VALÈNCIA. El taller de Seve es una especie de santuario de Vespas. Las hay de todos los colores y todas las épocas, aunque predominan las clásicas, las que no pasan de moda y tienen enamorados a miles de valencianos. Porque una Vespa, al contrario que un 600, no es una rareza. Esta escúter sigue viva y su legión de adeptos las sigue arrancando cada día. A eso contribuye Severino Biosca, que lleva toda la vida, casi cuarenta años, cuidando de los achaques de estas motocicletas. Primero lo hizo su padre, el otro Severino Biosca, y luego él, que para algo es un calco de su progenitor.
Una vez hizo una excepción, algo así como cuidar a un jugador del Real Madrid en Can Barça, cuando tragó saliva y aceptó las súplicas de un cliente: arreglar una Lambretta. ¡Oh, mamma! "Fue durante la Copa América. El jefe de un amigo estaba trabajando para el Luna Rossa y su moto, que era una Lambretta, tenía una avería, así que me rogó que se la arreglara y le hice el favor". Pero el resto, solo Vespas y alguna Piaggio suelta porque es de la misma marca.
El padre abrió primero en la calle Rafael Cisternas, pero a los pocos años ya se mudó, siempre en las inmediaciones de Mestalla, a la calle Finlandia. El fundador ya se ha jubilado aunque muchos días aún se deja caer por el taller, a sus 82 años, para echar un ojo y mantenerse activo. "Me gusta que esté ocupado y haga trabajar la mente, pero, además, es que es muy buen mecánico. Él es mi maestro y aún le pregunto muchas cosas. Aquí, aunque solo toque una marca, cada día es un mundo. Casi todo sigue un patrón pero hay veces que algo se sale del patrón. Y ahí es cuando me voy a casa y no duermo. Soy de esos. Yo creo que las motos tienen alma. No es solo un bicho con ruedas y ya está. A la gente le parecerá una tontería, pero no lo es. Muchas veces me olvido de los nombres de los clientes y disimulo pidiéndoles que me apunten su número y el nombre, para recordar cómo se llaman. Pero jamás olvido qué le hecho a su moto".
Su fama es tal que el otro día entró un cliente en el taller y le contó que este verano, en Milán, comentó que era de València y unos italianos le dijeron que en su ciudad, cerca del campo de fútbol, había un taller de Vespas. "La verdad es que ya llevo 35 o 40 años y por aquí han pasado muchos italianos. Estudiantes de Erasmus y gente que había venido a trabajar aquí. Y no creo que en España haya muchos más talleres que se dediquen a la Vespa en exclusiva", explica.
Seve ha dado los mismos pasos, idénticos, que su padre. Por eso parte cada día en dos: por la mañana trabaja en Tabacalera y por la tarde, en el taller. "Me dedico a la distribución del tabaco. Llevó allí 35 años. Empecé oficialmente con 18. En Tabacalera somos como un supermercado para los estancos, que nos compran cuando se quedan sin producto. Ahora cojo los camiones que vienen de Madrid y organizo su almacenamiento. Por eso, como trabajaba tanto, me dejé los estudios cuando acabé en el instituto". Pero antes, de adolescente, era la envidia de todo el instituto Sorolla porque era uno de los pocos que iba en moto. Primero en una Vespino; más tarde, en cuanto se sacó el carnet, con la Vespa. "¡Yo era el rey! ¡Yo era el amo con mi Vespa Primavera! La sigo teniendo y la tendré toda la vida. Cuando me jubile, cogeré la Vespa y me iré a ver España, sin rumbo. Donde me pille. Si un día hago 150 kilómetros porque me apetece, los haré, y si al día siguiente quiero hacer 50, pues haré 50. Ir comiendo por ahí, dormir en un sitio modesto y en la Vespa, solo o con mi pareja, recorrerme España".
A sus 54 años no ha perdido la fascinación por esta motocicleta que inventó Enrico Piaggio, como se relata en la película 'Un sogno italiano', que Seve no se ha perdido. "Ahí cuenta cómo convenció al director de 'Vacaciones en Roma' (William Wyler) para que sustituyera el caballo que tenían previsto utilizar por una vespa. No se vendía y aquello fue el origen del boom por la Vespa, que significa avispa. Todas las motos llevan doble amortiguación pero esta no porque las ruedas vienen de la aviación".
El taller está lleno de carteles y pósters de Vespa. En una esquina hay una pila de neumáticos; al lado, una estantería con cascos; unos sillines en un altillo, y depósitos. A la entrada hay un corcho repletos de anuncios de gente que quiere vender su Vespa. Huele a goma y gasolina, y debajo de algunas motocicletas, hay un charquito. "Dicen que todas las Vespas sueltan algo. No es una Vespa auténtica si no suelta un pequeño rezumo. No tienen cierre hermético". En otra esquina, nada más entrar, hay una Vespa de pijo de los 80: una PK Primavera blanca con pegatinas de Mistral y Distrito 10".
Pero no hay dos iguales. Llama la atención una con una matrícula de seis dígitos que empieza por V191xxx. Seve, que se atropella al hablar de las motos con su voz nasal, explica que es de los años 60 y que es originaria de la India. Al lado hay una más antigua aún, de finales de los 50. Son las reliquias de este taller consagrado a estas escúters italianas. Aunque la reina, indiscutiblemente, es el modelo Primavera, de los años 80, cuando la Vespa se convirtió en un vehículo muy codiciado por los jóvenes valencianos.
Un reloj con forma de manillar de Vespa da la hora en la pared. De vez en cuando suena el teléfono o entra algún cliente. Unos le preguntan por el verano y otros, por su padre. Se percibe mucha familiaridad. Y Seve, con sus orejas de soplillo y su carácter afable, contesta a todos con entusiasmo. De repente, se gira y comienza a hablar de un Vespino negro que tiene al lado. Se lo trajo un cliente a rastras hace unos días. "El contador solo marca cinco kilómetros y dos se los hizo trayéndola aquí". Es de un cliente que la tiene, sin matricular ni usar, como pieza de coleccionista. Ahora le ha pedido que se la ponga a punto, aunque el mecánico cree que va a seguir sin usarla.
El resto, salvo una escúter más moderna, son Vespas de todo tipo. De varias cilindradas: 49 cc, 74 cc, 125 cc, 160 cc y 200 cc. "Piaggio dejó de hacer las clásicas hace unos diez años. Pero nunca pasará el fenómeno Vespa. Nunca dejarán de estar de moda. La gran diferencia con las japonesas es que estas se acaban rompiendo y las Vespas te pueden durar sesenta o setenta años. Te compras una moto de estas y sabes que, si la cuidas, la heredarán tus hijos. Si se estropea el motor, no pasa nada, le arreglas el corazón y te dura otros veinte años. Si hay algo que tienen en común todas las Vespas es la resistencia", advierte.
Él les será fiel toda su vida. Y, quizá como un agradecimiento al director de 'Vacaciones en Roma' que cambió la suerte de la marca, decidió pintar la suya, una Primavera, del mismo color verde que el de la moto de la película, que es en blanco y negro pero Seve ha visto fotos de la motocicleta. Sus hijos, de 19 y 16 años, aún no tienen la suya, aunque tampoco parece obsesionarles. A la novia del mecánico sí le gustan, aunque él dice que tampoco le importaría lo contrario, que ni por esas le daría la espalda a su vieja moto. "Tengo muchos clientes que cuidan más la Vespa que a la mujer. Tendrías que ver las miradas de ellas... Se perciben celos con la moto. Pero si la cuidas jamás te decepciona, todo lo contrario que una mujer, un marido o un amigo", bromea.
Algunos de sus clientes entran en el taller con peticiones que son casi una ofensa para un obispo de la Vespa como él. Entonces saca el capote y comienza a lidiar con el dueño de la moto para disuadirle. Y eso incluye todo lo que atente contra la esencia de la Vespa. "Esta moto ya sabes que tiene una velocidad de crucero de 60, 70 u 80 km/h. Si quieres que corra más, cómprate otra moto". Lo que no le importa es cuando llega un nuevo propietario con una Vespa que le ha comprado a un agricultor y lo primero que le pide es quitar el hierro que le había añadido este para llevar el botijo. "Es más común de lo que piensas...", afirma entre risas. También se ha extendido la costumbre de quitarle la rueda de repuesto que llevan detrás. "Antes, como cuando mi padre iba en Vespa a Fuente la Higuera para ver a mi madre, tenía sentido porque eran otras carreteras y porque no había móviles. Pero ahora ya no tiene sentido. Si te pasa algo, llamas a la grúa y ya está".
Lo que más le gusta de estas avispas con ruedas es su zumbido. "A mí me encanta su sonido, el alma que tiene. Mucha gente de mi generación se la compró con 16 años y lleva toda la vida con ella. Por eso la valoran tanto, porque la tienen cuarenta años". Las nuevas, asegura este manitas, ya no suenan igual. "Es otro motor, otro estilo, otra historia. Llevan mucha mas tecnología. Son otra cosa". Seve insiste en que las antiguas son muy fiables y pone el ejemplo de su amigo Nacho (Medina), que fue en Vespa desde Alejandría hasta Sudáfrica para ver a España ganar la Copa del Mundo de fútbol.
Severino Biosca se despide con un apretón de manos donde se sienten los años que lleva trabajando con las manos. Luego se da media vuelta y se mete en el despachito que tiene dentro del taller. Ha llegado el momento de volver a meterle mano a una Vespa. Saca unas piezas y comienza a trabajar rodeado de Vespas, la moto de su vida.