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plaza de salida / OPINIÓN

La perfección

22/02/2021 - 

VALÈNCIA. Recuerdo una vez que tras terminar de taladrar en una orgía, un amigo se acercó a una de las participantes para decirle: «Hola, has estado estupenda, ¿te apetece que tomemos algo?». Ahí se rompió todo. Ir a tomar algo. ¿Para qué? ¿Pero dónde quieres llegar?

Parece que hay que tener pareja, pues una relación te ayuda a crecer. Hay que tener a alguien con el que compartir y con quien madurar. Y hay que seguir el camino del amor con sus baches y vaivenes, hasta que aquello se pudra.

No entiendo la obsesión de mis amistades, por fin libres tras épicas batallas, de encontrar otra piedra en la que partirse el cerebro, el corazón y el sexo. Lo más difícil lo han superado pero insisten en insistir los muy insensatos, o insensatas, que lo que cuento es para todos.

El emparejarse va contra natura. Compromiso contra felicidad. Es poner muletas a la vida. Que sí que sí, que a veces son necesarias, pero en el cómputo total entorpecen. Ponga un policía en su vida, explique cualquier hecho o dicho, justifique medias naranjas y amores románticos... ¡¿y todo para qué!? Claro, claro, para que todo funcione. Ya te digo, es mejor ser sumiso, dócil, enamorado y cumplidor.

Alguien dijo que juntarse es la mejor opción para crear una sociedad estable y evolucionante. A saber en qué se basó. A saber cuándo el Sapiens empezó a reducir su círculo hasta decidir que la pareja era la elección más acertada. Y durante tiempo fue hasta una obligación.

Los hay que piensan que todo sucede por algún motivo sin darse cuenta de que el motivo por el que lo creen es porque son idiotas y las decisiones que toman son una mierda

La convivencia no tiene fórmulas ni reglas ni directrices ni manuales. Está basada en el aburrimiento, el ceder, la resignación y donde siempre hay un dominante. Pero hay más: no dimitas nunca, sería el estribillo de este engaño aceptado. Es más cómodo ser pueblo que gobernante, marinero que capitán, enfermo que médico y cliente que creativo. Pasados los mil días no conozco pareja feliz, solo percibo conformismo. Grasa que el motor necesita para funcionar con suavidad.

Pero tranquilo que todo puede ir a peor. Están los arrepentidos que vuelven con su pasado. Socialmente está bien visto, pues denota que se ha superado el bache con un final feliz y música de cisterna recargando líquido desinfectante azul. Nos puede pasar a cualquiera. Los hay que piensan que todo sucede por algún motivo sin darse cuenta de que el motivo por el que lo creen es porque son idiotas y las decisiones que toman son una mierda. Bienvenido al campo de la necrofilia.

Posiblemente no estés de acuerdo con mi opinión, aunque solo es cuestión de tiempo, pues no hablo de cómo debería ser, sino de cómo es la realidad.

Desde hace algún tiempo, cuando encuentro bienestar con alguien, mis grandes preguntas van en otra dirección. ¿En serio tengo que escuchar sus historias? ¿Le interesarán las mías? ¿Es mejor ser amado o ser conocido? ¿Será una buena ex? Las respuestas son complicadas y me obligan a reducir la relación a un acto rigurosamente animal. 

Digamos que en este juego de las parejas ya he participado. He hecho mis trampas, mis mentiras, intrigas, me he metido en ratoneras y he recibido por la fuerza, sí, y siempre he sido el perdedor. Así que orgulloso, y cargado de cicatrices, puedo subrayar que es mejor actuar y arrepentirse que arrepentirse por no haberlo intentado.

Por fin he encontrado la felicidad y el equilibrio en el silencio, el espacio y la soledad. Lo que hasta hace poco tiempo era malo y perjudicial, hoy es la perfección. ¡Y es que queda tanto por deshacer!  

*Este artículo se publicó originalmente en el número 62 (diciembre 2019) de la revista Plaza

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