El bochorno no solo nos llega cuando el calor aprieta, como ha sucedido en los veranos españoles desde la noche de los tiempos. El bochorno en España podemos sentirlo en plenas nieves de diciembre cuando escuchamos las decisiones del gobierno y luego leemos e intentamos comprender sus decretos y leyes. La última ocurrencia en pleno verano, es la de imponer por ley la vuelta al pasado, algo que empieza a ser habitual en los gobiernos socialistas. Porque el momento presente, el impacto de cada nueva norma nos impide entender, reflexionar y analizar con perspectiva y raciocinio todo lo que vivimos.
El hombre ha avanzado en el siglo XX de una manera espectacular y brillante. La revolución en la forma de movernos y comunicarnos, que actualmente asiste a una época que me atrevo a calificar de distópica, hizo que entendiéramos el mundo de manera muy distinta a nuestros predecesores. Antes no podíamos saber con rapidez y facilidad que ocurría en cualquier otro lugar y menos desplazarnos y conocer otros sitios, salvo con largas travesías en barco o cuando el tren de carbón comenzó a transportar mercancías y personas. La creación del transporte individual y personal, similar a la revolución del ordenador personal, ha sido una de las más importantes en nuestra historia reciente.
El ser humano es un animal sociable, que vive y necesita estar con sus semejantes, por ello un invento que logró facilitar la movilidad y los desplazamientos de manera directa y personal supuso un cambio de gran magnitud y hoy en día sigue siendo algo que debería fascinarnos. Puedes amanecer en Valencia, comer en Madrid y dormir en Santander, con una distancia de cientos de quilómetros yendo cómodamente sentado junto a familia o amigos con tu universo particular: equipaje, musica, conversaciones, etc. El coche es el icono de dos grandes derechos: libertad y propiedad. Y ahora resulta que El progreso es que no tengas coche y te muevas sobre un patinete cual infante o en bici cual veraneante. Pocas luces.
La nueva religión climática trae dogmas e imposiciones que pretenden anular esos derechos de manera agresiva. Cada vez se promueve más que pagues (y mucho) por usar todo pero que no poseas nada, logrando un hombre masa esclavizado y adocenado. Ahora nos imponen cómo vivir en nuestros trabajos y casas, que temperatura debemos poner y qué ropa debemos llevar, y realmente hace tiempo que nos han ido imponiendo cómo debemos pensar y hablar en público. Faltaba que obligaran a edificios públicos y privados a apagar sus luces, porque en el fondo quieren eso en sentido literal y figurado, quieren gente con pocas luces.
La luz eléctrica es otra de las grandes revoluciones del ser humano, que facilita nuestra vida y nos permite vivir cómodamente en las horas de oscuridad. Las casas, las calles, los bares, las tiendas, los recintos públicos y privados, especialmente los públicos, todos encienden sus luces internas y externas y permiten la convivencia, de la misma forma que las calefacciones y aires acondicionados nos permiten vivir y trabajar en óptimas condiciones. No parece lógico las propuestas que el actual gobierno lanza, ni los apagones en calles y comercios, ni las ridículas temperaturas para las estaciones. O tienen muy pocas luces o realmente son malos y no buscan el tan manido bien común que se le presupone a un gobernante.
Las personas se diferencian de otros seres vivos por el uso de la razón, entender y reflexionar, el pensamiento crítico y el diálogo como herramienta para contraponer argumentos y llegar a acuerdos. Sí con la cantidad de decisiones que más que erróneas son perversas, los políticos de la oposición no reaccionan, no plantean alternativas y sobre todo no dan la batalla sin tregua, podemos perder toda esperanza de mantener una democracia fuerte y un país formado por gente razonable, porque seremos una masa inerte que siempre dice sí a las decisiones del gobierno de turno, porque además creemos que lo hacen por nuestro bien. Así, seríamos un país lleno de gente con pocas luces.