VALÈNCIA. Hace unos días sucedió algo muy relevante para la sociedad valenciana para todas aquellas personas que vivimos, que trabajamos y que pagamos aquí nuestros impuestos. Se aprobaron en Les Corts Valencianes los presupuestos que marcarán la política valenciana para el próximo año 2024.
A veces el ruido lo confunde todo. El árbol no nos deja ver el bosque y el exceso de información nos satura hasta el punto de la desconexión, aunque, por otro lado, una hora sin redes, sin noticias… nos deja obsoletas y nos aleja de una realidad que cambia a cada instante y que caduca a velocidad de vértigo. Pero, como dice el gran Ismael Serrano, la vida debe estar en otra parte.
Y sinceramente, creo que con tanto ruido interesado, con esas constantes odas a la falsa ruptura de España, a la discriminación ‘fake’ y a la hueca defensa de la igualdad entre españoles, con la mentira permanente de la supuesta paralización de las inversiones del Gobierno de España, como la del puerto de Valencia, se nos escapa lo importante. Lo que se juega aquí, en la Comunitat Valenciana.
Todo este ruido nos distrae de lo importante y esconde la acción de un gobierno, el de la Generalitat, que aprueba unos presupuestos que auguran dificultades en la educación, la vivienda, el empleo… Especialmente para aquellas personas que más necesitan de la acción redistribuidora de la administración. Y todo esto mientras se le perdonan cientos de millones en impuestos a una inmensa minoría, que son aquellos que más tienen y que, en justicia, más deben aportar, sobre todo en momentos de dificultades.
Y la realidad en la que nos encontramos los valencianos y las valencianas es que en la Comunitat Valenciana hemos sufrido los primeros recortes en 8 años gracias al PP de Mazón y la ultraderecha.
¿Y qué te ha recortado Mazón con la ultraderecha en sus primeros presupuestos? Los presupuestos para 2024, que supondrán que los ricos paguen menos y, en cambio, a ti te suban el recibo del agua, también niegan el cambio climático y te recortan 200 millones para combatirlo. Te recortan 12 millones en cultura, te recortan las ayudas al material escolar y las becas de comedor. Te recortan en políticas para que los jóvenes puedan acceder a una vivienda. Te recortan 180 millones en políticas de empleo y formación. Te recortan 2,5 millones para el bono viaje. Todo esto, mientras reclaman, reclaman y vuelven a reclamar más financiación al Gobierno de Pedro Sánchez. Sus cheques-regalo a los ricos los pagamos todos. Estos son los presupuestos de Mazón con este Consell de ultraderecha.
Y es que no debemos olvidar aquello a lo que Ximo Puig apeló en el último pleno en el Senado, “lealtad federal y corresponsabilidad fiscal”, porque “no se pueden eliminar impuestos y luego exigir al Gobierno de España que te lo pague”. Y, todavía más importante: “Igualdad entre los españoles, sí, pero la igualdad fundamental no es solo entre territorios, sino entre las personas y no puede ser que comunidades autónomas con la mayor renta per cápita sean aquellas donde hay más desigualdad en España”.
Este modelo que defiende el Partido Popular abandona claramente y sin complejos a la mayoría de la sociedad, a la clase trabajadora. Un modelo que comparten y ejercer las CCAA donde gobiernan, como en la capital del Reino de España que, lejos de ser el epicentro de la libertad, se ha convertido en una ciudad que arrincona e ignora a esa mayoría que levanta España, que son los trabajadores y trabajadoras y que solo los contempla libres a la hora de las cañas.
Fui testigo involuntario de ello hace unos días en Madrid. El taxista que me llevaba, desesperado por el tráfico, tuvo que iniciar una conversación telefónica urgente con su pareja. Ambos compartían la agonía de cerrar un nuevo alquiler en Madrid obligatoriamente antes de acabar el año. Tras tomar la decisión en directo, me confesó que era imposible llegar a fin de mes, con tres hijos, dos salarios bajos, y un alquiler que hace imposible cualquier gasto adicional. Solo gracias al apoyo de la abuela pensionista podrían acceder a esta vivienda y darle un techo digno a sus tres criaturas.
Claro que las dificultades para llegar a fin de mes no son exclusivas de Madrid, pero la capital se ha convertido en paradigma de las políticas que ensanchan la desigualdad, que laminan la cohesión social, que lenta pero implacablemente -porque sus efectos son a largo plazo- siegan proyectos de vida.
El taxista me confesaba estar absolutamente desafectado de la política. Pero la realidad inapelable es que, por mucho que él, por mucho que una parte de nuestros conciudadanos quieran pasar de la política, la política no pasa de nosotros. Porque la política es el colegio donde estudian sus hijos, el parque en el que juegan, la nómina que se cobra a fin de mes, la residencia donde cuidan de su madre o el hospital donde acudirán a lo largo de sus vidas.
Eso es lo que la gente quiere y lo que el ruido esconde. Lo que esta sociedad que en ocasiones parece desconectada de la política quiere y aspira de sus gobernantes. Que se centren en lo importante, que se aparque una crispación que solo beneficia a sus promotores y sus oscuras ambiciones. Que se tomen decisiones justas. Decisiones dirigidas a lo esencial, pensando en la mayoría.
Y que, de paso, si es posible, les pueda permitir disfrutar de una verdadera Feliz Navidad.