La ‘alerta antifascista’ ya no cuela para ganar elecciones. A ella se apuntan los abajofirmantes, titiriteros y sindicalistas a sueldo del Régimen. La verdadera amenaza es el fascismo de izquierdas.
¿Serán fascistas los ratones que pululan por encima del techo de mi casa? No hay duda de que lo son, como el hombre sudoroso que viene, cada seis meses, a poner unas pastillas azules para envenenarlos. Fascismo ratonil, podría llamársele.
Hoy todos somos fascistas y bisexuales, según una opinión extendida en la sociedad. El poder, tal como nos enseñó Foucault, decide el significado de las palabras, y ese poder ha decidido quién es fascista y quién no. Pero el asunto es más complejo. Siempre que pensamos en fascistas nos vienen a la mente el señor Mussolini y sus huestes. Este fascismo, hijo legítimo del socialismo, no es el único. Deberíamos leer al gran Pasolini para saber que hay otro fascismo, el fascismo de izquierdas. Él fue víctima de los dos: del primero, que intentaba reventarle sus estrenos en el festival de Venecia, y del segundo, que lo insultaba en las publicaciones comunistas de la época.
En España, el fascismo heredero de Mussolini es residual. Sin embargo, los que mandan y sus corifeos se empeñan en asociar a Vox con ese fascismo. Lo siguen haciendo, por razones espurias y oportunistas, en esta eterna campaña electoral. Es una completa majadería. Cala, sin embargo, en indigentes mentales, que son muchos. ¿Dónde se ha visto que a un partido fascista lo agredan, insulten y hostiguen en sus actos, apedreen sus sedes, y humillen a sus militantes y votantes, y no se defienda? "¡Menudos fascistillas de mierda!", pensarían don Benito y sus camisas negras.
La izquierda desalojada del poder, la que ha dejado de ir en coche oficial, ¡ay!, ha activado la manida ‘alerta antifascista’. Se han escuchado cosas tremendas. La diputada Bravo, al atacar el pacto entre el PP y Vox en la Comunidad Valenciana, ha recordado los campos de concentración nazis. Es una frivolidad y una falta de respeto a la verdad histórica. Una ministra de cuyo nombre no me acuerdo, dada su irrelevancia, agita el "pacto del aguilucho". El Pijoaparte de Rufián llama "a las barricadas" contra las temibles derechas, al igual que los cómicos del Régimen: los Bardem, Botto, Sanjuán y demás compañía titiritera.
El fascismo que debería preocupar es el de izquierdas porque ha anidado en el corazón del Estado en esta legislatura. 'Pudimos' ha representado ese fascismo de izquierdas en el Gobierno. Sus políticas han sido totalitarias en la medida que han invadido los espacios más íntimos de las personas: hasta se han atrevido a meter sus sucias narices en la cama de la gente.
Los aliados del Gobierno pinocho, independentistas catalanes y vascos, pertenecen también a ese fascismo de izquierdas, enemigo de las libertades individuales y guardián de un pensamiento único. Huelga decir que ETA implantó, a sangre y fuego, una dictadura fascista en el País Vasco y Navarra, lo que forzó a exiliarse a casi 200.000 personas. Los herederos del tiro en la nuca y la bomba lapa campan hoy por el Parlamento español, ofreciendo su caro apoyo a la banda del presidente maniquí.
Fascistas de izquierda son también los de ERC, partido con una acreditada tradición golpista. En 1934 se levantaron contra la República que tanto añoran, y en 2017 lo hicieron contra este régimen que los mima y ceba con privilegios. En las gloriosas páginas de su historia figuran los escamots, una milicia que ejercía de fuerza de choque en los años treinta, a la manera de las escuadras fascistas. Sus sucesores vigilan hoy a los niños para que no hablen castellano en el recreo.
Los independentistas vascos y catalanes, como buenos fascistas, son imperialistas (ansían anexionarse Navarra, Comunidad Valenciana, Baleares y zonas del sur de Francia), antiliberales y racistas. Y a menudo recurren a la violencia para alcanzar sus objetivos políticos. En Cataluña, los independentistas protagonizaron el 98,7% de episodios de violencia política en 2022, según el informe del Observatorio Cívico de la Violencia Política.
“Lo alarmante sería que el fascismo de izquierdas, con la complicidad del socialismo, gobierne España otros cuatro años”
A sólo tres semanas de las elecciones generales, lo que debería alarmar es que el fascismo de izquierdas, con la complicidad de los tontos útiles del socialismo, gobierne España otros cuatro años. Si fueron capaces de encerrarnos tres meses, implantando de facto una dictadura, saltándose todas las leyes, ¿qué no harán en un país empobrecido, cautivo y con todas las instituciones bajo su control? Esto sí que da miedo, y mucho. Confiemos en la Providencia para que esa pesadilla no suceda.