EL MURO / OPINIÓN

Llegan los cambios

6/08/2023 - 

Comienzan las fichas, esto es, cambios, destituciones/ceses y por tanto nombramientos en la parcela cultural. De momento, municipal. Valientes. En pleno mes de agosto. Así que, de paso, mucho menos ruido y repercusión que si fuera en octubre, recién llegados de la canícula. Esto se anima.

Lo primero en llegar ha sido en el Palau de la Música. Cae Vicent Ros y entra en su puesto Vicent Llimerà. Ya está. Es, de momento, lo que ha trascendido, que ya es. Lo que por un lado nos indica que eso de los concursos públicos de méritos sirven para bien poco -habrá que poner barbas a remojar- y que lo que se avecina puede llegar a ser muy divertido para el espectador.

Es la réplica sísmica de unas elecciones. Como aquí nadie ha confiando en la verdadera profesionalidad de los cargos a lo largo de la historia y sí en el peso o la representación política pues es lo que nos espera. Luego vendrá la Mostra, y cuando los de Vox se aclaren con lo suyo vendrá la cascada y el lío. De momento, los gestos dicen más que los hechos. Y mira que están claros. No hace falta inteligencia para entenderlo.

Lástima que como por aquí todos han estado bendecidos por lo subalterno o también conocido como subvención, pues el ruido tardará no sea que uno/a caiga en desgracia y el universo barbie se desplome hasta el infinito y más allá.

Era o es lo esperado. No esperarán milagros, aunque yo animaría a ser prudentes y cautos a unos y otros para no hundir la situación hasta límites insostenibles e irrecuperables, aunque ya puestos las batallas van a ser de armas tomar. Es, como ya dije en su día, la consecuencia de una política de compadreo y beneplácito, de creerse eterno. Ahora yo, y luego tú. Y así vuelta a empezar.  Algo que nunca me ha gustado. Pues ya lo tenemos aquí.

Cierre temporal innecesario

Lo del Palau de la Música tiene su historia y sobre todo grandes retos. Andan, según cuentan, muy nerviosos por Les Arts, como en À Punt. No me extraña. En este mundo de Dios hay que ser prudente y guardar siempre las formas. La denominada “cultura” metida en manos políticas tiene esos riesgos cuando uno/a cree que será enterno/a. Es el primer error. Más aún cuando no han demostrado apenas nada más allá de la supervivencia individual. El hecho en sí.

Decía que lo del Palau de la Música y su historia porque después de cuatro años de cierre temporal innecesario si se hubieran hecho bien las cosas a lo largo del tiempo el equipo entrante va a comenzar un nuevo reto. Sin ataduras ni obligaciones. Y eso sí resulta apasionante. Al menos para comprender y entender la historia y saber qué sí y que no se debe hacer de aquí a nuestro futuro inmediato. Y de paso generar nuevos retos desde la medida de las cosas y sobre todo la racionalidad de la gestión. Nos la jugamos todos llegados a este punto. Pero los anteriores dejaron el asunto tan fallido que como dice el refrán hay que ser optimista porque peor no se puede hacer. Es más, salieron corriendo.

A mí me gustan los retos. Tirar de imaginación. Pero no es lo mismo gestionar enseñanza que toparse con profesionales de altura y sobre todo sindicatos. No es lo mismo torear a buitres y agentes que programar desde la independencia. Y menos aún tener que hacerlo bien porque en juego hay muchos millones.


En el caso del Palau de la Música la gracia está en que es como empezar de nuevo aunque el auditorio lleve casi cuatro años cerrado. Pero es así. Parte ahora de cero y como primer gran reto no está la programación o programaciones sino darle coherencia a un espacio que parece maldito y han dejado hecho láminas. Algo así cómo tener que recuperar el equilibrio entre lo público y lo más público todavía: desde una orquesta a un personal que ha perdido fuelle después de tantos años de peregrinaje inconexo por la ciudad como si fuera Job por el desierto. Pero sobre todo recuperar a un público y disputar la hegemonía a un Palau de les Arts que económicamente va a notar el freno a ingresos extras por el alquiler de espacios durante todos estos años.

Pérdida de abonados y fieles

El Palau de la Música ha perdido un buen número de abonados y fieles que también habrá que recuperar. Ahí está el primer hándicap. Algo así como que los espectadores recuperen la confianza en un espacio que fue buque insignia durante lustros y ahora está de nuevo en la casilla de salida.

Después de cuatro años de obras, lonas y desmemoria, parece que todo está una vez por construir, algo a lo que estamos acostumbrados por estas latitudes. Más o menos lo de siempre. Con caras nuevas, por supuesto, pero también retos y ambiciones múltiples que no se ganan en un día, ni en un lustro. Menos en una década. Ahora entenderán algunos lo que nos ha dejado una política errática y caprichosa sobre la que ya sobrevuelan todo tipo de aves peligrosas.

¡Ohh, la Cultura!

Noticias relacionadas