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el interior de las cosas / OPINIÓN

El rayo que no cesa

Foto: Elizabeth Gadd
12/06/2023 - 

Comencé este artículo la mañana del pasado sábado, en Morella, reviviendo el aire puro y racheado que sopló durante horas, entre tormentas de montaña, que son las mejores. Un tiempo amoroso, de la mano de mis tres pequeños nietos, caminando, una vez más, de tantas, por La Alameda, ese paseo circular que es un soplo de vida. Una ruta bellísima que se abre a la comarca de Els Ports y que el sábado guardaba con total esperanza, -ojalá-, los ecos de la manifestación en Vilafranca ante la muerte ya anunciada de Marie Claire, una empresa que durante décadas ha sido el futuro de un pueblo y de una comarca.

Hay rabia y tristeza en esta pequeña gran comarca, ciertamente abandonada desde siempre, a pesar de los grandes esfuerzos de estos últimos ocho años. El sábado era el día de La Degolla, la tarde previa a la celebración del Corpus de Morella. Mis nietos participaron con todo el entusiasmo de los pequeños, como lo hicieran sus padres, mis hijos, a pesar de que se representa la matanza de los Santos Inocentes, según los textos bíblicos. En Morella es la fiesta de la alegría. Vestidos de blanco, con una faja roja que se va heredando entre padres, tíos, sobrinos, hijos y nietos, mis niños gozaron al extremo, con su pequeña espada roja de madera, con el contagio del colorante alimentario que se utiliza como arma dels degolladors y degolladores. Qué bueno que todas las guerras fueran así, con tantas manchas y marcas de colorante alimentario.

Foto: Miguel Franco Palacios

Y qué bueno perseguir el paso y el baile dels Gegants de Morella, de la mano de mis pequeños Biel, Aimar y Quim. No hay hombres y mujeres tan grandes como estas cuatro figuras imponentes de la cultura morellana.

Prosigo con mi artículo la mañana de ayer, domingo, tras leer un magnífico artículo en El País de Emma Jaramillo, desde Bogotá, sobre la supervivencia de los cuatro niños colombianos en la selva amazónica durante cuarenta días, sobre la conexión indígena y anímica de las personas que viven atadas a la tierra y al cielo. Es conmovedor, impresionante, que una niña de trece años salvara la vida de sus hermanas y hermanos durante más de un mes. La respuesta se encuentra en la relación intrínseca, íntima, de las personas con el hábitat, con ese vínculo indestructible que nos hace fuertes. Porque somos aire, agua, fuego y tierra, y también somos el vacío, ese espacio en el que transitamos sin ser conscientes.

Y pienso en mis pequeños nietos, residentes del primer mundo, y su conexión tan vital con el entorno, con el medio natural, con una pequeña gran ciudad de la que están mamando siglos de historia, como lo hicieran sus padres. Y pienso en esos pequeños colombianos, y todos los pequeños que sufren en este mundo, víctimas de las guerras actuales y de las que se avecinan. La destrucción y la decadencia global que nos habita es tremendamente preocupante.

  

Además, mientras, sigo escribiendo este artículo escucho en la cadena SER que ha muerto Mauricio Vicent, uno de los mejores periodistas y cronistas, el gran referente y escribidor de la vida cubana. Cuánta tristeza. Mucha.

Escribo en medio del Corpus de Morella, ese día en el que se elabora y degusta la mejor cuajada, con la primera leche de las ovejas recién paridas. También es el día en que se consumen las últimas Pilotes de Nadal conservadas en los congeladores de las casas. Y escribo, asimismo, en medio de una brutal tormenta de montaña, con el agua corriendo sin tregua, hacia abajo por las empinadas calles morellanas, como un torrente dispuesto a limpiar a su paso las malas cosas, los peores presagios y un futuro incierto.Imagen: Albarrán Cabrera 

Esta semana será tiempo de cambios, de nuevos ciclos que ya son viejos, muy viejos, porque al final es lo de siempre, como siempre. El poder de la ciudadanía va oscilando, y cuando la gente se siente huérfana de esperanza, cargando con tanta incertidumbre, llegan los populismos y la democracia queda tocada. Es un asunto grave que iremos sufriendo con el paso del tiempo, y más pronto que tarde. Asusta mucho el devenir de este mundo. Demasiado.

Mientras escribo, brillan enormes rayos que cruzan el océano de las montañas de Els Ports, y los truenos retumban en un cielo casi negro, con toda su furia, con toda la fuerza. Enormes descargas eléctricas que rompen el silencio de una tarde de domingo morellana. El agua siempre es bienvenida. A pesar de que la ciudad amurallada parezca sumida en un infierno tormentoso, en una infinita tristeza, todo estaba preparado para la gran fiesta del Corpus. Pero no pudo ser. 

Buena semana. Buena suerte.

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