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crítica del palmarés

'The Announcement', el film ganador de La Mostra: ¿cuántos golpes de Estado son demasiados?

La Palmera de Plata, The Day I Lost My Shadow es una potente idea diluida en un guion torpe; el bronce se lo lleva Sympathy For The Devil, un particular (y certero) retrato del asedio de Sarajevo

2/11/2019 - 

VALÈNCIA. La Mostra de València clausuró ayer definitivamente su 34º edición con el anuncio del palmarés, que tiene un claro ganador, The Announcemente (Anons), de Mahmut Fazil Coskun, que se ha llevado reconocimientos tanto por ser la mejor película como por su guion y fotografía. El palmarés lo completan, con premios menores, Fatwa, Flesh Out, Alice y A Shelter Among The Clouds. Y se quedan fuera de él dos activos que de sobra lo merecían: la épica A Herdade y la sencillísima Tu mérites un amour. La proyección de las tres ganadoras, la tarde de este sábado y este domingo, pone fin a la programación de esta 34º Mostra de València-Cinema del Mediterrani.

Con una adscripción clara a la comedia, The Announcement, de Mahmut Fazil Coskun, retrata un grupo de tres militares retirados intentan ayudar a un golpe de Estado que se iba a producir -supuestamente- en Ankara. Su misión es ocupar Radio Estambul y anunciar, a través de la radio pública, el golpe. Pero todo sale mal.

El film está ambientado en los 70 e inspirado en una historia real. Los 95 minutos de metraje son una sucesión de divertidos gags, en la que el ridículo por la imposibilidad de llevar a término y con grandeza el golpe de Estado ocupa el pilar narrativa. Recuerda al universo de los hermanos Coen, pero también a Aki Kaurismäki o al sueco Roy Andersson. La cámara apenas se mueve, las escenas se alargan con incómodos silencios que se comen la pantalla. Todo quiere sumar a la causa de Fazil Coskun en favor de la vergüenza ajena que el espectador logra sentir hacia los personajes. En los silencios de The Announcement no hay pausa gratuita, sino una oportunidad de reirse.

Y de fondo, no tanto un interés por humillar a los protagonistas, sino una reflexión nada baladí: el hastío por la inestabilidad política del país, la sensación de que cualquier noche todo (o en este caso, absolutamente nada) puede cambiar en Turquia, en un momento del país en el que sus hay una verdadera lucha ideológica por ocupar los espacios de poder, ahora -precisamente- mucho más poderosos gracias al gobierno de Erdoğan.

Este hastío se ve perfectamente reflejado en una conversación en el que el director de la radio les dice a los golpistas que, si les hubieran avisado, no hubieran mandado a casa al técnico. No hay un debate idológico en toda la película, porque en realidad lo que busca Mahmut Fazil Coskun es vaciar el discurso de los golpistas y así reforzar la idea de que lo importante no es la batalla del mundo de las ideas, sino provocar un cambio en las estructuras de poder en favor de uno mismo y, sobre todo, en contra del otro.

The Day I Lost My Shadow, sombras que no reflejan nada

La plata se la ha llevado The Day I Lost My Shadow, de Soudade Kaadan, que busca ser un testimonio de la guerra pero para centrarlo después en una historia microscópica. Siria, 2012, la guerra ha explotado y la ciudad ya ha normalizado el belicismo cotidiano: abusos policiales, terror, cortes de luz y agua, desapariciones... Una mujer sale a buscar gas para poder cocinarle a su hijo, se mete en un taxi, y de manera involuntaria acaba huída a kilómetros de su casa en Damasco. El film relata la vuelta agónica, atravesando con miedo a los francotiradores los campos periféricos de la capital siria. 

Más allá del notable proceso de creación, que ha llevado a Kaadan a reducir el arco dramático de la historia tanto, el problema es que las buenas ideas, sin una buena ejecución, se quedan solo en eso. Hay un momento de la película en el que, esta pérdida a través del bosque, mezclada con la amenaza de una inminente captura y con alguna ensoñación, el film se acerca a El proyecto de la bruja de Blair

Uno de los principales motores dramáticos de todo el film es una metáfora en la que las sombras de las personas acaban abandonándolas o reapareciendo. "Se me ocurrió esta metáfora al ver las fotos de Hiroshima tras la bomba nuclear, donde todo era blanco o negro, y todo era muy oscuro o muy brillante. Ahora sí sabría explicarlo, pero durante el proceso de creación ni siquiera yo sabía concretar qué significaba que las sombras abandonasen a las personas", comentaba la propia Kaadan en la rueda de prensa tras la proyección en La Mostra. En efecto, el recurso poético en el que se apoya hasta el título del film queda poco concreto, deslucido, sin mucho interés. Porque acaba siendo arbitrario y tiene incluso un interés cambiante para los propios personajes. Las sombras también hay que perfilarse, porque si no, acaban reflejando la nada.

El jurado ha destaco de ella que "que posee una cinemática elegante y poética que pone el foco sobre la agonía de la gente en una parte del mundo donde las vidas humanas peligran a causa de una horrible guerra". Y tienen razón, su planteamiento narrativo tiene un potencial envidiable. Su traslado a la gran pantalla, mucho menos.

Sympathy for the devil: una lección de profesionalidad y compromiso

Finalmente, el bronce se lo llevó Sympathy for the devil. En este film, Guillaume de Fontenay traslada al mundo cinematográfico las memorias del periodista francés Paul Marchand durante el asedio de Sarajevo. El guion lo hizo Fontenay junto al propio Marchand, y acaba reuniendo -de una manera muy natural- temas como el ego del periodista, la militancia, la sociedad del espectáculo creada por los medios de comunicación o el papel de las Naciones Unidas en la Guerra de los Balcanes. La trama responde, a lo largo de la película, a un debate de primero de periodismo: ¿hasta dónde se ha de implicar un periodista en la realidad que le rodea?

Fontenay tiene claro por qué opción tomar partido, alineándose a física y psicológicamente con el personaje de Marchand. Así, la cámara se significa y parece que también vive con tensión los momentos de urgencia en el film. A veces parece un falso documental, otras el aparato fílmico desaparece. La historia es lo suficientemente cruda y lo suficientemente elegante y consigue mantener cierta tensión. Si acaso hay que ponerle un pero, a pesar de tener este premio bien merecido, el final parece algo precipitado, casi irreal; algo que tratándose de unas memorias, resulta extraño.

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