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memorias de anticuario

35 años después: el viejo cauce del Turia y tres asignaturas patrimoniales pendientes

27/06/2021 - 

VALÈNCIA. Valencia es una ciudad todavía inacabada. Eso tiene una vertiente que destila cierta decepción, porque todavía carga con una mochila de asignaturas pendientes que se va a aligerando a un paso demasiado lento, pero también es susceptible de una lectura positiva, porque es una ciudad que tiene mucho recorrido todavía, lo que, sin duda, la convierte en un lugar con expectativas reales que deberían tomar cuerpo en las próximas décadas: el Parque Central, el Cabanyal-Canyamelar y la relación de la urbe con su entorno natural (playas, Albufera y huerta), son tres de los grandes retos. Valencia no ha dado todavía todo de sí. En los últimos días ha saltado la noticia que nos habla de un proyecto municipal destinado a convertir en bulevar parte de la ronda interior de la ciudad. Pienso que hay una parte de esa ronda, concretamente el tramo entre la intersección entre la calle Ruzafa con Colón y la plaza de San Agustín, sobre la que urge una actuación intensa, al ser un tramo en el que confluyen cuatro espacios patrimonialmente importantes como la Plaza de Toros, la estación del norte, el instituto Luís Vives y la Iglesia de San Agustín, además de interesantes ejemplos arquitectónicos. Sin embargo, hoy en día es una gran playa de ruidoso asfalto, inclemente con el peatón, sin apenas sombras, y sobredimensionada en cuanto al espacio destinado al vehículo a motor. 

Sin embargo, dicho lo dicho, pienso que la mirilla del gobierno municipal anda algo desviada, o cuando menos debería ampliar su angular, y, aprovechando el 35 aniversario de la puesta en marcha de ese maravilloso espacio como es el jardín del Turia, por quien fuera por entonces alcalde de la ciudad Ricart Pérez Casado, no puedo dejar pasar la oportunidad de reivindicarlo, y a su vez reclamar -una vez más- desde esta humilde tribuna las actuaciones urbanísticas que merece. No digo que ese bulevar en la ronda interior no deba estudiarse, pero en Valencia hay dos asignaturas pendientes que deben ser abordadas de una forma definitiva y de una vez por todas. Una es el Parque Central (que corresponde a todas las administraciones) y la segunda el Jardín del Turia, que no puede quedarse momificado en lo que fue en su día un éxito, pero cuyo desarrollo ha quedado un tanto paralizado. Ramón Marrades hablaba recientemente en Valencia Plaza de evitar su “fosilización”. El jardín en el cauce es un éxito sin paliativos, pero todavía queda trabajar en su comunicación con los espacios por los que transcurre, y hay varias situaciones enquistadas que tienen que ver directamente con el patrimonio y que no pueden esperar. Marrades hablaba, entre otras propuestas interesantes de “humanizar los márgenes” y de “conectar los usos culturales”. En esto me voy a centrar. 

Tráfico rodado junto a las Torres de Serranos. Foto: Joaquín Guzmán

En mi opinión el jardín del Turia tiene un área de influencia que va más allá de los petriles históricos del cauce. No creo que el destino de ese espacio sea acabar en esos márgenes de pétreos y fuera de ellos el bofetón sean unas vías rápidas de tráfico rodado. Aclaro: sí que lo deben seguir siendo (no queda otra), puesto que el cauce es el mejor eje vertebrador entre los barrios, pero no como lo son ahora. Entiendo que va siendo hora de que, de una vez por todas, tres actuaciones urbanísticas entren en la agenda política de forma definitiva. El Jardín del Turia no es únicamente un histórico cauce felizmente reconvertido en jardín. Es mucho más: un entorno patrimonialmente de primer orden embridado por cinco hermosos puentes históricos y al que se asoman museos y edificios especialmente protegidos y al que abrazan más de una decena de barrios. 

La primera actuación que ha de estudiarse de forma definitiva tiene que ver con el entorno de las torres de Serranos. Monumento que es marca de la ciudad que no puede ser sometido visual y acústicamente al paso de miles de vehículos a sus pies. Un acierto del antiguo equipo de gobierno fue la peatonalización del puente homónimo, pero la ambición nos debe llevar a abordar un estudio técnico destinado a salvar definitivamente del tráfico, a través de un túnel, este monumento idóneo para crear espacio ciudadano a su alrededor. 

Puerta del Museo de Bellas Artes. Foto: Joaquín Guzmán.

La segunda asignatura pendiente es la del acceso al Museo de Bellas Artes. Algo inaceptable después de tantos años. No se puede seguir permitiendo que para acceder desde el centro a ese museo haya que “salvar” el puente de la Trinidad por una acera ridícula que los grupos han de cruzar en ordenada cola. Es paradójico además que con la red ciclista que recorre la ciudad, sea un lugar al que no llega ningún carril bici, cuando miles de visitantes optan por este medio para sus desplazamientos. La visita desde el centro, en su último tramo no es un camino especialmente agradable y la desconexión  con la ciudad antigua, por muy cercano que esté es evidente. No podemos seguir permitiendo que el acceso a la gran pinacoteca de la ciudad se haga sorteando el tráfico rodado. Ese museo va a recibir en breve varias obras de arte (Colección Gerstenmaier, Botticelli, etc) de gran relevancia, que sumadas a su magnífica colección lo van a convertir en centro de atención para valencianos y foráneos, por lo que ha de estudiarse de una vez por todas alguna de estas opciones: o bien la peatonalización del puente de la Trinidad, bien la eliminación del paso de vehículos frente a la puerta del museo por medio de un túnel pasante, prever el acceso a la pinacoteca desde el jardín o, siempre he pensado como una excelente opción la construcción de una pasarela peatonal por medio de un concurso internacional de arquitectos, que conecte de forma directa la puerta del museo con el centro histórico a la altura aproximadamente de la plaza del Temple. Aprovecho para sugerir que ese edificio debería plantearse como un espacio para la ampliación del museo con lo que dicha pasarela conectaría ambos espacios museísticos. No me digan que no hay opciones posibles. Hace falta voluntad política. 

Alameda de Valencia, un día cualquiera. Foto: Joaquín Guzmán.

La tercera de las asignaturas pendientes es, cómo no, la Alameda. El que fuera uno de los paseos-salón más importantes de Europa desde principios del siglo XVIII, retratado en numerosos cuadros y grabados, y que ha sobrevivido milagrosamente al desarrollo urbanístico, es incomprensible que todavía siga siendo el parking de vehículos por antonomasia de la ciudad. Hasta el Consell Valencià de Cultura se ha pronunciado sobre la necesidad de abordar un estudio que vuelva a convertir ese maravilloso lugar en lo que fue, y que hoy en día cuesta vislumbrar. Ello pasaría por hacer transcurrir el tráfico rodado de forma subterránea y construir un gran aparcamiento bajo superficie. Siempre me ha sorprendido la nula movilización en la sociedad valenciana destinada a reivindicar este emblemático lugar como si en nuestro imaginario todavía no hubiéramos tomado conciencia de lo que es en la actualidad, y lo que podría llegar a ser.

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