VALÈNCIA.- Es cierto que cuando más vemos algo que nos gusta, más nos gusta. Porque no exige demasiado e invita a seguir descubriendo detalles que no vimos en las miradas anteriores, y porque nos sentimos protegidos como mejillón enlatao. Los niños pequeños disfrutan viendo una y otra y otra vez la misma película, así no hacen esfuerzos y son capaces de predecir el futuro, y esto les hace sentir seguros. A mí me pasa con esa rubia de las mechas que tanto me gusta; si está cerca, hay berrea. Si algún amigo leyera siempre el mismo libro, semana tras semana, o viera la misma película, presentiría que tiene un problema psicológico, o algo que le impidiera batallar contra su mente, ser creativo, escuchar otras voces o disfrutar del ahora; pensaría que está atrapado en algún episodio afectivo que no pudo superar o ansiedad o fobia o bipolaridad o a saber qué. Por supuesto intentaría ayudarlo.
Con el fúrtgol ocurre lo mismo. Nunca me han gustado las aglomeraciones ni la acumulación incontrolada de ruidos. Hoy en día el lujo está al alcance de cualquiera, solo necesitas espacio y silencio. El fúrtgol no tiene nada que ver con esto. Como espectáculo es costoso, absurdo y repetitivo, además, siempre gana el que más dinero tiene. Como espectador es vulgar, y como deportista una horterada. Para cualquier comunidad representa la lucha entre lo racional y lo sentimental, esto último perfectamente orquestado por los medios de comunicación que tienen mucho que ganar.
Practico el ateísmo furtgolero en todos sus niveles, bueno, salvo cuando pierde el realmadritz, que me alegra, pues simboliza todo lo que me incomoda de esta sociedad. Y sí, por desgracia es difícil no enterarse de lo que ocurre en su entorno. Entiendo al jovenzuelo que lo practica para crecer, aprender, por aquello del compañerismo, la superación, el trabajo en equipo y otras habilidades. ¿Pero al resto? ¿Al que nunca toca un balón? ¿Tendrá algo de voyeurismo y no me he enterado? Porque lo de los toros con la zoofilia lo tengo claro, pero ¿algo excitante en el fúrtgol?
Practico el ateísmo furtgolero en todos sus niveles, bueno, salvo cuando pierde el realmadritz, que me alegra, pues simboliza todo lo que me incomoda de esta sociedad
Creo que uno se esconde en la afición para huir de las relaciones con su pareja, o con sus compañeros, o con las circunstancias de su entorno. Nada aporta que tu equipo gane o empate porque siempre perdemos todos. A la semana siguiente, menos de lo diferente. Lo malo, cuando alguien decide hacerse socio de un club. Ahí muere un gatito. Lo peor, cuando te regalan ese pase de socio por haber nacido. Porque ahí ni siquiera tú lo has decidido. ¡Te han donado a la secta y difícil lo vas a tener para no ser absorbido!
¡Con la de cosas hermosas que podemos hacer! Aburrirse, sin ir más lejos. El aburrimiento nos hace críticos y creativos. Personalmente, desde que practico sexo contra el tedio soy más productivo. El fúrtgol en general juega las mismas reglas que el consumo de drogas, la ludopatía, el alcohol, los toros, el machismo y hasta el abandono escolar. Es opaco, corrupto y despilfarrador. Todo forma parte vergonzosa del parque de atracciones en el que nos encontramos.
Una vez escuché que junto al carnet de socio, por el que eres capaz de pagar lo que ganas tras días de trabajo, habría que incluir una pistola con una sola bala. Es una idea bestial, una burrada, por supuesto que sí, pero como ejercicio de imaginación me parece brutal. Da para una serie, para muchos fines de semana entretenidos. Y sí, a la rubia de bote la odio, pero joder con la maldita dopamina, ¿acaso no se gastará nunca?
*Este artículo se publicó originalmente en el número 55 de la revista Plaza