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sin complejos / OPINIÓN

Preparados para el cambio

27/06/2022 - 

No crean, hoy me hubiera gustado ponerle ilusión a la vida después de la tremenda victoria de Juanma Moreno en Andalucía, que se demuestra que la buena política y gestión tiene su recompensa. Pero la Comunitat Valenciana no es Andalucía, para nuestra desgracia. Aquí no tenemos un gobierno serio, cohesionado y centrado en los problemas de los ciudadanos, que no son pocos. En la Comunitat Valenciana llevábamos semanas esperando la imputación de Mónica Oltra por prevaricación, abandono de menores y omisión del deber de perseguir delitos en el caso de los abusos sexuales de su ex marido a una menor tutelada por su Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, también.

La huida hacia adelante de la lideresa de Compromís no podía tener más recorrido, que ya fue demasiado. Cinco días pasaron desde que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana notificara la imputación de la exvicepresidenta y, al final, dimitió, como no podía ser de otra manera. Pero, claro, no podía dejarlo pasar y convirtió su comparecencia en un acto de menosprecio, pitorreo y humillación al jefe del Consell.

Puig tuvo tiempo bastante antes para hablar cara a cara con su vicepresidenta y dejarle claro los escenarios que se abrirían. No sé si lo hizo, o no, pero Oltra demostró ser una mujer arrogante. Las reiteradas negativas a dejar su cargo fueron el inicio de unos desprecios tanto a los principios democráticos como a la figura del presidente impropios de una persona que ha ostentado tan alta responsabilidad pública.

Me explico. La teoría de la conspiración político-judicial-mediática entra en los cánones de la sociopatía. La denuncia, la instrucción y hasta la Fiscalía son de extrema derecha en su caso y solo en el suyo, porque cuando la misma fiscal y otros magistrados del mismo TSJ vieron causas contra el Partido Popular eran impolutos servidores públicos. Los mismos que utilizaron el ‘lawfare’ (persecución política a través de denuncias continuas) se convierten automáticamente en víctimas. La decencia de todos los que han mantenido esta tesis ha quedado en entredicho porque si, nosotros, los mismos representantes de la Administración le echamos porquería a uno de los poderes del Estado estamos desgastando la credibilidad del sistema ante la ciudadanía. Y ya sabemos cuál es el resultado.

Mónica Oltra, ex vicepresidenta del Consell. Foto: Jorge Gil/EP

Pero a Oltra no le ha bastado con este argumento, que mantiene sin que se le mueva un músculo del rictus. La fiesta que se marcó el sábado, bailando feliz con sus compadres, pareció un recochineo. Cero preocupación, ninguna vergüenza.

Las últimas puñaladas las dio el mismo día del anuncio de su dimisión. Según dijo la propia Oltra, el presidente de la Generalitat se enteró por la prensa de la decisión de su número dos, una dimisión que tomó porque "no quiero dar coartada a nadie para que echen a Compromis del Botànic”. Con estas posturas y declaraciones, Oltra demuestra que nunca ha creído en la autoridad de Ximo Puig y que éste les mantiene en el Consell porque lo único que comparten es el ansía de poder.

Triste panorama el que deja Oltra, que se puede volver funesto en caso de que se tenga que enfrentar a un juicio. Pero eso está por llegar.

Por el momento, nos deja con un presidente en el que no cree la mitad de su gobierno, en el que PSOE y Compromís han hecho cada uno la guerra por su cuenta y donde importa más las medallas que cada uno se ponía en el pecho que en un plan sacar a la Comunitat Valenciana de los miles de problemas que se le acumulan a los ciudadanos (subida de los alimentos, carburantes, hipotecas, previsible crisis económica…).

Qué pena me da esta Generalitat Valenciana. Qué tristes son las comparaciones con el gobierno de Juanma Moreno en Andalucía, una alianza basada en la lealtad entre socios, con un presidente firme y seguro en su objetivo de llevar prosperidad, empleo y bienestar a su tierra.

Ximo Puig, 'president' de la Generalitat. Foto: Rober Solsona/ EP

Solo con trabajo, gestión y dedicación se consiguen estos objetivos. Y así lo refrendaron los andaluces de manera mayoritaria. Atrás quedan los malos augurios, los lemas y tópicos que altavoces e interesados profetizaban cuando Moreno llegó al poder hace cuatro años.

Desde entonces, la realidad ha podido al relato. Porque cuando llegan mal dadas, como en la actualidad, pasamos de los cuentos a las cuentas. Los ciudadanos necesitan certidumbre en las decisiones de sus gobernantes, experiencia en la administración y, sobre todo, soluciones posibles y plausibles.

Justo lo contrario que hemos visto estos días en la Comunitat Valenciana, donde todo han sido intereses partidistas, cortinas de humo, debilidad y separación.

Quiero terminar con un halo de esperanza. Y es que estamos preparados para el cambio, para pasar de un infierno fiscal a unos impuestos razonables, que se usan para crear empleo, no chiringuitos; unos servicios públicos eficaces, no ideologizados y una Comunitat Valenciana con futuro. Con la dimisión de Oltra se ha dado el primer paso, solo falta que Puig dé el segundo. Cuando quiera, aquí estamos.

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