en Eurovisión con casi el doble de votos que La revolución sexual -hoy convertida en un clásico- de La casa Azul. "Y nos fuimos a Eurovisión. Yo le acompañaba a todo. El festival era en Belgrado y nos tiramos allí doce días ensayando como si David fuera una rock star. Era todo como si vivieras una ficción. Ellos decidieron que iban a ir siempre disfrazados y así acababas bailando la canción en la casa del embajador. Pero se acabó pronto. David prefirió seguir con su vida antes que ganar muchísimo dinero". 

Foto: KIKE TABERNER

Uno de los últimos días, David Fernández, ya sin el disfraz del Chikilicuatre, cogió a Laura y le dijo: "Prométeme que algún día trabajarás en la música". Aquel ruego fue premonitorio. El siguiente empleo fue en Sones, una discográfica centrada en la música indie. Pero cerró y hace cuatro años se sumó al proyecto de Palo Alto, un espacio de Barcelona que el primer fin de semana de cada mes combina la venta de un market con algo de gastronomía y música. Laura Llamas se encargaba de la comunicación y de programar los conciertos. 

Un día, husmeando por YouTube, se encontró un vídeo de una chica a la que no había escuchado jamás. La canción, Niña de las dunas, era preciosa y la artista, que se llamaba María José Llergo, estaba en Barcelona, casualmente, estudiando en la Esmuc (Escola Superior de Música de Catalunya). Así que Laura decidió anunciarla un día en Palo Alto y, además, le consiguió su primera entrevista en un medio, en Mondo Sonoro. "Cuando el periodista, Yeray S. Iborra, y yo la escuchamos hablar, nos quedamos muertos. Nunca había escuchado a una chica tan joven -25 años- hablar con esa coherencia, con esa madurez, con esa verdad... Nos quedamos muertos. Y tuvimos mucha conexión María José y yo". 

El domingo de la actuación en Palo Alto, Laura Llamas tenía una boda, así que no tenía previsto pasarse, pero en el último momento decidió ir a verla. Su voz, sus ojos y su presencia la traspasaron como si le hubieran clavado una katana. "Ocurrió algo que no me había sucedido nunca con nadie en la música, nunca... El técnico de sonido acabó llorando, el jefe de producción llorando, gente del público llorando... El impacto que tenía en la gente era increíble". 

Laura se fue a la boda y María José, a su casa. Pero el recuerdo de aquella chica cantando no dejaba de retumbar en su cabeza. Así que no paraba de hablarle a todo el mundo de ella. Le contaba a sus amigos que le encantaría trabajar con ella, pero que no sabía cómo ayudarla. Hasta que un día se lanzó. Quedaron y le soltó: "María José, me gustaría caminar a tu lado con lo poco o lo mucho que sé, con mis contactos, quiero estar a tu lado en este proceso". 

Ella no lo dudó. María José Llergo le contestó que tenía clarísimo que tenía que ser ella. Antes lo habían intentado otros sin éxito. Iban y le decían: "¿Quieres triunfar?". Y la cantante cordobesa les explicaba que no habían entendido nada, que no sabían quién era ni lo que quería. Y así empezaron.

El Goya y la bella dedicatoria

El éxito no se hizo demorar y la artista se tuvo que ir a vivir a Madrid, donde se mueve todo. Mientras, la madre de Laura Llamas, que había rehecho su vida, vio cómo otro cáncer de pulmón se llevaba también a su segundo marido. Otro golpe. Así que su única hija entendió que era el momento de volver a València. En febrero de 2020 llegó cargada de trastos y la gira de María José Llergo en la cabeza, incapaz de saber que un mes después el mundo se iba a detener por un virus nacido en China. 

El día que acabó el confinamiento, Laura cogió el coche y se fue al Perellonet a por su tabla. Un rato después estaba metiendo la cabeza dentro del mar, dejando que le envolviera el silencio y la paz del Mediterráneo. Tiempo después recibió una llamada. La productora de la película Mediterráneo pedía permiso para incluir Nana del mar en la banda sonora. Pero Laura se sentó con María José Llergo y le propuso crear una canción nueva para ellos. Así, además, podría optar al Goya a la mejor canción original. 

La cantante de Pozoblanco es una artista total que compone sus letras y las melodías. Tiene la carrera de violín, ha estudiado en el Liceo y posee una gran formación. Así que las dos cogieron y se marcharon unos días a Almería, al Cabo de Gata, para ver de cerca el problema de la inmigración. Allí visitaron los invernaderos, se encontraron barcas pinchadas, precarios chalecos salvavidas tirados por el suelo. Todo eso le llegó al alma y alimentó Te espera el mar

Semanas más tarde, durante una videollamada, Laura Llamas le contó a su amiga que acababan de nominarla al Goya por esa canción. María José Llergo no se lo creía. Y Laura insistía. "Que sí". Y la cantante: "Que no puede ser". Pero sí podía ser y el 12 de febrero se escuchó su nombre. Era la ganadora. 

Foto: KIKE TABERNER

Aquel sábado fue uno de esos días de ensueño. La productora de Mediterráneo le había pedido a la representante que buscara un sitio para que comieran todos los de la película. A estos se sumaron los amigos y la familia de María José y de Laura. Su amigo Maqui les reservó la terraza del Pastoret, en la carretera d'En Corts, de donde ellas dos tuvieron que salir disparadas después de comer porque a las seis pasaban a recogerlas. "Antes de salir el nombre de la ganadora, recuerdo que María José estaba temblando", rememora Laura Llamas. Luego sonó y llegó la dedicatoria.

 Y qué dedicatoria. 

María José Llergo subió al escenario con su enorme cola azul y, tremendamente emocionada, dijo: "València siempre me trae cosas buenas y la cosa más preciosa que yo tengo en mi vida es una compañera de viaje. (Se lleva la mano al corazón y sigue). Es Laura Llamas, mi manager. Laura, tú me viste cuando nadie me veía; creíste en mi luz cuando ni yo misma lo hacía. Y viste esta cosa que me hace cantar antes de que yo fuera consciente de que me pudiera traer a sitios tan bonitos como este, y yo quiero que me lleves donde el arte y la música quieran, pero que siempre sea de tu lado". 

Foto: KIKE TABERNER

Laura llora solo de recordarlo. Le cuesta hablar. Y para. Lo vuelve a intentar. Y vuelve a parar. "Esa generosidad es lo que hace grande a María José. Es esa verdad que lleva por delante. Creo que estamos tan faltos de esto que cuando ves esa espontaneidad, te rompe. Y yo no se lo puedo agradecer más. Al final ella es mi familia". El día se alargó mucho. Un poco antes de las tres de la madrugada llegaron a la Golden junto a los miembros de Derby Motoreta -también estaban nominados-, donde esperaban los amigos de las dos. Habían visto la gala con unos proyectores que habían llevado a la discoteca y luego siguieron celebrándolo. 

Su madre no lo vio. No lo vio en el momento, al menos. Unos días antes se había roto la cadera y por eso estaba en casa de su hermana. Ni los Goya pudieron con sus hábitos y a las diez se fueron a la cama. Su madre, Dolores, a quien la gente llama Keka porque de joven le decían que era una muñeca, está delicada, y esa es una de las razones por las que Laura Llamas ha vuelto a València. "Por eso y porque necesito un campo base tranquilo. Madrid, a mí, me consume la energía y, en realidad, está a menos de dos horas de aquí". 

Laura cuenta su vida y se le ilumina la cara cuando llega al capítulo de María José Llergo. No hace falta que verbalice su felicidad. Salta a al vista. Aunque aún tiene puntos por mejorar. Como aprender a parar. Dónde quedó aquella joven que en vacaciones cogía la mochila y se iba tres semanas a destinos exóticos. El año pasado solo se concedió una semana, en octubre, para irse a descansar a Lanzarote. Y ya está. 

Quizá por eso se tatuó en la muñeca el símbolo del forward, para tirar siempre hacia adelante. En el antebrazo lleva dos margaritas porque es la flor preferida de su madre y porque así siempre estarán unidas. Y detrás, en la rabadilla, dice que tiene unas olas porque ama el mar. "Es mi terapia. En el agua flotas. El mar quita la gravedad de las cosas. Así que cuando estoy mal, me voy al mar". 

Aunque cada vez va menos. Estos días ha iniciado una ruta por Barcelona, Cornellà y Madrid. Ya está pensando en el viaje a Los Ángeles y Oporto con María José Llergo. En otro a México con Alba Reche. Porque da la sensación de que el forward se ha quedado apretado para siempre. Porque Laura Llamas no sabe parar. Y así ha sido toda su vida.

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