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reflexionando en frío / OPINIÓN

¿Merece la pena vacunarse?

3/08/2021 - 

Impulsado por mi espíritu amarillezco y curioso, al escuchar a las gentes inmersas en corrillos callejeros me llama la atención cómo en la mayoría de las ocasiones estos personajes que se encuentran terminan hablando de cual o cuantas vacunas les has inyectado en el organismo. Pfizer, Moderna, AstraZeneca… Un rosario de nombres se reproduce en el vocabulario colectivo representando un anhelo de esperanza para terminar de una vez por todas con esta época en la que hemos padecido tanto.

En ocasiones siento que estamos lobomotizados, vivimos como si el único problema que nos importara fuera el ser inmunizado con los anticuerpos mientras un mar de dudas asola nuestro subconsciente a la par que anestesiamos nuestros sentimientos con la píldora vacunaría. No tienes trabajo, pero eres feliz porque tu organismo ha desarrollado una coraza contra la Covid-19. No hay más asuntos que los relacionados con lo que empezó por un mes de marzo del 2020. Parecen siglos, pero sólo ha pasado un año y poco. Período en el que nuestros gobernantes han aprovechado la coyuntura para fortalecer sus poderes ejecutivos minando las libertades de la ciudadanía. Tanto es así, que desde que empezó la pandemia, según el Democracy Index de The Economist, se ha producido un descenso democrático en países como España y Francia. 

De hecho, de eso quería hablar, de la deriva imperativa de Emmanuel Macron al obligar a los galos a vacunarse. Aunque es cierto que, en anteriores pandemias, como en la de la peste, cuando se descubrió la vacuna los Estados obligaban a enseñar el certificado de vacunación para poder viajar, en los tiempos que corren, actuar de una manera tan despótica dista mucho de amoldarse a un país liberal. Pero es ahí donde entra el conflicto de derechos entre la garantía de libertad individual contra el derecho a la salud. Como se estudia en Teoría del Derecho, la prerrogativa que imperaría por encima de la otra sería aquella que afectase en general a un mayor número de la población. Es decir, se pondría por delante el interés grupal al particular. Es evidente que se atenta contra la libertad individual al obligar a vacunarse a la ciudadanía, pero también es cierto, que, de no hacerlo, se pondría en peligro la integridad de miles de personas atentando gravemente contra el derecho a la vida, por lo que habría una mayor seguridad jurídica a la hora de establecer ese requisito fundamental para concurrir a restaurantes, viajar o utilizar el trasporte público.

No obstante, no podemos quedarnos ahí, debemos encontrar una forma de conseguir que la gente se inocule el elixir sin necesidad de caer en medidas arbitrarias. Sería algo así como la manoseada teoría penalista que aboga por la reinserción del preso en lugar de centrarse únicamente en el castigo del reo. Hablando en plata: persuadir a la población de que la vacuna es segura. A nadie le gusta que le obliguen a someterse a algo sin darle motivos fundamentados amparándose únicamente en la excusa de que hay que hacerlo. Se necesita pedagogía. Lo sencillo es alzar la voz y el brazo autoritario, lo difícil es vencer convenciendo. Se paga a los políticos para convertir el disenso en consenso, no en imposición.

Vacunas sí, pero no a cualquier precio. Nadie debe ser perseguido o apestado por no querer ser vacunado. Viva la libertad. Si no será peor el remedio que la enfermedad. Virus que derrotaremos sin despertar recelos entre nosotros. Mandar por el mero hecho de ostentar cierta autoridad es propio de los dictadores, liderar legitimado en la voluntad de una democracia que nunca puede brindar al dirigente de poderes absolutos es fruto de un talante liberal.      

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