EL INTERIOR DE LAS COSAS / OPINIÓN

Una mosca, un significado

31/07/2023 - 

Pancho ha dormitado todo el domingo frente al movimiento de las aspas de un ventilador. Mi perro no quiere salir a la calle. Hemos paseado una manzana urbana, no hay más. Le molesta el calor del asfalto y de las aceras. Hemos sufrido, además, una mañana de domingo con el acoso de una mosca, solamente una mosca. Un insecto que ha galopado por toda la casa, pero que se ha detenido en todo momento en mi cuerpo, en mi piel, molestando y picando. Una mosca totalmente abusiva. He llegado a pensar que se trataba de algún espíritu perdido, la reencarnación de alguien que me persigue, la presencia de alguien que me enfrenta. Una mosca, un significado.

Escribo y el insecto se posa en mis dedos, en mis manos, en mis brazos y en mi rostro. Es insoportable. He llegado a sentir que es la premonición de algo chungo. No sé. Pero la mosca no deja de revolotear sobre mi cuerpo. No deja de posarse en mis dedos mientras escribo. Odio el ruido de su aleteo. Me obliga a escribir indignada, cabreada con esta mierda de insecto.

Soy una mosca que revuela entre la superficie de mi vida. De todas las vidas. He querido paliar las consecuencias sintiendo que yo soy el insecto absurdo. Lo mismo que escribiera magistralmente Franz Kafka en 1915. La metamorfosis o la transformación en tiempos de incierto futuro. Soy uno de esos insectos enormes, perezosos, desesperados, esos asquerosos bichos que se mueven lentamente para no dejar de luchar y conquistar su vida, su presente y ese futuro incierto.

No soy una mosca. No he sido derrotada por el ronroneo de un insecto imbécil. Pero la actualidad sí que me ha tumbado. Leer en medios de comunicación fiables y serios sobre la evolución de posibles pactos, con la ignominia de la derecha y su ultraderecha, con sus propuestas mentirosas, me produce un sarpullido increíble, tanto que estoy sufriendo cierta metamorfosis.

Esta semana regreso a Morella. Regreso al amor de mis tres nietos. Regreso al mejor hábitat vacacional. Regreso a un espacio maravilloso y anímico, además vuelvo a un espacio que apoyo, esa red maravillosa de empresas turísticas que se juegan día a día su presente y su futuro. Porque Morella son infinitas historias que debemos proteger.

Mi equipaje carga los mejores deseos. Mi teletrabajo, los libros, los sueños y esas pequeñas cosas que me han pedido mis nietos. Es la felicidad total.

Ayer, domingo, la vida se convirtió en una jornada densa, horrorosa. El calor nos paralizó. Castelló estuvo plomiza. Insoportable esa alerta amarilla de altas temperaturas. Mi vecina no pisó la calle. Me regaló un gazpacho espectacular, con taquitos de sandía. Tremendo manjar. Comimos como dos reinas, porque el segundo plato fue esa especie de lasaña de verduras que elaboro mezclando la estima de laminas de berenjena y el amor incondicional del calabacín y la patata. Es una conjura amorosa que nos une y nos abraza.

Pasamos al deleite de los espirituosos, con esas copitas diminutas que me recuerdan a mi abuela Pepica, al placer de la absenta de Segarra, de Xert. Y brindamos con tremenda tristeza por la muerte de Manolo Miralles, uno de los fundadores de Al Tall, una buena persona que hemos querido mucho. Joder.

Buena semana. Buena suerte.