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En casa de nuevo: Una vuelta al mundo interrumpida por el coronavirus

Iban a dar su tercera vuelta al mundo, pero llegó el Covid-19. Cuando se decretó la pandemia, Juan Cortell y María Albert llevaban dos meses a bordo de un gran crucero junto con otras 2.300 personas. Por suerte, sin infectados. Más allá de dar por finalizado el viaje, dio comienzo a una nueva aventura: la de volver a casa.

22/04/2020 - 

VALÈNCIA (VP). De Barcelona a Cabo Verde; de Cabo Verde a Sudamérica: Brasil, Uruguay, Argentina... Y tras dar el salto al océano Pacífico a través del Estrecho de Magallanes, con visita a Chile incluída, llegaron hasta la remota Isla de Pascua. «El primer tramo fue perfecto, todo fenomenal»asegura Juan Cortell, vecino de Puçol. Pero a medida que el barco avanzaba por el mar, también lo hacía el virus por la tierra y, a aquellas alturas del viaje, «ya empezaba a haber muchos problemas por el mundo y se oían cosas».

Así, aunque Oceanía les esperaba con los brazos abiertos, este —enorme— grupo de viajeros de la tercera edad continuaba su aventura, conscientes de que la situación se agravaba. Y Nueva Guinea fue el primer destino que no pudieron pisar: no les dejaron si quiera entrar al puerto. De ahí a Sidney, donde sí estuvieron dos días amarrados en el puerto, pero sin bajar, «porque ya había habido problemas con algún crucero con contagios». Así que la aventura continuó por Australia, eso sí, desde la cubierta del barco, observando toda la costa oeste del país.

«Ha sido una gran aventura estar dos meses sin tocar tierra», explica Cortell, emocionado, aunque es consciente la gravedad de la situación. «Es muy triste lo que está pasando en el mundo, además de la desilusión de aquellas personas que estaban haciendo el viaje de su vida y ya no podrán hacerlo», lamenta, destacando que muchos no llegarán a conocer las zonas que les quedaban por visitar.

No es su caso: era la tercera vez que daban la vuelta al mundo, «seguidas, además», y ya habían visitado Lejano Oriente en otras ocasiones: «Sri Lanka, India... Es una zona conocida porque hemos estado otras veces». En realidad, su gran ilusión y motivo del viaje era poder cruzar el Estrecho de Magallanes y el canal de Beagle, algo que sí pudieron hacer mientras surcaban Sudamérica.

A pesar de todo, sus días sobre el crucero han sido, tal y como aseguran, muy placenteros. «Todo excepcional, desde el barco hasta la comida, los espectáculos, la gente...». Este matrimonio de Puçol disfruta haciendo amistades con personas de diferente nacionalidad en cada viaje. «Normalmente tienes mesa propia y entablas más relación con el mismo grupo, de entre seis y ocho personas, pero conoces a mucha gente distinta».

El promedio de edad sobre este crucero es de 70 años, y más de un pasajero suele estar repitiendo el viaje. Y de dos, y de tres... Según la pareja, hay que contratarlo con mucha antelación «porque esto engancha, hay muy poca gente a bordo que lo está haciendo por primera vez». De hecho, hablan de Ramón, un señor catalán que ostenta el récord de tiempo: en total, 27 años a bordo de un crucero, entre viaje y viaje.

Lo más probable es que esta pareja vuelva a repetir, y siga haciéndolo siempre que pueda. «Vas tocando países, un día aquí, otro allá, bajas, vuelves a subir...», explica Juan Cortell, que asegura que la navegación más larga sin parada puede ser de unos cinco días. Normalmente salen del Mediterráneo dirección oeste, cuando el mal tiempo ha pasado, haciendo el mismo recorrido que él, pero dos meses por detrás.

Dos meses atrapados en el mar

Desde que la OMS elevara el brote de coronavirus al nivel de pandemia, el crucero en el que viajaban Juan y María ha ido surcando los mares en busca de puertos que pudieran acogerles, sin conseguirlo. De hecho, han estado amarrados en diferentes costas oceánicas, asiáticas y europeas para proveerse de los bienes necesarios. «Nos quedábamos en bahías o frente a puertos y nos traían gasoil y comida en barcazas», recuerda Cortell.

La vuelta no ha sido fácil. Cuando dejaron atrás las vistas australianas, se dirigieron a Dubai, pues la compañía les ofrecía la posibilidad de viajar gratis en avión desde allí hasta Madrid o Barcelona. «Pero antes de llegar cerraron el puerto, y tuvimos que dar media vuelta». Y regresaron a Australia. Allí, cerca de 30 pasajeros bajaron en Wellington para coger un avión a Sydney, volar a Londres y, de ahí, a otros países. «Eso sí, el que se bajara ya no podía volver a subir, pero claro, tenían miedo».

El resto de pasajeros decidieron esperar. Entre ellos, la pareja de Puçol. Y el barco enfiló el rumbo hacia el mar Rojo, por el que pretendían llegar a Europa. Sin embargo, hubo un incidente mientras cruzaban el canal de Suez: «Un señor sufrió un infarto grave y tenían que trasladarlo de urgencia», por lo que el barco tomó un nuevo rumbo: Israel. Allí, junto a la costa, un helicóptero medicalizado se llevó al hombre. «Y seguimos navegando hasta el único puerto que nos daba entrada: Marsella».

Tras una larga travesía, el 20 de abril llegaron a la ciudad francesa, donde algunos pasajeros comenzaron a pisar tierra por primera vez en dos meses. Es el caso de Juan y María que, entonces, debían coger un autobús que les llevara hasta Barcelona, donde tenían el coche aparcado, esperándoles para volver a casa.

«La compañía MSC Cruceros se ha portado de diez y ha conseguido llegar hasta el final sin ningún problema, ni casos de infectados», señala Cortell. Además, «a todo el que quiera repetir el año que viene le descuentan casi la mitad del precio». Al parecer, ya se están planteando repetir... Otra vez.

Las próximas Navidades hará 30 años que Juan y María viven en Puçol. A la edad de 75 años, él, y 73, ella, han visitado más de 60 países a lo largo de su vida. Algunos, en repetidas ocasiones. Y, de todas las regiones que conocen, Oceanía es una de sus favoritas: «Australia y Nueva Zelanda son ideales para vivir, tienen lugares absolutamente paradisíacos... Aunque amo Europa, pero entiendo que hay otras formas de vida».

Pero para ellos, solo hay una: viajar. Así, con multitud de cruceros a sus espaldas y tres vueltas al mundo —o, más bien, dos y media—, este matrimonio trotamundos por fin ha pisado tierra, tras dos meses atrapados en el mar y nuevas aventuras que contar. Entre otras, la de volver a casa en tiempos de coronavirus.


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