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EL MURO / OPINIÓN

Fallas y patrimonio (y 2)

Foto: KIKE TABERNER
27/03/2022 - 

Hace apenas una semana que concluían las Fallas de 2022, las primeras que se celebraban con cierta “normalidad” durante la maldita pandemia. Por otro lado, un éxito psicológico. Pero los balances efectuados por las denominadas autoridades han sido tan huecos como pasajeros, como si se deseara huir rápidamente de la realidad y prefierieran quedarse en la anécdota de la fiesta. Algo así como dejarlo correr y cuanto antes olvidarlo.

Sin embargo, el goteo de datos habría que tenerlos muy en cuentan. Deberían de servir para una reflexión muy profundad como sociedad civil y gestión política.

A saber, según datos publicados en diferentes medios, quince verbenas denunciadas más que en 2019, sesenta y un detenidos: sólo un 5% menos de basura recogida pese a que la ocupación de la ciudad ha sido menor que en otras ocasiones y se ha estimado en un 20% menos; dieciocho detenidos más por la Policía Autonómica; 2.900 identificados y otros 18 detenidos por el mismo cuerpo... Todo ello junto a 149 infracciones registradas y casi dos millones de euros destinados a limpieza y recogida de basura. Unas cifras de escándalo que sintetizan apenas seis días de algarabía popular.

Sí, ya sé que algunos me dirán que teníamos muchas ganas de fiesta. Pero yo creo que más bien de barbarie. Y eso sí que no. No podemos dejarlo pasar, ni las comisiones festeras, ni como sociedad y menos aún las autoridades obligadas a hacer cumplir unas normas  públicas en las que no figura el descontrol como excusa y menos la liberación hormonal después de dos años de pandemia aún inacabada.

Vista áerea de la Plaza del Ayuntamiento durante las Fallas de este año. Foto: KIKE TABERNER

Por ello, me hizo mucha gracia escuchar al alcalde de Valencia, Joan Ribó, decir que después del desmadre en verbenas y otros actos populares “habrá que mirarlo”. Este ayuntamiento nuestro ha tenido muchos años para hacérselo mirar porque lo que ha dejado claro es que hasta ahora no ha mirado nada. Y para colmo las supuestas sanciones no son más que trámites burocráticos. Lo que se llama papel mojado.

Hace un par de semanas un servidor publicada en estas páginas un artículo apelando a la racionalidad de la sociedad y creía que el tiempo que hemos estado recluidos nos habría hecho pensar y sobre todo madurar, esto es, valorar más lo que tenemos y dejar de confundir la fiesta con el libertinaje. Pero por lo visto no ha sido así. Todos somos culpables, aunque unos más que otros.

Lo que muchos han demostrado este año es su insolidaridad con el resto de vecinos. Aún resuenan las quejas en Ruzafa por una verbena ya estandarizada que dejó el barrio y muchos negocios arruinados a base de meadas en sus puertas de acceso y la mierda que les rodeaba. O esos botellones inmensos hasta altas horas de la madrugada, y lo peor, las verbenas y actos supuestamente lúdicos organizados en entornos de máxima protección patrimonial.

El alcalde de València, Joan Ribó. Foto: ROBER SOLSONA/EP

Así que no nos vengan diciendo que habrá que mirarlo porque el culpable es aquel que ha dado licencia para la organización de este tipo de eventos y no ha puesto/exigido medios para su vigilancia. Hay que ser descerebrado para permitir concentraciones extra populares en lugares de alto valor patrimonial donde todo ha valido un año más. Y ya van lustros de denuncias y avisos sin que nadie ponga límites, ni controles.

Ese el error: mirar hacia otro lado, tanto desde los estamentos públicos como desde las mismas comisiones que no han velado por la protección pero sí hasta por la destrucción, el abandono y el desprecio hacia nuestros monumentos históricos. Y no pasa nada.

Sabiendo cómo está el mundo y cómo nos va cada año nuestro ayuntamiento del Cap i Casal incrementó el gasto de limpieza en lugar de velar por la pedagogía y el control, que no significa la persecución sino el respeto.

Me sorprende que el Consell Valencià de Cultura, tan dado a esos informes de no meterse en nada y cuya obligación es velar por el patrimonio -son ellos los que dan el visto bueno para la protección monumental o la declaración de los Bienes de Interés Cultural (BIC) y hasta se encargó en su día de elaborar los primeros documentos de la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano- o la propia Consellería de Cultura y la concejalía de Patrimonio estén callados sobre este asunto cuando su obligación prioritaria es dar la cara. Para eso cobran, ¿No? Para esto tenemos leyes que cumplir, pero nunca se cumplen.

El Consell Valencià de Cultura (CVC). Foto: CVC

Y así será hasta el año que viene si todo se queda en la vacuidad de “habrá que mirarlo” mientras se recurre como mantra a una supuesta sociedad moderna y renovada, de nueva ecología urbana.

¿De qué nos sirve alardear de ser capital del diseño, de las plazas y jardines o Patrimonio de la Humanidad si en lugar de avanzar como sociedad retrocedemos en el espíritu cívico?

En resumen, si han decrecido los visitantes pero apenas la basura y menos los desperfectos sobre el patrimonio Histórico Artístico es que nos hemos vuelto en estos últimos años más guarros, algo que no esperaba. Irá en el ADN de esta sociedad y clase política que no sólo hace la vista gorda sino que quizás no estaba por aquí y, por tanto, lejos de sus obligaciones más rutinarias.

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