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VALÈNCIA. La sombra de la grúa se cierne sobre la fachada del número 9 de la calle Hernán Cortés. Antaño fue cine, en el futuro será hotel, y entretanto habrá una demolición. El inmueble que albergó la sala de proyección Metropol, como constata el rótulo de su friso, es patrimonio histórico de la arquitectura valenciana. Y sin embargo, en cuestión de días, quedará reducido a escombros si el Ayuntamiento de València da el beneplácito al procedimiento. Tras conocerse la noticia, ha habido gran revuelo. Son muchas las voces que piden la preservación, no solo en la memoria, sino también en la ciudad.
“El derribo está completamente fuera de lugar en un contexto democrático como el actual. Parece un procedimiento propio de otros tiempos y otros sistemas políticos”, manifiesta con enfado Daniel Benito Goerlich, profesor de Historia del Arte en la Universitat de València, experto en la conservación del Patrimonio Cultural, y también sobrino-nieto de Javier Goerlich. Porque sí, el referido edificio fue proyectado por esta primera figura de la arquitectura valenciana, a la que recientemente el consistorio ha dedicado una calle. Una decisión que ahora se revela, cuanto menos, contradictoria con el tratamiento de su legado.
Lo primero que exige Benito es que salga a la luz el informe técnico en base al que se adopta semejante decisión, así como los nombres de los expertos que lo suscriben. Según fuentes municipales, la Comisión de Patrimonio ha recibido un estudio del servicio de Disciplina Urbanística favorable al derribo, algo que también autorizó el Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunitat cuando el proyecto pasó por su mesa. “Deberían explicar los argumentos para tirarlo abajo, porque es una medida que no se comprende ni por el arquitecto que lo hizo, ni por el lugar donde se sitúa, ni por el mensaje que transmite”, exige el historiador, quien lanza un crítica insistente: “Hace falta más transparencia. Esta es una decisión que se debe consensuar y no se puede tomar de hoy para mañana sin alertar”.
“El derribo DEL EDIFICIO está completamente fuera de lugaR. Parece un procedimiento propio de otros tiempos y otrOs SISTEMAS políticOs"
La situación del edificio del Metropol, en pleno Ensanche valenciano, pone en entredicho la decisión consitorial. Se trata de un barrio con un elevado nivel de protección, donde no es fácil derruir los edificios ya consolidados. El valor artístico de la edificación es otro argumento de peso para su conservación, dado que data de 1860. Además exhibe un rótulo de los años 30 de gran valor artístico, que debería gozar de la misma protección que otras obras y refugios de la República. Sin hacer referencia a su interior, que llegó a albergar más de un millar de butacas, todos estos datos deberían bastar para meditarlo.
Otra de las voces que se interpone entre la grúa y la fachada es la de Ester Alba Pagán, decana de la Facultad de Geografia e Historia. A través de sus redes sociales, la también profesora de Historia del Arte hacía valer una reflexión en torno a la idiosincrasia de los políticos: "Destruir para construir. Esa es nuestra seña de identidad. Qué falta hacen arquitectos especializados en conservar patrimonio y personas con sensibilidad por mantener nuestro pasado y las expresiones de nuestra cultura. Esas cosas viejas... cuántas veces lo habré escuchado, como una equivocada manera de entender la modernidad”.
En el mismo sentido, incidía en la necesidad de que haya más expertos en cuestiones de preservación dentro de la Administración pública, a riesgo de que se produzcan situaciones como la del Metropol. “No deja de ser indicativo de cuánta falta hacen los historiadores del arte en puestos técnicos cualificados”, afirmaba. Y concluía, no sin melancolía: “Seguiremos cultivando la nostalgia de las fotografías en blanco y negro, pues será lo único que quede tras nuestro espíritu de feroz canibalismo arquitectónico."
La amenaza de muerte al edificio Metropol guarda un fuerte paralelismo con otra necrológica de la arquitectura valenciana: la del venerado inmueble donde estaban los Cines Capitol. En aquel caso la Administración también esgrimió un informe técnico favorable al derribo, que fue sal para las heridas de todos los valencianos. “Recordaremos siempre los nombres de los firmantes por haber consumado la vergüenza”, asegura Daniel Benito, tajante, dolido.
En este caso, la fachada se logró conservar por tener un nivel de protección especial, pero se destruyó el resto. Esto implica que acabaron perdiéndose grandes partes de su interior de inestimable valor. Por ejemplo, un conjunto de esculturas que es fundamental para comprender el art decó valenciano de los años 20. “Esperemos que aquí haya algún tipo de explicación y no pase como con aquellos informes, que aparecían y desaparecían”, rememora. El documento técnico, que todavía no ha visto la luz, es la última esperanza para un edificio que se enreda en las historia de vida de muchos valencianos como cine universitario.
Construido en 1860, no fue hasta 1932 que el edificio de Hernán Cortés, firmado por Goerlich, abrió las puertas de su planta baja como cine. El Metropol vivió los momentos de mayor esplendor en la década de los 40 de manos del empresario y programador Heliodoro Collado, aunque en los cincuenta pasó a manos de la Compañía Metropolitana de Espectáculos, SA, en la que se encontraba como socio el empresario Enrique Fayos. A finales de los 80, pasó a ser propiedad de Francisco Tarazona y, ya en 2001, un incendió obligó a terminar con su actividad como cine. No obstante, su mera presencia sirve para recordar tiempos felices y para reivindicar una València que fue, y puede ser.