VALÈNCIA. Precios más altos, pérdida del poder adquisitivo para el trabajador y menos cosecha: así concluye la campaña del arroz de 2022. A pesar de que tendría que haber finalizado hace meses, las lluvias de primavera aplazaron el cultivo, provocando un importante retraso y forzando al sector agrícola a asumir las consecuencias.
Las tareas de recolección finalizan esta semana, poniendo así fin a un proceso que se ha alargado más de lo que debería. Según explica José Pascual Fortea, responsable de la sectorial del arroz de AVA-ASAJA, lo ideal es comenzar a sembrar a principios de mayo para retirar el producto a mediados de septiembre. Sin embargo, este año se empezó a mediados de junio; un mes de retraso que ha causado que en pleno noviembre las máquinas sigan en el campo.
¿Los resultados? Una reducción de la cosecha en torno al 20% en comparación con el año pasado. "Tenemos un rocío con el que no podemos recolectar hasta las dos del mediodía porque es como si hubiese llovido, la paja del arroz está mojada y las cosechadoras no separan bien lo que es el grano de la paja. Hasta que no esté seco no se puede poner uno a trabajar. A las siete de la tarde es de noche y tenemos que parar", relata Fortea.
De esta manera, los profesionales han contado con menos horas para llevar a cabo su labor y han tenido también que hacer frente a su vez a unas extremas temperaturas en verano, que llegaban a alcanzar los 26 grados por la noche, favoreciendo el estrés de la planta.
Por su parte, el director de la Cooperativa Valenciana Camp Unió Cristiana de Sueca, Pancracio Piera, afirma: "Esta campaña ha sido anormalmente lenta, el retraso de las fechas de siega ha producido que tengamos menos horas de sol, junto a este factor hemos tenido días muy nublosos que han mantenido las rociadas y han proporcionado humedades altas. La humedad tiene como consecuencia que la maquinaria no trabaje de una manera eficiente".
Todas estas trabas han contribuido a que el arroz no tenga unas condiciones óptimas para su desarrollo. Además, los costes de producción también se han disparado: los herbicidas han subido una media del 20%, el gasoil un 100% y los fertilizantes un 300%, según indica Piera. En consecuencia, la reducción de materias activas ha propiciado la proliferación de las malas hierbas.
Así pues, la repercusión directa ha recaído sobre los clientes, que han percibido una subida de los precios -también debido a la inflación-, y sobre los trabajadores del campo. Pese a obtener más ganancias en las compras, las subidas no compensan el aumento de los costes de producción, por lo que el labrador perderá poder adquisitivo, tal y como insiste el director de la cooperativa ubicada en la comarca de la Ribera.
Ha sido, en definitiva, un año complicado para el cultivo del arroz. "Nunca había visto algo así, una cosecha tan tarde. Dependemos del tiempo y no podemos hacer nada, pero esperemos que no vuelva a ocurrir porque si no esto va a ser una ruina", lamenta José Pascual Fortea. Habrá que esperar hasta el año que viene para ver la evolución de la situación que, desafortunadamente, seguirá en manos del clima y condiciona la vida de la población, así como de la agricultura, un sector en crisis que requiere de ayudas urgentes.