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el muro / OPINIÓN

Neoverdad

La verdad es más que manipulable. Y luego queda como realidad. Sin embargo, en nuestro tiempo lo convierte en algo mucho más preocupante y peligroso. Es el cambio superficial para intentar convencernos de que algo sucede.

1/10/2017 - 

Stalin y Lenin inventaron sin ser conscientes el photoshop. Ellos no borraban curvas desproporcionadas, ni disonantes. Ni siquiera, arrugas. No. Ellos borraban personas de las imágenes oficiales para crear su nueva identidad histórica. Eliminaban aquellas singularidades que no les gustaban o habían liquidado por el camino con frialdad. Ahora que está tan de moda la posverdad nace también con fuerza el neostalinismo mediático, ese mismo que algunos aplican creyendo que así cambiarán la historia y los convertirá en poseedores de una verdad reinventada y única. Por suerte, o por desgracia para estos defraudadores, todo ya está digitalizado y conservado en hemerotecas y la verdad es imposible de esconder o manipular. Al menos para la inteligencia de quienes vivieron un mismo tiempo.  

Internet es un buen ejemplo de cómo poder convertir una falsedad en “pura” y “autentica” verdad. Lo es para todos aquellos que se aproximan buscando información de un tiempo que no vivieron ni pueden verificar en su memoria o en otras fuentes cercanas porque no existía la red. Eso de acudir a una hemeroteca se convierte en un suplicio que nos saca de nuestra comodidad, lo que los psicólogos ahora llaman zona de confort.

Sólo hace falta escribir una nueva realidad y alguien que busca ese mismo dato dé con él para convertirlo en neoverdad que se irá multiplicando según crezcan las búsquedas selectivas.

El hecho no tendría mayor trascendencia si con ello no se buscara modificar la propia historia con toda la intencionalidad y sólo se tratara de un error, pero cuando es con premeditación, peligro.

Es la ley de los cambios que se aplica con cada sucesión de legislatura o de partido en el Gobierno, sea del color que sea. Todos quieren construir su propia verdad y rediseñar la realidad a su altura y antojo. Algo así como aquel intento de Ley de Símbolos que casi nos hace cantar el himno regional cada mañana entre crispis y afeitados matutinos y nos quería indicar cuál debía ser nuestra auténtica identidad patriótica. Miren el lío de Cataluña y los múltiples mensajes que acaban convertidos en verdad y lo entenderán mucho mejor. O los anuncios oficiales que luego quedan en palabras al viento.

Históricamente, en el ámbito cultural más próximo el cambio de denominaciones y realidades pasó, por ejemplo, en el IVAM cuando se cerró su sede en el Centre del Carme para acabar convertido después de tantos tumbos en un centro de cultura contemporánea que a veces cuesta comprender. Pasó y ha pasado con el cambio de la denominación del Museo de Bellas Artes de Valencia San Pio V en Museo de Bellas Artes de València, algo que ya intentó el anterior gobierno sin éxito. Cabalgó por el MuVIM al que hubo que añadir después de Ilustración lo de Modernidad para darle contenido; sucedió con el antiguo Instituto Valenciano de Escenografía, Cinematografía y Música que más tarde con los socialistas también fue Teatres de la Generalitat, luego CulturArts y ahora es Instituto Valenciano de Cultura, por no añadir muchísimos más ejemplos, leyes incluidas que están ahí y diseminan todo lo expuesto. Sólo hay matices, visiones.  Es más, de un tiempo muy reciente ya no queda nada: Ciudad de la Luz, Copa América, Formula 1, Canal 9, Nau de Altos Hornos, Teatro Hélix, Ciudad del Teatro, encuentros mundiales, festivales varios…Nada. Todo se desvaneció sin que se escucharan siquiera murmullos. Casi todo se debe todavía. Pero se mantiene como gran verdad y signo de poderío en las redes sociales y comunicativas.

Somos así. El último cambia lo posible para dar la impresión de que todo es diferente o lo es a su manera, pero en el fondo no deja de ser mucho más de lo mismo. Y hablo simplemente de apariencia porque hoy casi nada/nadie posee la verdadera capacidad de transformación en esta sociedad arruinada y hasta adormecida. Funciona mejor la inercia con retoques de maquillaje. Ahora estamos con el cambio de rótulos de calles y sentidos de circulación. Un caos céntrico. Miren el asunto de Las Naves, en continúo proceso de transformación donde no se aclaran ya ni quienes las gestionan.

Mucho después de los enésimos cambios cambiados, un alto cargo de la Generalitat en un desayuno intimo en el Hotel Astoria preguntó qué me parecía cambiar la denominación de Palau de les Arts, que ellos mismos habían dado al edificio de Calatrava, por Palau de Les Arts Reina Sofía. Sin razón aparente ni explicación objetiva después de años utilizando el nombre, pregunté para qué. La gente ya se había acostumbrado a su nombre. Ya había mucho Reina Sofía por ahí, respondí. Pero si era por ser cortesanos, allá cada cual.

Como no tengo poder de influencia, se hizo. Ya ven cuantos hablan del Palau Reina Sofia, el Museo Principe Felipe o el Instituto o Marina Juan Carlos I. Menos aún de cualquier influencia de las infantas a las que les han quitado hasta calles y están más que desaparecidas. Al final son sólo ganas de torpedear herencias. En el caso del Palau, hoy es Les Arts porque hay que abreviar y el nombre completo se come los titulares. Pero había que hacerlo sin preocuparse del desorden interno, el gasto y el caos económico que suponía modificar rótulos, carteles, documentos, etc... Más aún en un mundo global.

No entiendo las ganas que tenemos de cambiar la historia o rebautizarla cuando lo que nos acompaña es una misma y única realidad. Lo importante no es que cambien nombres de calles y encarguen nuevas farolas y cartelas. Para muchos de nosotros lo realmente válido es que no se organice cada día un caos en el centro de Valencia, que la polución por esa misma circunstancia nos invada, las calles de muchos barrios estén sucias y no veamos muchas acciones locales en todo el país en pro de la sociedad sino de intereses de partido, propaganda añadida. Lo que queremos es avanzar.

No creamos o sumamos, simplemente cambiamos, desandamos, modificamos. Ya no es posverdad. Es realidad reinventada para dejar huella de que todo es absolutamente distinto. Sólo hay que ser víctima, por suerte no al amanecer, para darse cuenta con mucha mayor profundidad de la manipulación a la que algunos intentan someternos para intentar brillar sin méritos propios o para borrarnos sin más. Estilo Stalin. Por suerte, tenemos memoria. Mientras dure. Aunque como dice la Reina Madre en Juego de Tronos, cuando seas rey la verdad será lo que tú decidas. Y eso que es ficción. 

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