No me ha pillado por sorpresa que Carlos Mazón se haga el remolón con Vox; intuía esa tirantez en el cortejo desde la velada electoral. El affaire entre el futuro presidente de la Generalitat y Carlos Flores Juberías tenía pinta desde el principio de ser el típico encuentro descafeinado y sin azúcar en el que uno le dice al otro que no quiere tener una segunda cita con él. Después, se lo replantea al tener el otro algo que le interesa; los escaños que le harán presidente.
Que estas estrategias políticas no les despisten, al final, la única forma que tendrá Mazón de ser investido será con los votos de la formación derechista; no sólo por aritmética parlamentaria, sino porque los electores han manifestado su deseo de un gobierno de coalición al no dar al PP la mayoría suficiente. Cualquier guiño al Partido Socialista no es más que una estratagema para desviar la atención hasta las Generales. ¿Cómo va a mantener el PP la gestión del Botánico si sonreían porque el cambio ya había llegado?
En el callejón sin salida de la construcción del nuevo bipartidismo 2.0 el PP no tiene otro socio distinto que no sea Vox, así que por mucho que les pese a las corrientes más tibias y pragmáticas, el compadreo mutuo es una obligación si quieren gobernar. Al final pasará como en Castilla y León y Mazón se hará la foto brindando con Juberías, más teniendo en cuenta la campaña de acoso y derribo que la derecha ha emprendido contra la izquierda, no tendría sentido llegar a algún tipo de acuerdo con esos a los que algunos han calificado como hombres oscuros. Así que por favor, no nos hagan perder el tiempo, asuman que los números no les dan y no le hagan la cobra a Vox.
La probeta castellana del pacto de las derechas ha demostrado que no hay homosexuales colgados de las grúas ni que las plazas están presididas por bronceadas estatuas de Franco. La verdad es que salvo alguna estridencia del vicepresidente Juan García-Gallardo, todo sigue más o menos igual. Acuérdense de aquella vez en la que la facción voxera del gobierno planteó un protocolo antiaborto y Alfonso Fernández Mañueco, presidente autonómico, se apresuró a decir que todo estaba bien, que no pasaba nada, que todo iba a seguir igual; ya se encargará Carlos Mazón de enfríar esa cólera trasformadora de Carlos Flores.
Como ocurrió con Ciudadanos, ese partido que iba a suprimir las diputaciones y terminó teniendo a nueve asesores en dicha institución para dos diputados, los de Vox dan la sensación de que están más pendientes de ocupar un carguito que de cambiar de verdad las cosas. A más de uno se le habrá aguado la fiesta de la democracia al darse cuenta de que determinados gobiernos no necesitan de sus servicios para que su alcalde lleve a cabo acciones de gobierno.
Acusan al PP de ser 'la derecha cobarde', una timidez que Vox no ha conseguido que se le quite. No noto diferencias entre el gobierno de PP-Vox en Castilla y León con el que formaban con Ciudadanos hace unos años. La formación naranja por lo menos hacía más hincapié en lo que se había conseguido con ellos en las instituciones. En cambio, ahora no sabemos nada, salvo alguna ocurrencia trasnochada, de las novedades de un ejecutivo formado por los de Abascal. Más que extrema derecha, de momento la prueba piloto ha demostrado que no son más que otro proyecto de idealistas que iba a tomar el cielo por asalto pero ha terminado con las alas cortadas y aterrizando en una moqueta.