Hace 40 años nacía uno de los personajes más importantes de la historia del tebeo desde la Transición: Makoki. La Cúpula celebra la efeméride con la recuperación de "Fuga en la modelo", una de sus mejores aventura
VALÈNCIA.- Hace ahora 40 años, en 1977, antes incluso de que se aprobara la Constitución, se publicaba en Disco Exprés la primera aventura de un personaje que pronto se haría mítico: Makoki. Nacido de la adaptación de un relato breve de Felipe Borrallo, Juanito Mediavilla y Miguel Gallardo lo convirtieron en el símbolo de la llamada línea chunga. Ahora, coincidiendo con la reedición de Fuga en la modelo (La Cúpula), Gallardo aprovecha un alto en el Splash Sagunt para recordar con Culturplaza aquellos años tan felices.
– Para mí, la gran pregunta es si sigue haciendo gracia o es que los que lo leímos en su día aún nos estamos riendo de la risa que nos hizo. Y sé de más gente que tiene la misma duda.
- Es cierto, eso pasa y creo que es que Makoki aguanta muy bien. Ahora hace 20 años de Fuga en la Modelo, pero hace 40 de la primera página de Makoki, y yo aún me encuentro fans de todas las edades. Una vez, en el Instituto Cervantes de Atenas iba a presentar María y yo y el director casi se postra a mis pies. La última vez me saludó el director de mi sucursal de banco y se declaró fan irredento.
– Qué horror, con que gente te mezclas.
– Sí, es que Makoki salió en una época muy loca en la que la gente se lo pasaba muy bien y fumaba muchos canutos, y cuando vuelve a leerlo le recuerda a esa época y aflora lo mejor de cada uno. Pero aparte hay que reconocer que estaba bien. Mediavilla era un guionista de cojones. El tío llevaba los bolsillos llenos de papelitos, escuchaba una cosa y la apuntaba. Era muy buen dialoguista y luego sabía unirlo todo muy bien. Sonaba real y la gente se identificaba con los personajes y ahora le recuerda mucha a sus mejores tiempos.
– Has contado más de una vez que los personajes que salen, la’ basca’, en su mayoría, eran gente que conocíais.
– Sí, era gente que pasaba por casa. Vivíamos en una especie de piso franco y te podías encontrar a cualquiera. Una vez me levanté y en la habitación de los tebeos —la llamábamos así porque había tres tebeos, todos los que teníamos— y nos encontramos durmiendo al Gran Wyoming y Paracelso, su grupo de entonces. Supongo que alguien los habría invitado. La gente venía, se quedaba, los tenías que echar. Y nosotros, mientras, a dibujar tebeos.
– El tío Emo, por ejemplo ¿existía?
– Sí claro, era un amigo de Juanito (Mediavilla) de Burgos. La parte física no se corresponde con él pero el espíritu sí. Tampoco era un ultraderechista como en el cómic, más bien un desnortado de esos que la liaba en cualquier sitio. El Comecocos era uno que prácticamente vivía en casa. Otros como Morgan eran más arquetípicos, esa gente que hay en todas las pandillas. Era el bruto, como el Goliat del Capitán Trueno.
– ¿Alguien de 20 años entendería ahora Makoki?
– Mi novia tiene 20 años menos que yo y hace unos años se los di a leer. Al principio, no entendía nada, pero luego le pilló el rollo y se partía de risa. Hay que añadir que tampoco se puede decir que antes se entendieran mucho. La verdad es que sería interesante preguntar a alguien de esa edad a ver qué opina.
– Claro, es que hay que entender la época, si no parece un sinsentido. ¿Cómo se la explicarías a un joven?
– Sí, ya partiendo del personaje (un tipo que se fuga del frenopático y va por ahí con la bata y los cables del electroshock colgando) era un poco particular. Pero corresponde a un momento político y de todo muy concreto, cuando Paquito acababa de faltar y los políticos todavía no habían copado hasta el último rincón de la vida pública. Yo lo viví en Barcelona, pero creo que fue igual en toda España. En esos cinco años, hasta que los políticos se hacen con las riendas de todo, Barcelona era un descontrol total en el que coincidían lo nuevo y lo viejo. Si querías pillar costo te ibas al barrio chino y estaba el típico lejía de toda la vida o la señora que vendía tabaco y costo. Makoki es hijo de ese ambiente, ahora no tendría nada que hacer como personaje, los delincuentes de ahora llevan corbata, tienen categoría.
– Pero si se ha hecho una recopilación integral o se ha reeditado dos veces ya ‘Fuga en la Modelo’ es porque aún interesa.
– Bueno, la recopilación se quemó. Es decir, la editorial los quemó porque no se vendían y ocupaban espacio.
– Queda muy poético.
– Yo, la verdad, hubiera preferido que se vendieran, sobre todo por razones económicas, pero tengo varias anécdotas de esas. Te mandan la carta y te dicen que van a destruir los libros y que si quieres alguno, que avises.
–Si toda la gente que dice que leía Makoki en su época hubiera comprado un ejemplar con 25 años habrías sido multimillonario.
– Sí, de hecho la gente piensa que soy millonario pero no. Lo que sí pasa es que cuando voy por ahí, la gente me viene con un Makoki todo mostoso que es el que compraron hace nosecuantos años y lo guardan como una reliquia. No es tanto que se leyera mucho como que los que lo leyeron lo mantienen vivo. Una vez en Colombia prácticamente me secuestraron unos fans y me llevaron de fiesta hasta que me pude escaquear. Por lo visto en la época llegaron algunos Víbora y tenían a Makoki idolatrado. La verdad es que no sé cómo lo entendían, pero también se publicó en Alemania así que...
– Un mito, y como tal como su leyenda. En el caso de Fuga en la modelo incluso tiene su propia leyenda urbana.
– Como en la época no había google me fui al Colegio de Arquitectos y pedí los planos de la modelo de Barcelona para documentarme porque no había ni fotos ni nada ¡Y me los dieron! Dicen que alguien le cambió las tapas y lo metió de estranjis en la cárcel y que unos se fugaron gracias a mis dibujos. Seguramente es mentira, pero yo quiero creer que es verdad.
– En realidad, lo mejor del álbum es la primera parte, El Pase. Como historia larga puede que sea la mejor de todas.
– Pues para que veas la documentación que teníamos se limitaba a una postal de Granada y otra de Málaga. Pero la historia está muy bien construida. No es una trama que va de principio a fin, con giros, sorpresas y eso, sino que avanza a golpe de improvisación y chifladura de los personajes, lo que la hace muy real porque entonces éramos así. Cualquier idea que se le ocurría a alguien, por disparatada que fuera, parecía de lo más sensato, y lo era teniendo en cuenta cómo estaba la peña en la época. En El Pase solo había que poner los personajes juntos y el guión salía solo.
– Una de las claves del éxito de Makoki fue lo bien que funcionabais Mediavilla y tú. ¿Qué ha sido de él?
– Pues en Burgos está, haciendo óleos de Makoki. Pero sí, era fundamental. Él era un dibujante clásico y sabía mucho. Había hecho un curso de esos de CEAC y se vino a Barcelona con la intención de hacerse un dibujante serio, porque colaboraba en tebeos de terror, pero no de serie Z, de serie sub Z. Eso sí, era un genio. Él me obligó a mejorar muchas cosas… ¡hasta me hacía repetir páginas! Él era más creativo y yo, que venía de los Maristas, más centrado y muy disciplinado. Era la combinación perfecta.
– ¿Está a la altura de su leyenda?
– Y más. Es un genio. Una vez Almodóvar convocó un casting en un bar de Barcelona. Estaba todo lleno de modernos y, de repente, se sube al escenario y se marca dos bailes vestido como vestía él, que era de lo más clásico, y ganó. Luego, por supuesto, ni se presentó a la película.
– Una cosa curiosa es que pese al rollo underground de Makoki es muy clásico en muchas cosas.
– Claro, nosotros éramos herederos de Bruguera y de esa forma de relacionarnos con la realidad. Los personajes eran perdedores que van dando tumbos. Lo único es que nuestra época era distinta, y eran todos chorizos y delincuentes, pero tampoco tan distintos de los inquilinos de Rue 13 del Percebe. No creo que fuéramos tan underground. Nazario, Mariscal y toda esta gente sí. Ellos hacían los tebeos, los fotocopiaban y los vendían en la calle. Ahora se les llamaría emprendedores. Pero cuando salió El Víbora ya era una revista y ya cobras, tienes que cumplir plazos, la distribución… como concepto puede que sí fuera underground pero el día a día no tanto.
– ¿Existió la línea chunga?
– Bueno… no sé. Lo que sí ocurrió es que llegó una generación de jóvenes que tenía ganas de hacer tebeos pero no teníamos ni puta idea de dibujar. Yo al principio cortaba los personajes por las rodillas porque me salían mal las piernas, hasta que Juantito me obligó a aprender a hacerlas. La generación anterior, los que salen en Los Profesionales de Carlos Giménez, eran muy buenos dibujantes. Nosotros aprendimos sobre la marcha y se nota. A mí no me dejaron entrar en Bellas Artes y acabé durante tres años en una academia que te enseñaba a pintar al óleo, bodegones y cosas de esas. Cuando me tiraron casi ni me enteré porque no iba mucho. Ese era nuestro bagaje. Luego con el tiempo fuimos aprendiendo. Al principio tenía sobre la mesa obras de los grandes maestros, sobre todo me gustaba E.C. Segar [el creador de Popeye]. Luego, poco a poco, a medida que fui mejorando iba limpiando la mesa.
– En cuanto a tus influencias, no se puede olvidar a Robert Crumb
– Lo descubrí casi por casualidad. Creo que estaba enfermo y mi madre me trajo unos tebeos, entre ellos estaba una recopilación de esas de la editorial Pastanaga. Estaba la historia esa, Joe Blow, que es el padre de la típica familia americana que pilla a su hija haciéndose una paja y, poco a poco, la cosa se lía y acaban todos follando con todos. Y todo con un estilo que aquello parecía Archie. Yo vi eso y me quedé de piedra. Pensé ¿eso se puede hacer? Pues ala, ancha es Castilla.
– No sé si erais underground, pero los temas sí que se las traían
– Bueno, como éramos unos inconscientes un poco sí. Sacamos un especial del 23 F después del golpe en el que, en el póster central, estaban todos los picoletos robando las botellas del bar y cosas de esas. Ahora parece ingenuo pero en la época, tal y cómo estaba el patio, era otra cosa pero como nosotros no estábamos muy centrados, por decirlo de algún modo, no nos preocupábamos de las posibles consecuencias. También es verdad que la gente de bien no leía tebeos y los que leían El Víbora no estaban mucho mejor que nosotros, así que no pasaba nada.
- Curiosamente, El Víbora nació gracias a que Josep Toutain le prestó el dinero a Josep María Berenguer.
– Sí, como Toutain oía campanas de que había gente por ahí haciendo cosas le dejó el dinero, pero creía que eso no duraría ni dos números.. y fue un éxito. La clave estaba en que nos dirigíamos a un público que tenía nuestra edad y que era más o menos como nosotros, y por eso era todo tan real. Los jóvenes eran un grupo en ascenso y con ganas de cosas nuevas. Había mucho de verdad en todo. Es lo que te digo, nosotros no nos inventábamos nada. Venían unos a casa y se ponían a ver Aplauso y a fumar, así que solo tenías que tomar nota de lo que decían y darle forma, no hacía falta inventarse nada.
- ¿Tienes algún cómic en ciernes? ¿Algún proyecto?
- No, estoy muy mayor y muy vago y no me veo haciendo un tebeo o una novela gráfica o algo así. Hay cosas que van saliendo, como los dos de María o el Emotional World Tour con Paco Roca, pero es mucho curro. Hace un par de años llevé a una editorial El turista accidental, con los apuntes que hago en mis viajes, y me dijeron que les gustaba mucho y que les avisara cuando lo acabara… ¿Cuando lo acabara? Yo ya no estoy para discutir, suerte que luego lo publicó Astiberri y llegó a las dos ediciones. Lo que sí hago es llevarme a mi terreno los encargos que me hacen. Ahora me han encargado una cosa sobre vinos, y yo siempre lo bebo con gaseosa, meto algo de parodia y mis cosas, pero ¿otro tebeo? déjate.
– ¿Le tienes morriña al personaje?
– No. Hubo una época que lo odiaba a muerte y por eso hice La muerte de Makoki, porque cuando haces algo que triunfa la gente te encasilla y lo demás que haces ya no tiene importancia. Luego me reconcilié un poco. Pero no sólo el personaje, es que yo soy muy vago y Makoki daba mucho curro y mucho más cuando salió la primera revista. Y era un trabajo mal pagado.
- Ahora, que piden cárcel por un tuit sobre Carrero Blanco, las cosas serían diferentes.
– Sí, mucho. Entonces el margen de libertad, o de descontrol, era muy amplio. Ten en cuenta que el Buitre Buitraker [un buitre fascista, drogadicto y pornófilo inspirado en la gallina de la antigua bandera de España] pasó del Makoki al ABC, no cambiamos ni una coma y todos tan contentos hasta que un día, uno de sus ilustres lectores, se molestó en leerlo y se quejó, así que dejó de salir. O El Niñato y el Sevilla, que acabaron protagonizando un tríptico informativo sobre cómo chutarse para evitar el contagio del sida entre yonkis financiado por la Comunidad de Madrid. Está claro que era otra época. A veces me viene alguien y me cuenta que leía El Víbora con 12 años, que se lo quitaba a su hermano mayor. Imagínate, abrías y te salía Nazario con sus travestis y sus pollas gigantes, y luego yo que sé lo que te podías encontrar. Ahora no sé que pasaría, pero creo que hemos pervertido muchas mentes.
– Eso lo llevarás a gala, ¿no?
– Siempre.