VALÈNCIA. La Filmoteca de València acogió este jueves la presentación del largometraje valenciano El somni de les sargantanes, película dirigida por Pedro Pérez Rosado con guión de Lilian Rosado (ambos, también productores). En los diálogos –a veces, en las ideas de sus diálogos– se encuentran algunas de las aportaciones más interesantes de esta producción valenciana que ha contado tanto con las ayudas de l'Institut Valencià de Cultura (2015) como con la compra de derechos por parte de À Punt Média.
No obstante, son las interpretaciones las que sostienen un drama sin apenas concesiones al sarcasmo (o cuando suceden, apenas quedan marcadas para el spectador). Narra la historia de un policía local, endeudado y sin casa, que busca refugio en su madre, enferma de un tumor cerebral y a la que se le aparece su marido muerto. El conflicto de una familia de la llamada 'clase media' en la que Ximo Solano y Maria Minaya encarnan a su pareja arquetípica y en crisis. En una doble crisis: la evidente, la económica, que les sitúa al límite del desahucio; la derivada, la de pareja, que crece y atraviesa la cinta. A su alrededor, Lola Moltó, que deslumbra en el papel de madre senil harta de concesiones a un matrimonio al que acusa de haberse concedido una vida de caprichos sin haberla ganado.
A partir de Moltó vemos cómo la senectud y el delirio dan paso a la lucidez. Una ambivalencia que la hace crecer en torno a su personaje que solo se pierde –como le sucede al resto de actores– en las dificultades de verosimilitud del proyecto. El conflicto entre madre (Dolores) e hijo (Vicente) parece querer apoderarse de la trama al inicio del metraje, pero se diluye en exceso hasta una reaparición demasiado abrupta. En general, la idea original de la película parte de una crudeza difícil de retratar, en manos de una sensibilidad cuyos mimos en dirección y montaje son muy desiguales.
La capacidad orgánica de las interpretaciones no se corresponde con la evolución de las tramas. Pero esa inestabilidad en las decisiones –y los recursos disponibles, quizá– no evitan disfrutar de potencialidades: sobre todo, las interesantes aportaciones de María Muñoz (capaz de sugerir un conflicto interno más que suficiente para su personaje secundario) y Paula Braguinsky (en un papel también menor y con poco margen, pero más que correcto). De hecho, junto a Moltó y Minaya, el texto tiene sus mejores líneas sobre los roles femeninos. En el fondo y en la forma.
Las intenciones formales detrás de la cámara y los problemas en la edición de sonido no mejoran la suerte del resultado final. No completan un cuerpo argumental robusto en torno a los lagartijas, cuyos lazos e identidad no acaban de definirse en el largometraje en el que también tiene su papel actores como Pablo Pérez, Miguel del Río o Vicente Soriano.