VALÈNCIA. La Dana del 29 de octubre no solo inundó las calles y las viviendas de múltiples municipios en la provincia de Valencia, sino que también paralizó la actividad económica de cientos de negocios, que vieron cómo sus instalaciones quedaban anegadas por el barro y el agua. Entre las víctimas empresariales de la tragedia, las cooperativas han destacado por su vulnerabilidad ante las inclemencias climatológicas, sobre todo, aquellas situadas en l'Horta Sud, una de las comarcas más castigadas por el temporal.
De hecho, según el informe Impacto de la Dana en las cooperativas de las zonas afectadas, elaborado por la Confederación de Cooperativas (Concoval) y Ciriec-España, al menos un 20% de las cooperativas con trabajo asociado en l'Horta Sud han sufrido pérdidas irreparables en sus instalaciones. Los datos revelan tanto el nivel de destrucción como la fragilidad de un modelo empresarial basado en el compromiso comunitario y social. Una de las cooperativas más afectadas es Comismar, que, con más de 30 años de trayectoria profesional en el sector, ofrece servicios de limpieza a través de sus 400 empleados.
Las intensas lluvias de octubre destruyeron sus oficinas centrales en Aldaia y paralizaron temporalmente la prestación de sus servicios en una región devastada. Aquella mañana, según relata a Valencia Plaza la presidenta de Comismar, Vicenta Raga, el equipo se mantenía alerta ante las noticias de las fuertes precipitaciones que se estaban dando en municipios como Utiel, donde la cooperativa también presta servicios. Ante el rápido deterioro de la situación, Raga decidió cerrar las oficinas a las 14:00 horas del 29 de octubre y enviar a sus once empleadas a teletrabajar desde sus domicilios.
"A las 14:30 horas salimos todas de la oficina", asegura Raga. Sin embargo, la vuelta a casa no estuvo exenta de complicaciones. Raga, que vive en el municipio de Riba-roja del Túria, hubo de quedarse a hacer noche en el polígono de l'Oliveral debido al caos vial provocado por las inundaciones en la zona: "Me quedé aislada, dando vueltas por el polígono hasta que el ayuntamiento nos pidió que permaneciéramos allí por seguridad".
El verdadero alcance del desastre se evidenció poco después. El agua había irrumpido con fuerza en las oficinas de Aldaia, con lo que derribó cristales, inundó el mobliario y dejó inservibles los sistemas informáticos. "Lo perdimos todo: nuestras oficinas, vehículos, almacenes...", describe Raga a este diario. Un panorma desolador, insiste la presidenta de Comismar, porque las oficinas habían sido reformadas en el año 2021, del mismo modo que la cooperativa había renovado de forma reciente la flota de vehículos para su trabajo diario.
El informe de Concoval y Ciriec-España señala que las cooperativas afectadas por la Dana no solo han sufrido daños propios, sino que también se han visto afectadas las empresas para las que prestan servicios. Comismar es un claro ejemplo de ello: mientras reconstruyen su oficina en Aldaia, deben cumplir con sus clientes en tiendas, polígonos industriales y espacios públicos. "El 90% de nuestra clientela ha podido continuar con sus operaciones habituales, pero el caos logístico nos ha obligado a reorganizar a toda la plantilla", explica Raga.
La Dana castigó especialmente a las trabajadoras que residen en la 'zona cero'; por ejemplo, en municipios como Paiporta, Picanya, Alfafar o Massanassa. Entre 30 y 35 empleadas han quedado inhabilitadas para trabajar de forma temporal, ya sea por daños en sus viviendas o porque no podían desplazarse hasta su puesto de trabajo. En ese sentido, Comismar ha tenido que suplir estas ausencias mediante la reubicación de otras trabajadoras desde localidades menos afectadas por la tragedia. Un esfuerzo logístico que ha supuesto un aumento de costos, tanto por las sustituciones como por el traslado del personal.
"Es peor que la pandemia", lamenta Raga, "porque entonces al menos teníamos infraestructuras. Ahora nos hemos quedado sin nada". Además de los problemas internos, Comismar enfrenta el reto de reemplazar toda su flota de vehículos, maquinaria especializada y equipos informáticos, ya que todos ellos desaparecieron o quedaron inoperativos tras la Dana. "Perdimos siete furgonetas y dos turismos", detalla la presidenta a este diario, "pero seguimos trabajando como podemos".
Para reponer el material y reconstruir las oficinas, Comismar depende tanto de las ayudas públicas como de los seguros privados. Aunque el Consorcio de Seguros ya ha cubierto parte de las pérdidas relacionadas con los vehículos, la partida presupuestaria aprobada por las administraciones estatales y autonómicas es limitada. "Solo las oficinas nuevas y el sistema informático cuestan más del doble de lo que ofrecen las subvenciones actuales", lamenta Raga. La cooperativa se ve obligada a recurrir a créditos bancarios y renting para avanzar en la compra de maquinaria y vehículos.
En ese sentido, la presidenta también critica la lentitud de los procesos administrativos. "Dudo mucho que las ayudas se hagan efectivas en menos de seis meses. Son procesos que, habitualmente, pueden tardar años", expone Raga. Sin embargo, celebra el apoyo recibido por entidades como Caixa Popular, que ha lanzado líneas de financiación con interés cero para los afectados.
Mientras tanto, las aseguradoras han facilitado la entrada a las oficinas dañadas y la gestión de reclamaciones, un paso fundamental para evaluar el alcance de los daños y planificar la recuperación. Pese a que la designación de la zona como catastrófica podría acelerar la concesión de las compensaciones económicas, los trámites burocráticos, la insuficiencia de las ayudas y los desafíos financieros adicionales continúan siendo barreras significativas para la total recuperación de las cooperativas afectadas.
A pesar de las pérdidas materiales y los desafíos operativos, Comismar sigue funcionando. Sus trabajadoras han recurrido a la experiencia y a un espíritu de resiliencia para mantener los servicios esenciales en marcha. "Gracias a nuestra organización y a la memoria de años de trabajo, hemos podido continuar sin depender completamente de la tecnología que perdimos", afirma Raga.
Con un plan de reconstrucción en marcha y una estimación de recuperación total en cuatro meses, Comismar representa un ejemplo de cómo las cooperativas pueden enfrentar la adversidad con determinación. "Lo material se puede recuperar", asegura su presidenta, "pero lo que importa es que seguimos juntas". La Dana ha puesto a prueba los cimientos de esta entidad, pero también ha revelado la capacidad de la economía social para resistir y reconstruirse en tiempos de crisis.