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el tintero / OPINIÓN

Ojalá el corazón de València no deje de latir

Foto: Kike Taberner

Los pisos turísticos, la muerte de los centros históricos como barrios clave con personalidad propia, esos corazones de las capitales europeas que mueren ante un colapso de vulgaridad y ordinariez llamado modernidad y franquicias. ¿Se salvará Valencia? 

23/11/2022 - 

El casco histórico de Valencia ocupa las noticias más destacadas de los diarios locales estos días y por desgracia no por aquellas noticias que muchos desearíamos, como la decoración de sus cientos de comercios centenarios que ofrecen sus productos y viandas para las fiestas de Navidad o la celebración del adviento en sus múltiples iglesias y parroquias (aunque éstas sí lo harán el próximo domingo). La realidad es que la noticia es uno de los tantos dilemas a los que nos enfrenta esta época y este mundo, que entre todos estamos construyendo y destruyendo al mismo tiempo. La utilidad de la vivienda, las transformaciones de la vía pública anulando su capacidad de comunicación y dejándolas como lugares de ocio para turistas, jubilados y millonarios (porque son los colectivos que disponen de más tiempo) y la conformación de nuestras ciudades como espacios para vivir o para visitar.

Pisos turísticos

La polémica relacionada con la regulación legal de los pisos de alquiler para vacaciones, para turistas, de manera ocasional o temporal y con múltiples denominaciones llegó al más alto tribunal a nivel autonómico, las asociaciones que defienden el uso de viviendas para alquiler vacacional y temporal recurrieron ante el ayuntamiento. A modo de resumen este párrafo de la recomendable noticia que firma Pablo Plaza en este diario: “El fallo, relativo a las restricciones impuestas por el Ayuntamiento en el Plan Especial de Ciutat Vella (PEP), ha dejado satisfechas a las partes por motivos distintos: al consistorio, porque avala su competencia para regular en este ámbito; y al sector, porque ve en la resolución judicial una victoria a corto plazo para una mayor libertad en la implantación del uso turístico.” Aún queda partido.

Local y global

La cuestión de fondo, conceptual, es la de cómo se han transformado los centros históricos de muchas medianas y casi todas las grandes ciudades. Dejando de lado su verdad: su esencia, su idiosincrasia, su personalidad en manos de la economía de mercado más consumista, más capitalista, más cruel, seamos honestos. Hay edificios enteros en manos de propietarios particulares que tienen todo el derecho del mundo a alquilarlos o convertirlos en hoteles y no es algo malo, de hecho, esos mismos propietarios a veces viven a unos metros en otra de sus múltiples propiedades, no abandonando la zona. Pero si llegamos al abuso de este tipo de uso, donde todo son hoteles o pisos de alquiler, por lógica aplastante, dejan de vivir ciudadanos residentes durante largos períodos de tiempo, incluso propietarios que vivan varias generaciones y así los cascos históricos dejan de tener una personalidad propia, de barrio, cultural, social, vital como en cualquier entorno.

Foto: Kike Taberner

La problemática, como tantas otras, es compleja. La evolución en nuestros hábitos de vida, que personalmente no creo que siempre sea en positivo, pero es la que es, hace que la mayoría prefiera vivir en zonas con calles más amplias, edificios con aparcamiento subterráneo y jardines gigantes cerca, cuando no salen del núcleo urbano para irse al “campo”. Eso también supone un abandono y degradación de los corazones de las ciudades, y por supuesto de Valencia. Ojalá las medidas adoptadas y las decisiones judiciales puedan llegar al punto de equilibrio entre todas las partes, entre los intereses y especialmente respetando algo que no es propiedad nuestra: la historia de las ciudades.

Mi Valencia

La desconfiguración de la imagen de una ciudad como Valencia tiene mucho que ver con un urbanismo moderno y casi siempre feo en zonas históricas y monumentales, la transformación masiva y burda de comercios para personas por comercios para turistas o para visitantes puntuales y la pérdida de las tradiciones y los valores a través de un sistema educativo cambiante y perverso. Luego realizan campañas bienintencionadas para consumir en el centro histórico y para reutilizar los bienes y no caer en el usar y tirar, pero con el modelo actual es una labor casi heroica. 

Las franquicias, los bancos o farolas sin ninguna artesanía y la fauna urbana que asola las miles de plazas peatonales de Valencia y muchas ciudades, hacen que en muchos espacios puedas sentirte como en cualquier otro lugar de España o del mundo, esa excesiva globalización cultural y también visual y espacial, no creo que sea algo sobre lo que podamos sentirnos especialmente orgullosos. La personalidad diferenciada, la autenticidad de los lugares, las personas, los espacios con sus historias y vivencias, es lo que nos hace especiales a todos. También a las ciudades.

 

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