VALÈNCIA. Sabemos que el mundo de la inversión camina dos pasos por delante de la economía real. Las fuertes caídas vividas en los mercados financieros durante las últimas semanas solo hacían adelantarse a la foto que iremos descubriendo ahora los gobiernos, las empresas y la población activa y no activa. No me cabe duda que la experiencia vivida por el virus no solo cambiará muchas de nuestras costumbres, sino también la forma en la que invertimos y el criterio sobre el que tomamos la decisión final.
Uno de los temas clave serán las inversiones en infraestructura y logística que los países decidirán destinar (o no) para estar mejor preparados para futuras pandemias. Si algo tenemos claro es que ningún gobierno puede permitirse un parón similar cuando aparezca el siguiente virus. No solo es saber hacer frente y estar a la altura ahora sino ir preparando el terreno para lo que venga en un futuro.
Sin duda, está programada una dura batalla por el conocimiento científico en salud/biotecnología como también en encontrar soluciones para almacenar stock de material sanitario o de protección, que permita ofrecer a la población seguir con su actividad aunque la amenaza siga ahí fuera (evitar el cierre de toda actividad al fin). Son solo unas pocas ramas en donde los gobiernos querrán potenciar su enfoque a partir de ahora. El objetivo parece claro: lograr que cuando tenga que volver a ocurrir, ganar ventaja competitiva frente a los demás y lograr que un país consiga estar medianamente activo mientras otros no tengan la misma suerte (por no haber hecho los deberes).
Los beneficiados de un tal movimiento en el frente gubernamental son varios como, por ejemplo, los sectores de salud/biotecnología, empresas que producen material sanitario y en especial ropa de protección sofisticada y de sencilla utilización/aplicación; como también los que ofrecen soluciones por el cambio de hábitos como la comunicación digital o el alquiler de naves de almacenamiento (stock de material para emergencias).
Otro de los temas que sin duda se verá más que nunca potenciado a la hora de invertir será la inversión socialmente responsable (ISR). ¿Quién de nosotros durante el confinamiento no ha visto imágenes inéditas que solo se pueden disfrutar con el aire descontaminado? Si alguna nota positiva podemos sacar a la actual pandemia es que hemos podido contrastar el efecto medioambiental. Muchos necesitamos ver para creer... ¡y por fin se ha visto! Así que indudablemente ya son menos los que dudan.
Evidentemente no podemos bajar la actividad a cero pero la gente ha podido constatar que cada grano de menor contaminación servirá para algo. Luego el inversor es inteligente y sabe que eso de la moda ISR ya pasó y que la cosa va en serio. A la hora de invertir ya no solo busca el beneficio económico/financiero sino también un valor añadido social o sostenible.
A modo de ejemplo: la empresa que tiene buen producto pero que descuida los efectos negativos que se producen en la cadena de producción por contaminación pronto encontrará un competidor, cuyo producto se acercara mucho al suyo y que además es más sostenible. El consumidor dará preferencia al último por cubrir dos necesidades a la vez. Lo mismo aplica para el inversor. Dara preferencia a la segunda empresa que tiene mayor potencial en lo económico/financiero (mayor potencial en cuanto a demanda por cubrir dos necesidades a la vez) y por fabricar de manera sostenible. Este es solo uno de muchos ejemplos que intenta ilustrar de manera muy sencilla como podría producirse en el futuro la toma de decisión tanto en consumo como en la inversión.
El tercer punto es el futuro peso que previsiblemente tomará la inversión de proyectos a muy largo plazo, con limitado acceso a reembolsos (no líquidos hasta su vencimiento). Típicamente son proyectos con un horizonte temporal de 7-10 años. En estos proyectos es importantísimo saber elegir bien, es decir, que debe ser una inversión cuya supervivencia no esté amenazada por una crisis económica (bajo riesgo de quiebra pase lo que pase). No es que este tipo de inversión no sufra durante una crisis, pero si por tipología de riesgo está bien elegida el impacto es mucho menor a simple vista para el inversor, porque solo corresponde hacer balance de la inversión a su vencimiento, y ¡no antes!
Frente a ello si cogemos por ejemplo un valor que cotiza a diario, hacemos balance todo el tiempo, tanto cuando el valor sube como cuando baja. No así en estos proyectos donde lo más común es encontrarlos en iniciativas de capital privado o de economía real. Si los proyectos son bien elegidos, pueden alcanzar rentabilidades de entre un 8-15% anual y siempre a vencimiento. Mayoritariamente son solo accesibles para los inversores sofisticados aunque no extrañaría que con la actual crisis se rompa alguna lanza para que algunas iniciativas se abran también al público minorista.
Christian Dürr es socio-director de ETICA Patrimonios EAF