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crítica

Con Bernstein y su 'Trouble in Tahiti' llega la música fresca de ritmos cruzados a Les Arts

5/03/2022 - 

VALÈNCIA. La sala pequeña del coliseo del Turia quedó enana ayer para la música de Bernstein. Un lleno absoluto que habla por sí solo sobre la demanda del público, que quiere experimentar y variar con músicas de todos los tiempos. Acierta en eso de Les Arts. Y es maravilloso que se puedan solapar en la casa espectáculos como los Trouble in Tahiti del XX y los problemas de Escocia del Ariodante del XVIII, a pesar de la reiteración barroca. 

Leonard Bernstein no es un compositor desconocido, pero sí olvidado en muchos teatros dedicados a las artes escénicas, donde debería tener un lugar asegurado en lo más alto. Murió hace tan sólo 32 años, dejando una brillante impronta personal de músico especialmente dedicado a la divulgación musical, a la dirección de orquesta, y cómo no, a la composición de música sinfónica, pero también de óperas, operetas, y musicales. Nadie podrá olvidar su West Side Story, y nadie debería dejar de aplaudir a Les Arts por ir al rescate de los grandes, como él, capaz de aunar ejemplarmente la música sinfónica clásica, con la popular, la latina, y el jazz. 

Llena de frescura y contrastes está Trouble in Tahiti, ópera corta de ambiente urbano del norteamericano, que fue escrita para un acto, y donde sus siete escenas corren seguidas. En su libreto, también de Bernstein, se retratan las desventuras domesticas de un joven matrimonio que teniéndolo todo resuelto en la vida, ha descuidado, sin embargo, lo más importante: su propia relación. ¿Es capaz el bienestar de generar tanto vacío en una pareja? 

Esa reflexión sobre el materialismo y su efecto cegador, la atiende de manera sabia el regista, también estadounidense, Ted Huffman, quien recoge el guante de Bernstein, para ahondar con cada detalle en la cuestión. Este es de los directores de escena que suman; que vienen a servir a la música, y no de los que no aportan nada más que una torpe idea disfrazada, como hemos visto recientemente en Les Arts en el Reims, el Requiem, y la Francisquita para olvidar.

Huffman presenta la obra, -producción de la Dutch National Opera d'Amsterdam-, en una línea de bellísima estética y concepción modernas. Y gracias a su conocimiento del oficio y su ingenio, es capaz de apuntar la música y enfatizarla en cada momento con el uso de los recursos más imaginativos, adecuados guiños, y el muy singular tratamiento de los movimientos escénicos de los protagonistas. En su propuesta de acción rápida, todo fluye en unidad de texto y música, clave para el éxito que se vivió ayer en el coliseo del Turia

Foto: MIGUEL LORENZO y MIKEL PONCE.

La escuela de la casa

Los 5 cantantes solistas que escuchamos ayer en la sala Martín i Soler, son alumnos miembros del Centro de perfeccionamiento de la casa, que antes tenía el enorme privilegio de llevar el nombre del gran Plácido Domingo, a quien de manera ridícula Les Arts quiere silenciar. En el madrileño, los 5 jóvenes a buen seguro encuentran la inspiración para desarrollar la entrega total vista ayer, y su gran altura profesional. El funcionamiento y composición de la escuela de la casa, incomprensiblemente, es como un misterio bien guardado. Algo se oculta quizá. Pero, sea como sea, hay que reconocer que el resultado artístico es bárbaro.  

Hay que destacar a la mezzo Laura Orueta por su Dinah bien construida, seria y creíble. Y también por su voz fresca y color equilibrado, basada en una técnica asentada ya, capaz de realizar un canto libre, de buena línea, y de emisión adecuada. Versatilidad, musicalidad y gusto enseñó la madrileña, que encandiló con su “There is a garden”.

Su counterpart fue un valeroso barítono de canto controlado, Alejandro Sánchez, en el papel de Sam, de buen volumen y certera emisión. Su voz, cuidada y timbrada, encontrará mejor resonancia y canto de frases para completar su gran musicalidad. 

Si la pareja protagonista dominó la escena, los miembros de el trio lo clavaron. El tenor Xavier Hetherington, el barítono Carlos Fernando Reynoso, y la mezzo soprano Mariana Sofia García, con apoyo electrónico para sus voces, demostraron buen gusto y enormes dotes para el musical, arte tan completo como complicado. Soberbios, abordaron su tintineante partitura, y jugaron con la música, con el texto, con la sonrisa, con el baile, con el vestuario, y con demás atrezo, para un deleite continuo gamberro y satírico. Y fueron vehículo perfecto para las amables melodías cercanas, y ritmos de jazz que Bernstein ideó.

Foto: MIGUEL LORENZO y MIKEL PONCE.

Ópera moderna, ópera clásica

Es significativo pensar que algo de autobiográfico hay en la obra, al poner Bernstein los nombres de su padre y de su abuela, Sam y Dinah, a los personajes principales, para construir una ópera verista que habla de la incomunicación y de la insatisfacción.

Nadie puede discutir, en cualquier caso, la singularidad y la calidad musical de Trouble in Tahiti,  que a pesar de ser obra del 1952, está pensada con una estructura clásica belcantista, a base de recitativo, aria, dúo, etc. Su sabio autor, Leonard Bernstein, hace así un guiño interesado a la historia, consiguiendo fundir los ritmos y los tratamientos orquestales modernos con lo más clásico del mundo de la ópera. Introduce además, -por si lo anterior fuera poco-, otro apoyo que termina de forjar el interés de la obra. 

Se trata, nada menos, de la reinterpretación de la figura del coro del antiguo teatro griego. ¡Chapeau! Formado por el trio de cantantes, el autor consigue con ello presentar el contexto, y resumir las situaciones, con sus comentarios sobre el desarrollo de la obra, con sus gestos, con su canto homogéneo a veces al unísono, con su danza, y en definitiva, con sus recursos como el de los vídeos propios, y la suplantación de personajes que bien aprovecha Huffman para la fluidez dramática, y la plasmación de la obra.

Los cantantes fueron dirigidos por el también joven, y a pesar de eso sabio y experimentado Jordi Francés, muy implicado con la música de creación contemporánea, quien llevó el acto de forma controlada y segura. Si al matrimonio le falta comunicación, a Francés le sobran recursos y conocimientos para el encuentro con los profesores y los solistas. Sacó de la Orquesta de la Comunidad Valenciana en formato reducido, color y frescura. Y con su hacer puntilloso y expresivo, supo darle a la obra el carácter teatral que requiere.

Se representó el Trouble in Tahiti antecedido, en acertada fusión, de los singulares e interesantes Prólogo y Postludio, -ejemplo de la música orquestal tan personal y ecléctica de Bernstein-, de la ópera A quiet place, que creó posteriormente el americano a modo de continuación de la primera. Ahí se escucharon los ritmos cruzados y rotos, que convierten la música en algo tan atractivo para los oídos más jóvenes, que ayer en Les Arts eran muchos, y pudieron disfrutar. A la joven arquitecta Renata, el espectáculo, en jardín de ritmos y colores, se le pasó volando. Y es que, a pesar del asunto agridulce del que trata, es una ópera equilibrada, bien construida, bien presentada, y bien representada, con una música fresca agradable, pizpireta, inteligente, y llena de referencias, todas ellas atractivas para los “nuevos clientes”.

Trouble in Tahiti tiene una entidad tal, y es tan representativa de un estilo tan importante ya en la historia de la música, que merece ser representada en salas grandes. Dígame por qué no, junto a una de las cortas de Puccini, por ejemplo. Veo que falta decisión al respecto. Pero quizá algún día el Reina Sofía rompa convencionalismos a la búsqueda de su propia personalidad. Tiene las bases para conseguirlo. Entonces, la sala estará llena. La grande.


FICHA TÉCNICA

Palau de Les Arts Reina Sofía, 3 marzo 2022

Ópera. Trouble in Tahiti

Música, Leonard Bernstein

Libreto, Leonard Bernstein


Dirección musical, Jordi Francés

Dirección escénica, Ted Huffman

Dinah, Laura Orueta. Sam, Alejandro Sánchez

El trío, Mariana Sofia García, Carlos Fernando Reynoso, Xavier Hetherington 

Orquesta de la Comunidad Valenciana

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