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el callejero

El barbero roquero

Foto: KIKE TABERNER
10/10/2021 - 

VALÈNCIA. Hay una generación de españoles, los que están rondando los treinta, que da la sensación de que, en lugar de pies, nacieron con unas Vans negras o unas Converse blancas. Adrián Alcocer es de Vans negras. Aunque Adrián Alcocer también podría ser Adrián Marqués. "Es mi segundo apellido y los uso indistintamente, pero pon Alcocer que si no la familia se mosquea", explica dentro de su barbería en Ruzafa, en el cruce de las calles Dénia y Sueca, en frente de una de esas terrazas de bares chinos que se llenan a diario de jóvenes sedientos y al lado de Sendra, una centenaria tienda de botas camperas dignas de Dolly Parton.

La barbería, que hace chaflán, huele a olores exóticos y dulzones. Los productos que usan para que el cliente salga de allí maqueado, con la barba florida y la nuca rapada. Como el copropietario de El Chato y La Chata, un par de tiendas de latas y cositas ricas que acaban de abrir en la fachada principal del vecino Mercado de Ruzafa, que se sienta en la silla de barbero y deja que le pasen la máquina que hace que salten los mechones como si fuera una oveja en manos de un esquilador neozelandés.

Adrián, que pone cara de malote en las fotos pero que luego resulta ser un tipo entrañable, trabaja como barbero desde hace cinco años y compagina este oficio con el de músico. A sus 33 años se balancea entre estos dos mundos. Es el copropietario, junto a Pepe, su socio, de Le Crew, una de esas barberías que han florecido por toda València durante los últimos años, desde que triunfó Los Tres Bigotes en la Gran Vía Fernando el Católico, y además es cantante desde su adolescencia. Aunque lo que pone un plato en la mesa cada día es la tijera.

Su primer grupo, a la edad del acné, fue Nadian. Luego le cambiaron el nombre y le pusieron A Reason to Breathe. "Ahí ya conseguimos cierto éxito, con discografía en Estados Unidos y Japón. Hicimos alguna gira sin perder dinero, nos pagaron los videoclips... Yo canto, compongo y produzco también algo de electrónica". Este grupo, con el formato clásico de vocalista, dos guitarras, bajo y batería, se disolvió hace cinco años. Antes de la pandemia formó una nueva banda y se entregaron al rock americano y al pop-rock más comercial. Su nombre, San Junípero, es un guiño a un capítulo mítico de la serie Black Mirror. Hace unos meses abrió una nueva vía en la música con varias colaboraciones para productores de música electrónica.

Aquel adolescente, el hijo de la trabajadora de un centro de día y el empleado en la desaladora de Formentera, acabó estudiando Comercio. "Trabajé hasta 2016 o 2017 como comercial y no me iba nada mal. Pero había muchos altibajos y lo mismo un mes ganaba mucho que al siguiente no tanto. Cuando acababan los objetivos de una empresa, tenías que buscar otra... Y yo quería algo más estable y que fuera más creativo. Así fue como hace cinco años me dio por estudiar barbería. Luego pasé por dos o tres barberías y acabé aquí, que antes se llamaba Dr. Frankie Mustache y era de uno de los fundadores de Los Tres Bigotes".

Poseidón, Medusa, Hércules...

Hace cinco meses se quedó el negocio con su socio, que es aficionado a bailar breakdance. "La peluquería solo para hombres se afianzó hace seis o siete años. Yo creo que gracias a redes sociales como Instagram, donde la imagen es tan poderosa, el hombre también ha cogido su parte". La música no es solo un camino paralelo. De las paredes, bajo el techo de una primera planta en la que retumban unos golpes, como si unos mafiosos estuvieran intentando sonsacarle una confidencia a un rehén, cuelgan los retratos de diferentes músicos: Michael Jackson, James Brown, Prince... Entre ellos se ha infiltrado una fotografía del célebre salto de Maradona con el que consiguió el gol de la mano de Dios. Y en una esquina, junto a la entrada, hay una burra con camisetas vintage.

Últimamente, desde mayo, se ha especializado en grabar voces para bases de artistas extranjeros que hacen música electrónica. Todo surgió a raíz de retomar el contacto con un conocido, un DJ de los Países Bajos llamado Richards. Poco a poco han ido surgiendo diferentes colaboraciones. Ya han salido dos y van en camino diez nuevas. "Hay gente con nombres muy potentes, con cientos de miles de oyentes mensuales en Spotify, y discográficas tochas...", cuenta haciéndose el enigmático.

Por lo bajo suena la música de una playlist donde Adrián ha seleccionado lo que quiere que suene en su local. Está todo estudiado. Como su imagen. Con unas gafas de pasta blancas transparentes y su pelo con la raíz negra y las puntas blancas. Además de las bambas identificativas de su generación, lleva unos vaqueros cortos y un polo de Lacoste de manga larga.  Los dos brazos están tatuados. Muy tatuados. El derecho empieza con las iniciales de su anterior grupo en los dedos y sube con imágenes relacionadas con el océano y Poseidón -Adrián hace surf-, y el izquierdo está dedicado a la mitología griega: Medusa, Hércules y Pegaso. Sergio Reyes se encargó del primer brazo y Matías Benegas del otro. Su pasión por el mar también llega a los pendientes y de cada oreja cuelga un ancla 

Adrián se reserva los jueves para grabar las voces. "Son melodías de voz", concreta. Y lo hace en un estudio del Carmen, el barrio donde se crió. Allí, en la calle Blanquerías, está RW Studios. La música se la comenzó a inculcar su abuelo José Manuel, que le ponía de todo, de ópera a cantautores. Aunque seguro que jamás imaginó que su nieto acabaría grabando voces para músicos extranjeros en los ratos libres que le deja su barbería.

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