Si nos paramos a pensar, el vertiginoso ritmo al que suceden los acontecimientos políticos en España hace imposible abordar con la necesaria serenidad cualquiera de los importantes asuntos que afectan al futuro y a la convivencia de los españoles.
A ello añadimos el frenético ritmo al que las polémicas que genera el Gobierno de España son sustituidas rápidamente y sin solución de continuidad por las siguientes, dejándonos a los españoles casi siempre ojipláticos.
Sin olvidar cómo el ritmo, la ligereza y la soltura con la que el presidente del Gobierno suele 'cambiar de opinión' condicionando el devenir de las políticas políticas que basculan de una posición a la contraria sin pestañeo ninguno.
Todo ello hace realmente complicado, para quien estas líneas escribe, elegir los asuntos sobre los que detener otrora la pluma y hoy el teclado del ordenador.
Quería recordar que el pasado mes diciembre se cumplieron cincuenta años del magnicidio del almirante Carrero Blanco, que tan bien retrata en su libro Manuel Cerdán, recordándonos que este fue el quinto de los magnicidios ocurridos en España desde que en 1870 fuera asesinado Prim en la calle del Turco el 27 de diciembre de ese mismo año y a los que se añaden el de Dato, el de Cánovas y también el de Canalejas.
Me hubiera gustado prestar la debida atención a la última bajada de pantalones del Presidente del Gobierno Pedro Sánchez con el independentismo cediendo las competencias a la Generalitat en materia de migración, rompiendo así con una política que para la Unión Europea es una política de Estado que no debe ni puede ser desgajada.
O incluso del bochorno que para los valencianos representa la nueva cesión al independentismo en virtud de la cual el gobierno modificará la legislación para introducir incentivos que favorezcan el retorno de las empresas que huyeron de de Cataluña espantadas por el independentismo.
Y que, como no, serán negadas con incentivos económicos que saldrán del bolsillo de todos los españoles. Así que prepárense los valencianos para pagar de nuestros bolsillos la vuelta de las empresas que huyeron de Cataluña como La Caixa o el Banco de Sabadell.
Ruego a los lectores que se conformen con este sucinto enunciado de estas tres cuestiones que bien merecerían una atención mucho más detallada, pero hoy no quiero que este volcán de acontecimientos en el que vivimos los españoles nos impida recordar que esta semana nuestra querida Policía Nacional cumplió sus primeros 200 años de vida.
La Policía Nacional y los hombres y mujeres que integran su plantilla bien merecen recibir nuestro respeto, reconocimiento y publica admiración por todo lo que han dado y dan en su día a día por la nación española y en la defensa de los derechos y libertades de todos los españoles. Su empeño en la Defenda de nuestra Constitución y del marco de convivencia bien merecen nuestra gratitud.
No es sino su trabajo como garantes de la seguridad el que nos permite vivir en libertad y bien haríamos recordando que sin seguridad no puede haber libertad y que son ellos junto con el resto de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado quienes están al frente de dicha responsabilidad.
Amigos lectores, en València el pasado domingo celebramos esos doscientos años de servicio con un izado de bandera que terminó con un grito de 'Viva España y viva la Policía Nacional' que yo quiero gritar también desde esta ventana que me ofrece Valencia Plaza.
También les digo que fue muy triste oír gritar 'Viva España' a la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, representante de un gobierno que esta misma semana pasada decidió expulsar de Cataluña a la Policía Nacional quitándoles las competencias de extranjería en la que es la enésima cesión de Sánchez al independentismo. Ambas actitudes son incompatibles y la de Pedro Sánchez es, desgraciadamente, la que marca un rumbo incierto para nuestra querida Policía Nacional.
Feliz cumpleaños policías.