VALÈNCIA. Casi nueve décadas después, las familias recuperan la esperanza de poder enterrar los cuerpos de los asesinados por el franquismo en el cementerio de Sueca. El número de represaliados que consta que estén enterrados en la fosa común, según el registro existente, es de 54 víctimas. De ellas 23 han sido localizadas en la fosa 1.
Las labores de exhumación continúan para devolver a las familias los restos de los 54 represaliados por el franquismo en Sueca al finalizar la guerra civil española. Los trabajos realizados en la fosa común del cementerio municipal han permitido que el equipo de arqueología y antropología de la asociación científica Arqueoantro haya recuperado ya restos de 30 de los represaliados, tras comenzar la excavación de la segunda fosa.
“Partíamos de información de testigos orales”, explica Yaiza Alonso Beltrán, directora antropológica de las excavaciones. Su labor tiene una dificultad adherida y es que, tal y como explica Alonso, a muchas familias les sigue inundando el miedo. Después del final de la Guerra Civil en 1939, numerosas personas fueron detenidas, ejecutadas y sepultadas en fosas comunes sin identificación. Una simple hebilla, un accidente en el pasado o un empaste de caries ayudan a los profesionales de Arqueoantro a identificar los cuerpos exhumados. "Les intentas dar una identidad, que no solo sean restos óseos", revela la antropóloga.
La fosa común del cementerio de Sueca contiene los cuerpos de 54 hombres, muchos de ellos suecanos, pero también de poblaciones como El Perelló, Cullera, Tavernes, Gandia, Oliva, Xeraco, Carcaixent, Almussafes y Riola. De ahí, que a la fosa 2 se la haya bautizado con el nombre de “Els forasters”.
Las víctimas fueron asesinadas en 1939, al finalizar la guerra civil. La primera de las fosas, de la que se han extraído 23 cuerpos, se cree que pertenece a la saca de mayo y junio; mientras que en la segunda, la de “Els Forasters”, se encuentran los cuerpos de los 31 asesinados en julio.
El cementerio de Sueca guarda una historia marcada por la represión y la violencia durante el régimen franquista. Un lugar que se ha convertido en testigo mudo de hechos pasados que representan tanto los horrores sufridos como la búsqueda de la verdad y la justicia. Las víctimas fueron homenajeadas el pasado viernes junto a otras víctimas de la dictadura.
Pepa Ripoll Orti todavía conserva la carta que José Orti Ballester, el padre de su madre, le escribió a su familia antes de ser asesinado por el franquismo. La carta está fechada a 17 de mayo de 1939, el día en el que se produjo su fusilamiento en el cementerio de Sueca. Todavía se emociona cuando la lee y ve como su abuelo tuvo que firmar con “Arriba España” y “Viva Franco” para que, a día de hoy, Pepa pueda tener el último mensaje de su abuelo.
José, pese a no pertenecer a ninguna organización republicana, fue detenido por tener amistades pertenecientes a la CNT. Su familia tuvo que sobrevivir a base del estraperlo, rechazada por su entorno y sin ningún apoyo. La madre de Pepa, presenció la muerte de su padre a los seis años y no podrá recuperar en vida sus restos. “Ha sido un episodio que no debería haber pasado y las personas que están allí tienen derecho a descansar con sus familias”, reclama Pepa mientras observa la foto de su abuelo.
La guerra civil dejó huérfanos a Francisca, Amparo y José. José Royo Llopis vino a Valencia desde Turís buscando una vida mejor. Sin embargo, al llegar la dictadura franquista fue fusilado en el mismo cementerio que José Ortie Ballester. Su delito: ayudar a republicanos a refugiarse y así salvarles del fusilamiento al que él sería condenado.
Su nieto, Màxim Hilario Álvarez Royo, ha reconstruido su historia buscando entre archivos que completaban las narraciones de su madre y Salvador, un profesor del pueblo. El resto del trabajo está en manos del equipo de arqueología y antropología, con quien ha creado un vínculo muy especial. "Yo vengo, les compro café, lloro un poco y en seguida se me pasa", cuenta emocionado Màxim.
José Orti y José Royo son solo dos de las muchas víctimas que la Asociación de Memoria Histórica de la Ribera Baixa lucha por devolver a sus familias. "Muchas familias creen que no les iba a llegar nunca", revela Alonso. Casi treinta personas forman ya parte de la organización que se creó hace año y medio.
“En una democracia sólida, todo esto ya tendría que estar zanjado”, explica el presidente de la asociación Jesús Granell. Él trabaja ayudando a personas en la búsqueda de sus familiares mientras investiga sobre la muerte de su abuelo, también fusilado en Alzira. En cambio, Élida Puig Cebolla, pese a no buscar a ningún familiar, es otra de las pertenecientes a la organización. Su objetivo dentro de la Asociación de Memoria Histórica es dar voz a un hecho que “han querido silenciar y se debe saber para que no se repita”.
Familias, activistas y vecinos de la comarca esperan el fin de las excavaciones para identificar los restos de los cuerpos en base a los testimonios de los pocos familiares que siguen vivos. “Lo extraordinario es cuando las familias tienen muchos datos. Estamos hablando de la segunda generación, porque para devolvérsela a la primera ya hemos llegado muy tarde”, aclara la directora antropológica.
"No es solo una vida, es una vida colectiva y social", declara Yaiza Alonso. A lo que añade: "Cada víctima identificada es una batalla más ganada al fascismo".