ESCAPADAS HEDONISTAS

Les Rotes, tranquilio refugio Mediterráneo   

Calas de roca, templos gastronómicos y un hotel en el que olvidarse del mundo.

9/06/2023 - 

¿Puede que Les Rotes sea una de las zonas menos explotadas de toda la Marina Alta? Ese paisaje rocoso y de calas casi imposibles, todavía conserva ese halo de lugar que no ha sido conquistado a lo loco como otras costas.

Un paisaje dominado por agua transparente que poco tiene que envidiar con las islas vecinas, de pulpos tendidos al sol como si fuesen ropa secándose con la brisa del mar. Es un paraíso tranquilo y eso lo sentí hace nada. Hasta me dio cierta envidia una caravana allí estacionada con todo el frontal abierto. ¿Su única vista? El mar.

Apenas cinco kilómetros que la separan del inicio del gigante que separa Dénia de Jávea, el Montgó, pero qué de cosas pasan en ese pequeño reducto de Mediterráneo casi intacto. La primera movida aquí es la gastronómica. No uno ni dos, sino cuatro templos gastronómicos que se dedican en cuerpo y alma a la cocina de la zona. Dos de ellos, estandartes de la gamba roja, los otros, del pulpo seco y los arroces.

Si trazásemos una línea recta entre el principio y el final, el primero sería El Faralló. Poco que decir que no se sepa ya de esta casa. O mucho qué seguir contando. Templo de la gamba roja, estandarte de la cocina deniera o el bastión de Javier Alguacil y Julia Lozano y ahora también el hijo de ambos, Sergio Alguacil. Familia y territorio. Todas son verdad.

Salazones hechos en casa, sepionets, cocochas, pulpo seco... Y eso solo por citar algunas de las maravillas que desfilan por sus mesas. Y por supuesto, su majestad, la gamba roja, que recomiendan pedir hervida. Pero no solo la venden así, la utilizan para hacer croquetas o para coronar un platazo de reciente incorporación, la ensaladilla rusa con gamba roja. Seguir como está mandado se hace con un arroz, como el de gamba con sepia y rape, al que sabemos que Julia le da un toque, añadiendo hígado de rape, para darle todavía más saborazo si cabe. 


El siguiente y a apenas pocos metros, sería El Pegolí, otro de esos a los que acudir cuando hay mono de gamba roja. Su terraza, literalmente sobre el mar, puede ser de las más cotizadas del litoral. Yo no me figuro mejor espacio, que con la brisa de mar como compañera de mesa, para disfrutar a lo grande. Fue en 1943 cuando Pepe Piera, original de Pego, se estableció aquí. Al principio funcionaba con menú, pero ahora ya en manos de sus hijas que diligentemente dirigen el espacio. Y aunque el maestro ya no esté, sigue muy presente. Este sitio es historia gastronómica de Dénia, que se ha ido escribiendo a base de hacer bien las cosas.

Hoy lo mismo puedes empezar con un esgarraet con bonito en salazón o con su hueva de atún artesana, que con un tataki de atún, plato que ha ido metiendo la nueva generación junto con otros más actuales. Fuera de carta lo mismo te deleitan con unos calamarcitos de Dénia en una salsa como para caerse dentro o con unos sepionets de tamaño considerable. Hay que seguir con las cigalas de tronco y con la gamba roja de primera, para terminar por qué no, con un senyoret al que no le hace falta ni alioli.

Si siguiéramos por esa línea recta, que no es recta, nos encontraríamos con Sendra, donde el pulpo seco es el rey. Los secan junto al restaurante al sol y los cocinan a la llama, para después cortarlo en finas lascas y aderezarlo nada más que con un chorro de aceite. Ya solo por eso merece la pena el viaje. Y cuando es temporada, por sus bandejas de erizos. Quién las pillara ahora de nuevo.


Como estar en un barco, pero sin estarlo. Es lo que se siente en Mena, el último de los cuatro. Allí en lo alto del acantilado con solo el mar delante de tus ojos, la vida transcurre a otro ritmo. También de gestión familiar con los otros tres, ya va por la tercera generación. “Compartir una comida en el Mena es mucho más que disfrutar de nuestros platos... Es hacer familia, es sentir las raíces mediterráneas, es presumir de lo que somos”, rezan y no pueden estar más acertados. 

Tiene varios menús disponibles y un sinfín de propuestas como tellinas, hueva de sepia, pulpo seco, fritura... Y una mano especial con los arroces, desde el clásico meloso de bogavante o el a banda, hasta esos en los que innovan un poco más, como con el soberbio arroz meloso de raya y ajos tiernos o la paella de espinacas y boquerones. 


Y es que encima, si quieres, puedes hacer la escapada completa sin salir de esta zona. Tiene dos hoteles fantásticos, el Hotel Les Rotes y otro casi escondido a medio camino entre el azul del mar y la montaña. Llama la atención el verde vidriado de su fachada y por ello el nombre no podía ser más acertado, Palau Verd. Está rodeado por un pinar, es adults only y aquí lo único que quieren es que descanses, como lo hizo el general de Napoleón que mandó construir este palacete como capricho junto al Mediterráneo. Nos gusta su piscina con su cascadita, su jardín donde tomar un cóctel rodeado de verde, su desayuno con producto de la zona, que tengan bicis y sean pet-friendly.