MADRID. La nueva ofensiva de Putin en el conflicto Rusia-Ucrania con el reconocimiento de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, y el envío de tropas rusas a la zona ha disparado la tensión internacional. Es obvio que una guerra no beneficia a nadie, pero llegando a estos extremos cualquier 'error' podría servir de detonante para una escalada bélica. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, pero todo apunta a que el conflicto y con ello las tensiones en los mercados pueden prolongarse en el tiempo.
Las generaciones actuales son las que más cómodamente viven, los niveles de pobreza están en mínimos históricos, la esperanza de vida no ha dejado de aumentar durante décadas, hay cada vez menos conflictos bélicos y la clase media está en aumento a nivel mundial, una tendencia que se ha visto alterada con la pandemia pero que continuará en los próximos años a medida que se extiende el progreso económico. Todo este progreso se daba por descontado a pesar de que el mundo vivió bajo la amenaza de una guerra nuclear desde 1949 hasta 1991 pero a medida que aumentaban los arsenales nucleares de las dos superpotencias, EE UU y la Unión Soviética, más improbable se volvía que estallase un conflicto.
La teoría de la Destrucción Mutua Asegurada (mutually assured destruction o MAD, palabra que en inglés significa 'loco') hacía imposible que ninguno de los dos bandos iniciase un ataque arriesgando su propia autodestrucción. El problema de los períodos prolongados de paz interrumpidos por pequeñas guerras es que te acostumbras a la vida tranquila. La crisis de Ucrania aún puede producir la guerra más grande en Europa desde 1945. O puede producir un nuevo y extraño híbrido de ataques cibernéticos y sabotajes. En el tenso enfrentamiento entre la OTAN y Rusia por Ucrania, está claro que Rusia parece más comprometida con su causa que la OTAN con la defensa de la soberanía ucraniana. Desconocemos que medidas se llevarán a cabo, pero las sanciones económicas, que han limitado entre un 2 y 3% el crecimiento de Rusia desde la ocupación de Crimea en 2014, pueden volverse aún más duras, aunque esto no parece afectar a las autoridades rusas.
Otra bala que manejan los norteamericanos será la opción de bloquear a Rusia el sistema SWIFT, imposibilitándola de poder pagar sus importaciones y recuperar los beneficios obtenidos por la venta de sus productos. Además, si lo que Rusia pretendía era frenar la expansión de OTAN hacia sus fronteras parece que el efecto será el contrario y los países del centro y Este de Europa pedirán con mayor insistencia de presencia de tropas estadounidenses en sus países para proteger su integridad. Por otra parte, la sustitución de la OTAN por un ejército genuinamente europeo, propuesta liderada por Francia, se aleja. La puesta en marcha del gasoducto Nordstream 2 queda en suspenso, todo esto con China que estará calibrando la respuesta de unos EE. UU. que necesitan fortalecer su imagen después de la retirada de Afganistán.
Este aumento de la tensión en la frontera ruso-ucraniana ha vuelto a provocar importantes subidas en el precio del gas natural y petróleo. El gas natural europeo se ha disparado un 10% en el día de ayer cotizando en torno a 80 euros, aún lejos de los niveles máximos vistos en diciembre (180 euros). Por su parte el petróleo europeo (Brent) comenzó la sesión de ayer revalorizándose casi un 4%, llegando a superar niveles de 99 dólares el barril. Precio no visto desde 2014. Seguramente en breve superará la barrera de 100 dólares el barril.
El paso dado por Rusia hace unas horas aumenta la incertidumbre a corto plazo. Es cierto, que una escalada bélica en el tablero europeo no parece lo más probable. Pero la reacción de Occidente, a través de sanciones, generará nuevas tensiones. Y todo en un período donde las presiones inflacionistas van en aumento.
Con todo ello, lo aconsejable es extremar la prudencia y por tanto reducir la exposición a los activos de riesgo. Es cierto que en 2014 pudimos vivir una situación hasta cierto punto similar (pero sin inflación en el escenario económico). Pero no es menos cierto, que en esta ocasión el 'alineamiento' de las principales potencias occidentales es superior. Por ello, los inversores deben vigilar con un ojo el frente geopolítico, y con otro las actuaciones de los bancos centrales en su objetivo de frenar la inflación.
Una inflación que posiblemente marque su pico a lo largo de este primer trimestre del año, pero con una senda de moderación que podría ser muy lenta. Los efectos de segunda ronda, derivados de los aumentos salariales impedirán una caída de forma acelerada. En este escenario, los bancos centrales pisarán el acelerador en sus medidas restrictivas. Y recuerden que no sólo se trata de subir los tipos, sino también de medidas que implican la reducción de sus balances drenando liquidez del sistema. En definitiva, un año, que tendrá posiblemente muchas idas y venidas. Por el momento el año no ha comenzado bien, pero no hay que descartar momentos mejores a lo largo de los próximos meses.
Equipo de Portocolom AV