VALÈNCIA. València amanecía este lunes con un tono grisáceo. El mal tiempo y el frío marcaban una jornada muy esperada por muchos valencianos: el regreso de las terrazas. Tras 40 días cerrados, los negocios se preparaban ya desde primera hora para acoger a sus primeros clientes, pero para muchos la vuelta fue lánguida, apagada, como el color del cielo en el cap i casal. "Abrimos solo para intentar sobrevivir. Con suerte cerraremos hoy con 50 euros de caja", expresaba una propietaria de un pequeño bar.
Una desazón que ha llevado a varios negocios a permanecer cerrados, ante la inviabilidad económica que para muchos de ellos supone abrir de nuevo sus puertas. La mayoría sigue con gran parte de la plantilla en ERTE y muchas facturas sobre la mesa. "Para cuatro cafés no me compensa abrir. Son más las pérdidas que los ingresos", señala el dueño de un establecimiento en pleno centro histórico de la ciudad. Diferentes historias, diferentes destinos, pero un nexo común: la resignación y resiliencia de una hostelería duramente castigada por la crisis sanitaria que intenta mantenerse a flote.
Este lunes la Comunitat Valenciana iniciaba el mes de marzo con la desescalada en la hostelería, pero únicamente con la posibilidad de abrir las terrazas, con el 75 % de aforo y un máximo de cuatro personas por mesa, hasta las 18 horas. Y fueron varios los valientes que decidieron de nuevo saludar a los clientes y desafiar la amenaza de lluvia. Algunos, en cambio, prefirieron mantener sus puertas cerradas ante las actuales restricciones, que consideran que hacen inviable esta apertura 'a medias'. Prefieren esperar unas semanas más, hasta que se relajen las medidas. Otros directamente no han tenido opción de volver, porque no tienen servicio al aire libre. Una reapertura con terrazas tibia, marcada por la triste estampa de muchas persianas todavía cerradas.
De hecho, según las estimaciones de la Federación Empresarial de Hostelería de Valencia (FEHV), de los 9.200 locales que cuentan con terraza en la provincia de Valencia, unos 5.500 no han abierto de momento, la mayoría debido a que "no les sale rentable abrir en estas condiciones". Eso sí, muchos se irán sumando a lo largo de la semana, especialmente de cara al fin de semana.
Este es el caso de Las Delicias del Líbano, ubicado en la plaza del Doctor Collado, donde la mayoría de los bares seguían cerrados la mañana de este lunes. "Este tiempo lluvioso no acompaña y para servir cuatro cafés y mirarnos las caras preferimos seguir cerrados", señala Gali, dueño del local que ha aprovechado el cierre para acometer reformas en el establecimiento. "De cara al jueves y en función de cómo veamos que se puede comportar la clientela quizás abramos. Es lo que harán la mayoría de bares de esta zona", explica.
Muy cerca, en la Plaza del Tossal, la imagen era similar. Puertas cerradas y terrazas recogidas. Un silencio solo interrumpido por el paseo de los transeúntes. Y es que muchos negocios del casco antiguo de la ciudad acusan la falta de turistas y prefieren esperar al fin de semana. Los más afectados por la crisis directamente ya cuelgan el cartel de 'disponible'.
"No es rentable, pero nos da un poco de alivio", señala Santiago, camarero de la Taberna Marisa en la Plaza San Jaime, mientras montaba las mesas para el servicio de medio día. Algunos vecinos de la zona se acercaban para preguntar el horario. Por el momento, no sabe cómo se comportará la demanda, aunque para el sábado y el domingo ya cuentan con algunas reservas. "La situación es muy complicada, pero tenemos que empezar", indica. Su cara refleja la ilusión de un regreso esperado, pero también incertidumbre.
A su lado, el histórico Café Sant Jaume se mantiene clausurado. Eran las 11 de la mañana y no se atisbaba movimiento. Tampoco en muchos pequeños negocios de la zona. Otros míticos en el cap i casal como el restaurante Ocho y Medio, próximo a la Plaza Redonda; Casa Mundo en Don Juan de Austria; el Palacio de la Bellota, o la Taberna Los Toneles seguían la misma estela: persianas totalmente bajadas.
Una fotografía que contrasta con la de otros puntos de la ciudad. En la Taberna Antonio Manuel, en San Vicente, desde primera hora había ajetreo. De un lado a otro, los dos camareros que han podido sacar del ERTE, que aún afecta a siete empleados, trabajaban sin descanso tomando comandas y sacando platos. "Un bocadillo de tortilla y un café", pedía uno de los varios clientes que han llenado una terraza que ha devuelto algo de bullicio a las calles de València. Había ganas de recuperar una tradición tan valenciana como el 'esmorzaret'.
"Estamos muy contentos de poder abrir. Había ganas y está siendo un no parar entre cafés y almuerzos. Hay bastante trabajo", sonríe Antonio Martínez, dueño del negocio. Pero, pese a su alegría de volver a reencontrarse con sus clientes, también hay pesadumbre. "Era necesario regresar, porque tenemos una deuda tremenda. Esta semana nos llega la primera ayuda del Ayuntamiento, pero muchos compañeros se han quedado atrás. Además, son insuficientes porque no cubren un alquiler en el centro de la ciudad. La hostelería somos el sector más olvidado y agraviado de la pandemia", recalca.
En otros bares próximos la estampa se repetía. Muchas conversaciones y reencuentros esperados. El tránsito volvía poco a poco a una ciudad que acababa con la monotonía de las últimas semanas. Los carteles recordando los menús o las tapas del día también encontraban su hueco en las calles de València. Y es que muchos han tenido que recortar su oferta gastronómica para ajustarse a los tiempos. Es el caso de la Marisquería Civera, que con un único cocinero y tres camareros de los 15 que suelen ser, tienen que buscar alternativas para sobrevivir. Por el momento servirán únicamente comidas y el libro de reservas ya tiene movimientos.
"Esperamos que poco a poco se normalice todo, el tiempo nos dé una tregua y la clientela se anime, porque es muy triste la situación", explica David, uno de los encargados. "Hemos abierto para que la gente sepa que aquí estamos y estamos preparados", explica. Para el servicio de ayer, ya tenían dos mesas reservadas.
València fue este lunes ciudad de contrastes. De la alegría de terrazas llenas y la esperanza de llenar la caja, a la desazón de muchos por no poder cubrir gastos. "Hemos abierto para intentar sobrevivir, porque necesitamos tapar agujeros, pero está siendo muy duro", señala Mariana, propietaria de Ostreria Romeo Giulietta. "Con suerte hoy haremos 50 euros de caja. La gente se sienta a tomar algo, pero de cafés no podemos vivir", lamenta.
Terraza al completo en Aquarium, aunque sin su tradicional alboroto. "Había mucha confusión sobre si abríamos el martes y la mañana ha sido floja, pero esperamos que poco a poco se vaya animando y ojalá el tiempo acompañe", apunta Germán, uno de los propietarios. De hecho, de ver más movimiento ampliarán su terraza."Esperamos que poco a poco el Gobierno relaje medidas y permita el consumo en el interior de locales y barra, porque la situación es ruinosa para el sector", recalca.
Una primera jornada de inicio de desescalada a medio gas, pero que podría mejorar a lo largo de la semana. Así lo cree también la Federación Empresarial de Hostelería de Valencia: "Estimamos una reapertura de un 40% de locales de hostelería, que comenzarán a abrir sus terrazas desde hoy y a lo largo de esta semana". "Este porcentaje se irá alcanzando de forma progresiva y especialmente de cara al fin de semana", agregan. Y es que, según señalan, las condiciones meteorológicas previstas para esta semana han frenado la decisión de abrir ya a muchos establecimientos que esperarán al fin de semana. Un regreso agridulce que, pese a todo, devuelve a la ciudad una importante parte de su cotidianidad, vida y vitalidad.