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el tintero / OPINIÓN

Resucitaremos

Nos encontramos en el ecuador de la Semana Santa, la más importante del calendario cristiano, donde las manifestaciones de nuestra religiosidad se viven intensamente en cada rincón del país y los ateos practicantes no reniegan de ese mini verano en el que para muchos se han convertido estas fechas.

28/03/2018 - 

Dos domingos marcan esta semana, el de Ramos y el de Resurrección. En el primero de ellos se recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén, pero en este 2018 Año del Señor, los españoles lo recordaremos como el de la entrada del ex presidente de la Generalidad de Cataluña en la cárcel alemana, donde ha comenzado su Vía Crucis particular. El próximo domingo de Resurrección, las hermandades que salen a la calle lo hacen para anunciar la buena nueva de que el Señor ha resucitado, y esperemos que no sea Puigdemont quien resucite (salga de prisión) sino que sean los catalanes absorbidos por el nazionalismo quienes resuciten de ese mal sueño y vuelvan a la realidad.

El famoso auto del juez Pablo Llarena detalla con fechas, datos, nombres y apellidos la retaíla de delitos cometidos por todos los gerifaltes del golpe de estado en Cataluña. Lo hace con minuciosidad y precisión, y preocupa que muchos quieran ver en esa inmensa cantidad de ultrajes a la convivencia democrática y al imperio de la ley, unas simples pataletas antiespañolas sin gravedad penal o repercusión jurídica. Pero para los que prefieren ver y oír en lugar de leer un prolijo texto legal, estos últimos días estamos presenciando la virulencia del independentismo.

Lucha callejera, guerra de guerrillas, barricadas, carreteras y avenidas cortadas por grupos violentos y tantos actos que estos días nos dejan una imagen de Barcelona, la antaño capital del Mediterráneo, que nos recuerda a los países de Oriente Medio y sus eternos conflictos civiles. Parece increíble, parece una pesadilla, pero es algo real y que en un país tremendamente democrático y próspero como España está sucediendo en pleno siglo XXI. Esos hechos deben preocuparnos y alertarnos, es inconcebible en una persona que goce de las facultades mentales básicas, considerar que lo preocupante es que la justicia actúe y la ley se imponga. Argumentos demagógicos, cuando no pueriles, como recordar que los golpistas presos tienen familia e hijos, son de aurora boreal.

Habrán visto los atascos de coches en la AP7 mientras energúmenos la cortaban durante horas, esas personas que quizá no llegaron a su trabajo, que perdieron tiempo y energía en medio de una carretera por la voluntad totalitaria de unos pocos también merecen ser tenidas en cuenta. No digamos los millones de catalanes que cada día no se atreven a expresar libremente sus opiniones políticas en el bar o en la cola del supermercado porque el clima es irrespirable (y esto lo sabemos todos los que tenemos familia o amigos en la ciudad condal, no es una suposición); y ya no les digo las familias de los miembros de la administración del estado como los jueces o fiscales, guardia civil o policía nacional y todo aquel que no comulgue con las ruedas de molino del nazionalismo catalanista, incrustado especialmente en las generaciones más jóvenes, formadas en la etapa democrática donde la manipulación del sistema educativo ha sido flagrante. Gran invento las transferencias autonómicas para crear pesebres.

Políticos, tertulianos, periodistas y personas anónimas con una mezcla de buena voluntad pero también de inconsciencia mantienen la idea de que hay que estar hablando todo el tiempo y perdonando al delincuente, y así sólo se hace más grande y más grave el problema. Los delitos que recoge nuestra ley y que están realizando los golpistas son gravísimos (rebelión, desobediencia, malversación) y la ruptura que causan y pretender seguir causando en la ciudadanía española debe bastar para entender que hay causas e ideas que por muy numeroso que sea el grupo que las defienda, no pueden ser aceptadas porque chocan frontalmente con la libertad, la seguridad, la ley y el estado de derecho. Éstos son fundamentos indispensables en un país democrático como España.

Si esta Semana Santa tras el sufrimiento y el calvario que recordamos de Jesucristo en la cruz, llegamos con la esperanza de la resurrección, no debemos perder la fe en España y los españoles, para confiar en que más pronto que tarde resucitaremos, volveremos a la cordura y a la convivencia sana y pacífica, esa que nos permite la Constitución española y nuestras leyes y el marco de la UE. Los acontecimientos de estos días y la tozudez de muchos líderes independentistas, así como el preocupante y esperemos no creciente apoyo por personas y políticos de nuestra Comunitat, nos avisan que el camino no será fácil, pero quienes vean las maravillosas procesiones que en toda la geografía relatan la Pasión, encontrarán un aliento y motivación para saber que tras la lucha y el sufrimiento, debe imponerse la Verdad.

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