TORREVIEJA (EFE/RAFA BURGOS). El silencio respetuoso y tenso en el que se han ido congregando alrededor de un millar de personas en la plaza de la Constitución de Torrevieja (Alicante), este mediodía, se ha roto con una alarma antiaérea, y la advertencia de que "hoy es Ucrania, mañana puede ser el mundo entero".
"Este es el sonido con el que se despierta y vive Ucrania desde el 24 de febrero de 2022", ha comentado Natalia Zhezhnyavska, secretaria de la Asociación de Ucranianos de Torrevieja, entidad convocante de la concentración. Banderas de Ucrania, principalmente, acompañadas de otras enseñas de países colindantes, y pancartas más o menos elaboradas, muchas de ellas con grafía infantil, piden el fin de la guerra.
Sobre un escenario colocado justo enfrente del consistorio torrevejense, Zhezhnyavska ha tratado de explicar la "situación desoladora" que viven sus compatriotas, "obligados a ver correr la sangre" de su país, invadido de una manera "cruel, ruin y despiadada". "Sentimos rabia, impotencia y frustración", ha señalado, "necesitamos que el mundo se una para parar los pies a este psicópata", en referencia al presidente ruso, Vladímir Putin.
Finalmente, ha apelado a la solidaridad de los torrevejenses para acoger a refugiados ucranianos. "Necesitamos pisos de alquiler baratos", ha anunciado, "y casas de personas que quieran dar cobijo" a niños y familias.
El acto se celebra para censurar el ataque ruso y para recoger todo tipo de ayuda, económica o humanitaria, para la población ucraniana, que en Torrevieja está representada por 3.203 residentes, que conviven con 4.484 rusos, según el censo de 2021.
A esa convivencia se ha referido también el alcalde de la ciudad, Eduardo Dolón (PP), que ha intervenido con un texto pactado por todos los miembros de la corporación municipal. "En Torrevieja hay una gran comunidad rusa y ucraniana", ha remarcado, "y ambos vivís y convivís en paz y armonía". El alcalde ha calificado a los miembros de ambas nacionalidades como "vecinos, amigos, hermanos" y los ha puesto de "ejemplo de convivencia". "Hacemos un llamamiento a los líderes mundiales", ha continuado Dolón, "para que den prioridad a la paz y que este sinsentido acabe pronto". "No podemos quedarnos sin hacer nada", ha zanjado.
En la céntrica plaza de Torrevieja, presidida por la parroquia de la Inmaculada Concepción, predominan el amarillo y azul de la bandera ucraniana. Ciudadanos de todas las edades expresan su preocupación por sus familias, sobre todo.
Es el caso de Vadim y Oksana, padres de un niño de año y medio que ha nacido en España. Oksana es de Svaliava, una ciudad turística próxima a la frontera con Hungría y Eslovaquia. "Mis padres están bien", relata, "la zona está tranquila, de momento". Su padre, empresario hotelero, ha organizado "la recepción de muchos refugiados que están yendo hacia allí", escapando de los bombardeos rusos.
Vadim es de Kiev, donde avanza el frente ruso. Lleva casi 20 años en España y antes de que estallara el conflicto ya preparaba la prueba para acceder a la nacionalidad española. "Nunca pensé que esto podría pasar", lamenta.
En el momento en que habla con Efe, ha llamado su madre, Svetlana, desde Ucrania. "Está bien", comenta, "el primer día del conflicto viajó con una amiga en coche a una ciudad que está a unos 70 kilómetros de Kiev", en la que permanece.
Además de ucranianos, la convocatoria ha sido un reflejo de las más de 100 nacionalidades que residen en Torrevieja. Göran y Elizabeth son un matrimonio sueco, muy "preocupado", porque Putin ha amenazado directamente a su país.
Rati, un joven georgiano, manifiesta que "en un mundo civilizado, hay que parar a Putin", o de lo contrario, "luego seguirá por los países bálticos o por Polonia", en su opinión.
Una familia polaca confiesa su "miedo" y, junto a ellos, el bielorruso Aleksander asegura que rusos, ucranianos y bielorrusos "son tres pueblos hermanos, esto es horrible".
Ausra, lituana casada con un torrevejense, ratifica la preocupación de sus compatriotas, "que están enviando ayuda y alojando gente". Pese a pertenecer a la OTAN, los lituanos padecen "mucho miedo". "Podemos ser los siguientes", augura Ausra.