5,03 bares por cada mil habitantes. Te faltará tiempo para conocerlos todos
Nos gusta recorrernos España. Porque oye, qué país tenemos. Mira que viajar es maravilloso, pero mira que hacerlo por tu propio territorio lo enriquece. Nos hemos ido a Logroño, a Toledo o a Ibiza fuera de temporada. Hoy le toca el turno al corazón de Castilla y León. La ciudad española con más bares por habitante. Bienvenidos a León.
León se pasea, se vive, se come... Porque todo está a tiro de piedra y el casco histórico es uno de los más animados del país. El palacio del Conde Luna, la Catedral, la Casa Botines de Gaudí, los barrios Húmedo y Romántico. La ciudad invita a perderse y encontrarse en sus calles repletas de bares y tiendas donde curiosear y aprovechar para llevarnos algún que otro souvenir (gastronómico) leonés. Ese momento cuando te sientes tras un duro día de trabajo frente a la tele y abras ese paquete de cecina recién cortada... ¡Ay León!
Pero no hablemos ya de irnos, sino de quedarnos en esta ciudad, porque León está y mucho en el mapa gastronómico del país. Al principio te contábamos que es la ciudad con más bares de España. En datos de 2017, se estimaba que la capital leonesa tenía 5,03 bares por cada mil vecinos. La cifra es apabullante, ¿verdad? Y es que esta ciudad es mucho más que su cecina, morcilla, cocido maragato o botillo, que también. Todo ello le llevó a ser capital Gastronómica en 2018. Y eso amigos, no es moco de pavo.
¿El epicentro? El barrio Húmedo. Aquí el bullicio se hace presente y tapear es el mandamiento predilecto de leoneses y visitantes. Las paradas obligatorias pasan por probar esa morcilla para el recuerdo de La Bicha, las croquetas de cecina de El Rebote o las patatas fritas con pimentón de El Flechazo. La calle Ancha, una antigua calzada romana, divide éste del otro barrio que ha ido comiéndole -en el buen sentido- el terreno, el barrio Romántico. Aquí triunfan la tosta de morcilla de La Tizona, las sartenucas (de picadillo, morcilla, bacon...) de Plaza del Cid y el tapeo en el Bar El Patio.
Bares, qué lugares, pero también grandes restaurantes. Si León llevaba ya años (desde 2009) gozando de una estrella Michelin (¿todavía tenéis resaca del miércoles?), la de Yolanda León y Juanjo Pérez en Cocinandos, desde el año pasado llegó un nuevo macaron a la ciudad, el del restaurante Pablo, que se ha revalidado en la nueva edición de la guía. Y es de lo mejorcito que hemos conocido últimamente. Y qué casualidad, las dos personas al frente comparten nombre con los anteriores, en este caso son el chef Juanjo Losada y Yolanda Rojo al frente de la sala.
En 1975, Pablo nacía como un restaurante familiar en un polígono industrial. Bien. Pues el buen hacer de Pablo Rojo y Maruja Ramos, padres de Yolanda, hizo que éste se convirtiera en lugar de peregrinación, donde la cocina puramente leonesa era la base de todo lo que preparaban. Allí se comían ancas de rana, sopas de trucha... Llega el momento del relevo y es entonces cuando Juanjo y Yolanda entran en escena. ¿Cómo llega Juanjo a la cocina? A la fuerza. Le tocó cocina en la mili y poco a poco le fue cogiendo el gustillo. Tanto es así que cuentan que fueron implementando la fórmula de menú degustación en el restaurante, pero sin dejar de lado los desayunos, comidas de trabajadores y cenas informales.
Unos años más tarde, en 2014, se mudan al local donde hoy se les encuentra, en pleno casco histórico. Lo que antaño había sido una discoteca, hoy es uno de los reductos del buen comer leonés. Funcionan con dos menús degustación en los que manda la temporada y la cocina de la tierra leonesa evolucionada. Y qué deciros, que nos gusta saber donde estamos cuando comemos en un sitio. Por ejemplo, las legumbres se las plantan para ellos en Bercianos del Páramo, las carnes son de El Capricho, las truchas de los Picos de Europa, la cecina del Valle del Esla... Producto de proximidad, con el que preparan platazos como un foie ecológico escabechado con níscalos, cigala con oreja, un chicharro para quitarse el sombrero, alubias y bacalao o un lingote de conejo de monte.
Si Pablo es la tierra, también lo tenía que ser con los vinos. En sus maridajes apuestan por vinos de El Bierzo, Valdeorras o Cangas y hasta presentan alguna cerveza local entre las propuestas.
¿Y el descanso del guerrero? En Camarote hotel, la última sensación de la ciudad. A tan solo unos pasos de la Catedral y en lo que fuera un edificio neogótico de principios del XX, se asienta este hotel boutique de 17 habitaciones en el Romántico.
De la mano de Javier Gómez, del mítico Camarote Madrid, nacía este espacio con todo lo necesario para triunfar: habitaciones espaciosas y confortables, donde el pasado del edificio se hace presente con las vigas de madera a la vista, un espacio donde el aperitivo es perfecto (latas, ahumados, embutidos...) y un restaurante donde sirven recetas tradicionales, de esas de toda la vida que alimentan el alma. ¡Ah! Y una azotea con vistas de primera hacia la Catedral.