Sigo vivo mis queridos lectores. Sin dar positivo hasta el momento. Distanciado socialmente. Aislado. Confinado. Soportando los escombros de la reducida libertad. A dieta de la incesante información. Sobrellevando el virus fiscal creado por el emérito. En cuarentena de las fakes news. Al menos a Venezuela y Cataluña los han sacado de los lineales del supermercado de la información. Ya no están en el menú diario. Ahora toca volver a aprender o reeducarnos en la Geografía Mundial. Más llevadero. Hacer turismo desde el sofá de casa. Sin contaminar. Sin dañar el entorno. No queda más remedio que asumir la dantesca situación. Colaboro de manera solidaria en la medida de lo posible, alternando la información local, nacional e internacional, la termomix informativa es incesante. Escucho a voces que aporten saludables recetas para encontrar una huida sin retorno a esta crisis bacteriológica. Y me pregunto ¿Cómo viviremos después? ¿Ha venido para quedarse? ¿Cuál será la siguiente? ¿Cibernética o climática? Vivimos en tiempos de Coronavirus.
En contacto diario vía mensajería instantánea con amigos y familiares, la mejor medicina posible. E intentando contener la situación de alarma provocada por el Real Decreto del Gobierno. Aprendo a vivir con las mismas necesidades y preocupaciones que nuestros mayores asumieron en tiempos de guerra. No es difícil. Supervivencia mental. La física no la permiten. No tengo mascota. Ni hijos. Y van ya dos crisis de envergadura soportadas en el siglo XXI. Agobiantes. Innecesarias. En tan solo apenas doce años de distancia, mediadas por la cinta métrica una de la otra. Siempre he apostado por relatos locales, ahora le toca el turno a la escena global. Y en estos tiempos revueltos, la opinión merece ser tratada desde una perspectiva identitaria expendida desde mi carnet de ciudadano del mundo. Sin barreras. Sin fronteras, suena paradójico por el portazo fronterizo. Es el momento de innovar, de soterrar el remember de los ochenta y abrazar la década de los noventa. Comenzar un nuevo relato. El Kronen está cerrado por Real imposición.
Los noventa fueron años de grandes transformaciones, de crecimiento personal, de cierta madurez, de enormes descubrimientos. Mis lecturas provenían de referentes que me enseñaron a pensar en que otro mundo era posible. Recetas teorizadas por las moscas cojoneras al capital. Profecías que se están cumpliendo, una detrás de otra. Desde las interesantes reflexiones de Ernesto Sábato, o las resistencias en plena naturaleza de Henry David Thoreau, pasando por las conspiratorias teorías del profesor Noam Chomsky, y atendiendo las aguerridas reclamaciones del ejército zapatista liderado por el Subcomandante Marcos, acabé en 1998 enrolado a la lectura mensual de Le Monde Diplomatique Edición Española, de Ignacio Ramonet. La recomiendo. Al unísono comenzaron tímidamente mis primeros contactos con Attac, acudiendo a alguna reunión que otra. A este conjunto de intelectuales que pensaban de manera alternativa al de la uniformidad del mercado los bautizaron como antiglobalizadores. Recuerdo los hashtags del momento: Transgénicos, Tratado de libre Comercio, Globalización, marcas que vinieron para quedarse en nuestra red diaria y viaria.
Fui más lejos, propio de una inquietud adolescente, secundando la marcha protesta por la V Cumbre Ministerial Euromediterránea celebrada en la ciudad de València los días 22 y 23 de abril del año 2002. En la concentración tuve la oportunidad de saludar e intercambiar unas palabras con un héroe de comic “Asterix“ José Bové, agricultor francés, sindicalista, icono global que aplicaba recetas locales disuadiéndonos de ser cómplices de apoyar el Tratado de Libre Comercio. Recuerdo, en señal de protesta, la intifada orquestada por Bové y sus compañeros a un restaurante de la cadena de hamburguesas norteamericana. Aquel acto violento, injustificable, a las instalaciones le costó una pena de cárcel. Por desgracia, oídos sordos a palabras necias, a las reivindicaciones de aquel “ejército” minoritario de agricultores, no bien visto por la sociedad, en contra del proceso globalizador. Aquellas personas no paseaban la mascota ni tocaban la flauta, eran simples trabajadores que defendían otro estilo de vida sostenible al desarrollado. Otra economía. De manera encubierta, esta crisis, mal llamada sanitaria, en el fondo azota y genera una inseguridad económica sin precedentes, destapando las flaquezas del sistema. No voy a recetar paracetamol, para eso están los farmacéuticos cumpliendo muy bien su función, pero si recomendar alguna lectura de estos profesores de la vida que lucharon fielmente por defender que otro mundo era posible. Nos han enseñado a levantarnos después de una caída, aprovechemos la oportunidad. Leamos, pensemos y reflexionemos el modelo de vida que queremos. Y un consejo por favor, protege la intimidad familiar de la exposición en las redes sociales ¡Pobles vius sense Coronavius!