VALÈNCIA. Las ideas se nos acaban. Cada año cuesta más elegir qué regalar a familiares, amistades o amigos invisibles en Navidades, pero las startups valencianas pueden ser una solución original. Desde juegos tecnológicos para los más pequeños, hasta cómodos teclados para trabajar, las pequeñas, o no tan pequeñas, empresas emergentes de la StartUPV (la incubadora de empresas de la Universitat Politècnica) ofrecen productos desarrollados en València, útiles y acompañados de los valores de sus marcas.
Sonia Pérez de Villar comenzó en marzo de 2019 a crear material tecnológico para los más pequeños. Después de trabajar como profesora en academias y actividades extraescolares se dio cuenta de que el material interactivo tecnológico para niños y niñas es abundante hasta que cumplen 11 años, pero luego son los docentes los que tienen que planificar este tipo de actividades porque la oferta es escasa. Habiendo estudiado un máster en ingeniería mecatrónica, Pérez empezó a crear kits de robótica educativa que incluyen piezas, instrucciones, ejemplos reales que puedan ser construidos y que tengan aplicaciones en el día a día de los niños.
“La empresa produce estos juegos con el fin de fomentar vocaciones tecnológicas y su metodología se basa en la resiliencia y la tolerancia a la frustración”. Desde Proyecto A también se han desarrollado servicios para acompañar a los jóvenes en su formación. Así, madres, padres y el profesorado pueden aprender, para después trabajar con ellos y ayudarles. Ya tienen talleres y cursos dirigidos al diseño 3D, a videojuegos y aplicaciones móviles. La marca factura desde el primer día, y además de a particulares, vende el producto a centros educativos y ayuntamientos. “El e-commerce es complejo, pero a partir de 2022 vamos a centrarnos más en el producto”.
El diseñador Manel Senís se dedicaba a la industria del mueble antes de crear Dygma junto a su socio Luis Sevilla, entrenador profesional de ‘e-sports’ y videojuegos. “Vimos que había un fallo en el sistema. Todos los teclados forzaban a tener posiciones incómodas o perjudiciales para la salud”. A finales del año 2017, dejaron sus puestos de trabajo y se embarcaron en el proyecto para ocupar este nicho en el que se echaba en falta un teclado cómodo pero estético. “Desde València se diseña, se ensambla y pasa el control de calidad”.
Senís cuenta a Valencia Plaza como el objetivo de la marca es aumentar el rendimiento y la salud de los usuarios. “Es un producto de gama alta pero está hecho para profesionales, personas que pasan unas ocho o diez horas trabajando”. Dygma vendió el primer teclado hace un año y medio, después de haber recaudado dinero en un crowdfounding, y actualmente tiene ya tres versiones diferentes y un software mejorado.
Y para todos los miembros de la familia, la marca Sepiia produce en España y Portugal ropa sostenible que no retiene malos olores y difícilmente se mancha. La fabricación del tejido se realiza en Valencia y Alicante, y su material ahorra el 99,9% del consumo de agua habitual y emite menos CO2. De esta forma, reduce el impacto en el medio ambiente mientras que su tecnología antibacteriana evita malos olores, repele los líquidos que entran en contacto con las prendas de ropa sin manchar el tejido, y al ser transpirables no dejan marca de sudor. Además, su composición hace que no se arruguen, para aquellos que les cuesta planchar.
A las puertas de la apertura de su primera tienda física en Madrid, Fede Sainz del Roble explica cómo invirtió dos años de su vida en el desarrollo tecnológico de la marca. “Vengo del mundo de la ingeniería y estoy interesado en el diseño de moda. La ropa pasa mucho tiempo con nosotros y creí que había que hacer más fácil la vida de las personas a través de un producto específico”. Este hueco en el mercado estaba libre, y Sepiia lo ocupó con camisas y polos todoterrenos.
Carlos Ferrando fundó Closca en 2013 y desde entonces su empresa no ha parado de crecer. Las botellas de agua, las mascarillas y los cascos de bicicleta sostenibles que comercializa ya tienen reconocimiento internacional y se pueden encontrar en museos como el Guggenheim de Bilbao o el MoMA de Nueva York. El mensaje de Ferrando es claro: “Hay que abrir los ojos. Tenemos una crisis medioambiental a la vuelta de la esquina”. Y su marca difunde también este mensaje: fabricados con materiales reciclables incitan a desvincularse del consumo diario de plástico. “Reciclar es resolver el año, ya que solo se recicla el 9% de las botellas de agua ordinarias”.
La marca Closca busca concienciar a la sociedad y cuidarla. “València no es una ciudad ejemplo en la calidad del aire que respiramos”. Y para ello, Ferrando ha colaborado con la UPV (Universitat Politècnica de València) para implicar a los y las estudiantes. Los universitarios, a través de una aplicación en el móvil y códigos QR situados en las fuentes del campus, eran animados a beber sin hacer consumo de plásticos dañinos para el medio ambiente. Por cada tres veces que esto sucedía, ganaban una Closca Bottle. Solamente la campaña de inicio hizo que en 48.000 ocasiones se evitara tirar plástico, y esta acción se puede repetir usando botellas recargables.