No seré de esos que se alegran de la debacle de Ciudadanos. Lo considero una seña de ingratitud, desprecio hacia unos ex compañeros con los que trabajé codo con codo. Camaraderías que sirvieron para construir buenas amistades como la de Fernando Llopis, María Quiles o Edmundo Bal. A este último le veo ejerciendo de dique de contención de la irrelevancia, currando más que una Inés Arrimadas más pendiente de la foto que de sacar a flote el partido. Me da pena por los idealistas esperanzados en que esto funcione. La realidad es que C 's ha entrado en un círculo vicioso en el que la ciudadanía ignora su mera existencia. Hasta las papeletas de Teruel Existe tienen más tirón que las suyas. Van camino de la extinción, de ser historia, de erigirse como un espejismo de lo que pudo ser.
Lo triste es que se no se dan cuenta, o lo saben, pero les es indiferente. Prefieren matar el tiempo haciendo camisetas y torrijas. Hace años que dejaron de ser un partido político y se convirtieron en una compañía teatral. Con el perro Lucas empezó todo. Supe que Cs iba mal cuando la gente de la calle me decía "antes molabais, ahora estáis mal". Cuesta abajo y sin frenos, y lo triste es que a Arrimadas parece gustarle la velocidad. No se va a acordar de ellos ni la madre que les parió. No por falta de espacio electoral, sino por pereza. Creo que hacen tan poco los deberes que cuando tienen que votar algo en el Congreso marcan la línea de la formación en el café de antes del Pleno. De poco sirve que los de los municipios y regiones trabajen si no se tiene visibilidad desde Madrid. Una presencia que podrán encontrar en el hueco ideológico y moral dejado por el PSOE y el resto de la izquierda. No hablo de izquierdizar el partido sino de aprovechar la ausencia de interés de solucionar los problemas de la gente por parte de los socialistas. Desmarcarse de la colectivización fundamentada por el marxismo cultural, dejar de abrazar movimientos sectarios como el LGTB. Defender la libertad sin necesidad de enmarcarse en un gueto ideológico.
No se defiende la soberanía individual gritando más fuerte que nadie lo liberales que son. Además, ¿qué es ser liberal? No conozco término más abstracto. En democracia lo contrario a no ser liberal es ser un tirano. Me recuerda a cuando empecé en política y decía que era eso por decir algo. La realidad es que no tenía ni idea de muchas cosas y hablaba así para hacerme el interesante. El mundo se ha complicado demasiado como para simplificar las posiciones en etiquetas vacías. Paradójicamente, a la vez que han quedado desfasados los atributos políticos, ha aparecido una vertiente mucho más pura de la polaridad: los que quieren una sociedad íntegra o los que se han aliado con la inmoralidad. Aquellos defensores de las víctimas o los vasallos de los verdugos que se alegran por la victoria en Colombia del candidato de las FARC Gonzalo Petro o blanquean los abusos del marido de Mónica Oltra. Esto ya no va de subir el gasto público o bajarlo como antaño, ahora va de hacer las cosas bien desde el punto de vista moral o destruir las conciencias con el peligroso libertinaje.
Ciudadanos puede sobrevivir canalizando el voto de los que no son tan moderados como para votar al Partido Popular ni tan testosterónicos para apostar por Vox. Un término medio entre lo políticamente correcto y la radicalidad. Es decir, recuperar el partido de la foto de Colón. Se me pone la piel de gallina sólo de pensar en aquella estampa. Ahí conseguimos 57 escaños y estuvimos a punto de alcanzar al PP. Todo se jodió cuando Albert se puso nervioso y además de hacer un vídeo con un perro que olía a leche o sacar un adoquín en el debate, se empezó a acercar al PSOE ofreciendo pactos de Estado. Ese fue el gran problema.
Después ha llegado la desorientación y no saben ni lo que son. Cs debe dar la batalla al peor Gobierno de la democracia, no disparar por doquier como hace la derecha, pero ir a morder. Estoy convencido de que, dando en la tecla apropiada, generando el elemento de dar la guerra cultural sin caer en el nerviosismo de Abascal, la formación naranja puede comerse los votos del Partido Socialista como ha hecho Macron en Francia. Ese debe ser el modelo. Un partido moderado sin complejos que no le tiemble el pulso y que mantenga una coherencia en el mensaje. Apostar por atajar con serenidad el problema de la inmigración desmedida, construir relatos alternativos al del feminismo radical o el resto de las colectividades y tener un concepto de lo que es España. Un proyecto basado en unos ideales, consolidar un suelo electoral y volver a empezar. Ah, y que Inés cierre la puerta al salir.